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How to get away with murder in vacations.

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Mensaje por Eon Terrä Sáb Sep 20, 2014 9:56 pm

Miryathir no era del gusto particular de Eon, demasiado metal, demasiado monoxido de carbono y sustancias poco amigables para los pulmones, demasiado metropolitano. Es cierto que, como a todos, les resultaba impresionante lo que la ingeniera podía obrar para facilitar la vida de los ciudadanos, como los cyborgs, las prótesis robóticas, las máquinas tanto domésticas como industriales. Pero desde la perspectiva del dragón de tierra, nada compraba el aire puro y las áreas verdes.

Quitando las obviedades que le incomodaban y voluntariamente dejaba de lado para no amargarse la estadía, el viaje no estuvo mal. Como miembros del ejército podían ir en vagones de clase privilegiada en el tren que conectaba a Calad' Meeth con Miryathir. Mucho antes de la invasión a las Tierras del Este, el país de la tecnología había terminado el proyecto de unir a sus vecinos del Oeste por vías ferroviarias, generando así nuevas tazas de empleo y facilidad de viaje entre los habitantes del continente. Si bien muchos preferían usar otros medios particulares, la mayoría disfrutaba del paseo en tren, el movimiento de la locomotora y el paisaje en las ventanas tenía su tinte atractivo, también, las azafatas a las que Tsume coqueteaba con descaro y mucha habilidad para no acabar abofeteado.

No puedo creer que con tantas linduras a bordo te dedicaras a dormir, eres increíble —se quejó el inugami cuando Eon abrió la boca para regañarlo por el acoso a las empleadas del tren— y la mitad pudo ser tuya o de Laure si no se hubieran dedicado a hacer la siesta, demonios, pudieron hacerlo en el hotel.

Tsume, no todos gozamos del privilegio de tener siempre energía para derrocharla en flirteos —Eon bostezó y se tapó la boca con decoro, abrió los ojos con reticencia— me quedé hasta muy tarde en esa reunión, debía dejar cosas listas antes de irme. Son días los que pasaremos fuera.

Corrección, semana y media —esbozó una sonrisa lobuna— con gastos pagados y en uno de los mejores hoteles de la capital. Chan-chan~ nada mejor que eso. Tenemos incluso algunos vales para un spa.

Habría querido recordarle a Tsume que no iban con vistas vacacionales aunque esa hubiera sido la excusa que le dieron a sus superiores para partir a Miryathir. Pero darle una advertencia visual le estaba resultando costoso y no tenía ánimos de decirle las cosas a alguien que ya debería saberlas. Era cansado y seguir durmiendo hasta el final del viaje sonaba más tentador.

Así que para variar, el resto del viaje hizo una segunda siesta y una pequeña merienda. Cuando llegaron a la estación estaba despierto y disponiendo de todo como si nada. Tsume presumía haber conseguido al menos tres citas para las siguientes noches, Laure probablemente se reuniría con las viejas amistades y con suerte se enteraría de cosas. Eso le dejaba tiempo para explorar después de dejar las cosas en el hotel y almorzar adecuadamente. Eon salió poco después de acabar, decidiendo dar un pequeño paseo por el centro de Royale, algo que, quería pensar él, se trataba de una identificación del territorio, viéndolo desde una perspectiva de guerra, quería conocer a que se enfrentaría en un futuro desde los ojos de un ciudadano.


Última edición por Eon Terrä el Miér Sep 24, 2014 3:48 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Laure Terell Mar Sep 23, 2014 8:25 pm

Decir que se había pasado toda la travesía durmiendo, no sería mentira. Laure apenas se había mantenido lucido durante los ratos en los que debían comer. Enseguida volvía a su lugar y volvía a sumirse en un profundo sueño. Qué sería lo que vería en aquellas largas horas de ensoñación, nadie lo sabía. Pero a él se le hacía nostálgico. En el viaje de vuelta, cuando había subido a un mismo trasto como aquel para abandonar Miryathir y regresar con Eon. Y Tsume, claro.  A él también le tenía presente.

Sentía una emoción profunda que no podía hacer llegar a sus compañeros, amigos, sobre aquel  viaje, ya fuese por todo lo que las energías le habían dejado ver cuando estuvo ahí o aquella conversación que había mantenido con ella, su crecimiento…y otras varias cosas. Aún le parecía increíble que el mayor cambio lo hubiera hecho en Luster, un lugar que suponía el peor de todos los reinos del Oeste.

Sin embargo, el reino lo es —se respondió a sus propios pensamientos mientras se apeaba del tren y junto a Eon y Tsume se adentraba en la estación. Para recoger  todas sus pertenencias y salir rumbo al hotel. Mientras volvían a escuchar de Tsume hablar de algún tema al cual Laure no le prestaba realmente atención.

Sus ojos se movían de un lado a otro, tratando de reconocer las cosas que había visto por un par de días, hacia un tiempo no muy lejano. Por alguna razón se sorprendió al darse cuenta que pese a la diferencia que tenían las ciudades, seguía prefiriendo Luster pese al avanzado estado de decadencia en el que se encontraba. No lo dijo en voz alta, para no escandalizar a cualquiera que estuviera cerca de ellos y se limitó a seguirles hasta el hotel, haciendo algún comentario sobre algunas de las cosas que veían y que se suponía que tenían interés turístico.

En el hotel todos fueron a arreglar sus bultos para que luego no les incordiasen, Tsume parecía estar arreglando y Eon desapareció,  Laure supuso que iba a hacer un paseo para hacer una observación preliminar del entorno, él por su parte se debatió por un tiempo enganchar los amuletos que Eon le había regalado, tenía un precio inestimable para él y no quería terminar como su primer día en aquel reino. Finalmente las dejó puestas, confiando en que el camuflaje experto que había en ellas hiciera que nadie prestara atención en ellas.

Salió de la habitación, despidiéndose por si Tsume se encontraba cerca. No le gustaba que él pensara que a veces le tenía ignorado. Casi como si no existiera. Pese a que a veces bromeaba con ello, esas bromas habían menguado desde que comenzó a notar que a él ya no le hacían tanta gracia. Al fin y al cabo amaba a Tsume, pese a lo que pensaba sobre Eon y sus cuestiones seudo-privadas.

Decidió salir hacia el centro de  Royale, quizás podía alcanzar a  Eon o hacer algo de lo que se suponía que debían hacer en aquel lugar. A lo mejor echaba un vistazo a las armas que tenían por ahí, mientras esperaba  algo, como siempre. ¿Sus amigos habrían llegado ya?

¡Lau! —exclamó una voz, cerca de su derecha. El hijo de la tierra esbozó una sonrisa al reconocerla. La voz pertenecía a quien había considerado su mejor amigo en Luster. Era un hombre joven, superaba de poco la veintena –aparentemente– de largos cabellos negros que recogía en una cola –caída sobre uno de sus hombros– y grandes ojos de un color grisáceo y marfil, medía casi dos metros y cargaba con una especie de bolsa en la espalda—. ¡Qué grande  te has hecho! ¡Y qué lindo! —añadió mientras levanta a Laure un par de centímetros del suelo y le abrazaba con tanta fuerza que podría haberle roto  los huesos si hubiese querido.

Ceredic —Laure se rió, como solía hacerlo cuando aún aparentaba ser un niño y le regresó con cuidado el abrazo, y así no estorbar al bulto que llevaba colgando de la espalda—Has traído a Prímula. ¿No era mejor dejarla con su mamá?

Al separarse, el tipo conocido como Ceredic  soltó tensión de las correas que sujetaban el bulto de su espalda, para ponérselo frente a él, descubriendo a un bebé de no más de ocho meses. Era como todos los bebés son en esa épica, dormilones, mofletudos y con mejillas rosadas, cara de sueño y precioso. El detalle de la pequeña Prímula era un ricito lindo que caía encima de su frente, era adorable.

Pero quería que la conocieses. Te fuiste antes que naciera. ¿No te hace ilusión?— sacó al bebé del portabebés y se lo entregó a Laure, que la tomó con cuidado—. Como ves, le pusimos el nombre de una de tus hermanas. Nos pareció adecuado. ¿Qué te parece?

Laure abrió los ojos, miraba con expresión casi de cautelosa curiosidad al bebé que tenía en brazos en aquel momento y que, además, le regresaba la mirada. Le parecía fascinante y hermoso. Nunca había visto a brotes tan pequeños así que aquel bebé era la vida más joven y pequeña que había conocido hasta la fecha. Maravilloso.

Gracias por traerla, me hacía ilusión conocerla —se aseguró de que el bebé estuviera seguro y volvió la mirada a su amigo–. Ya te lo dije en nuestros mensajes. ¿Puedo llevarla por un rato, mientras hablamos y me cuentas cosas interesantes?

¡Claro! —Ceredic se rió al escuchar y le dio una palmada en el hombro—. Es lo que hemos venido a hacer aquí~
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Mensaje por Eon Terrä Sáb Sep 27, 2014 10:34 am

¿Hacía cuantos años que no probaba una manzana caramelizada?, debían ser un poco antes de la devastación de Nara, probablemente el último festival de la aldea al que habría asistido con su familia y amigos, cuando aún era un crío. El sabor llenó su boca y pensamientos de dulce nostalgia que duraron solo breves segundos, terminaron cuando su mirada encontró uno de los trípticos que suelen dar a los turistas para que paseen por los lugares de interés, con la diferencia de que estos eran de algún tipo de papel digital con falsa apariencia desgastada para darle aire elegante y anticuado.

Eon pagó la manzana y el resto de los dulces que llevaba en una canasta, para Laure, Tsume y él cuando estuvieran en el hotel. El tarantín tenía la estructura típica de Nara, su tejado y falsos dragones bigotudos, entre otras cosas, vendían un surtido de postres y cositas típicas de la región, sourvenirs para los turistas como él. Podría haberle parecido irónico, en lugar de eso, se lo tomó con mucha filosofía y tomó lo que pensaba sería agradable para todos, y para él principalmente.

Aunque no eran muchos, y eso era notable, algunas de las vías principales contaban con al menos uno o dos establecimientos de mediano y bajo rango relacionado con algunas de las culturas de las Tierras del Este, devastadas hace un poco más de 21 años, especialmente Nara al ser el trofeo de Miryathir. Le era sabido que su tierra natal actualmente era usada como un recurso más del imperio de los ingenieros para el crecimiento metropolitano, y ahora que lo apreciaba mejor, también empleaban su cultura en el Oeste como otra fuente monetaria, pues de eso se trataba el capitalismo en su pureza. De hacerse fuerte aplastando a los más débiles.

Tomó asiento en una de las bancas de una plaza para hojear mejor el papel artificial, el cual mostraba holográficamente los lugares de interés y constaba de una asistente de interfaz de usuario para mayor facilidad. Increíblemente no le supuso ningún problema interactuar con ella, era intuitiva y a las criaturas ancestrales se les daba bien comprender con rapidez las cosas que se saben por instinto. La interfaz con forma de azafata steam punk le habló de los lugares más cercanos a su localización, lo que le hizo suponer a Eon que su ubicación estaba siendo transmitida a algún lugar, probablemente una base de datos, cosa que se anotó mentalmente para ser cuidadoso en sus acciones. La azafata le presentó en diferentes sub pantallas holográficas un museo histórico de tecnología, una de las bibliotecas públicas más famosas de Royale, y diferentes establecimientos que formaban parte de un centro comercial abierto dedicado tanto a aparatos de uso doméstico, cafeterías y restaurantes como tiendas de munición y armamento. Eon decidió decantarse por esa última, nunca estaba de más saber si había buenas armas para su inventario.

La primera de las tiendas de ese tipo que encontró no era demasiado llamativa, pero le fue suficiente. Comprobó la calidad de las lanzas y espadas, no le sorprendió encontrarse con gunblades del modelo similar a su katana, algo que no miró demasiado tiempo por si a la reliquia que llevaba colgando le daba por ponerse celosa de su versión automatizada. Los revólveres no llamaron demasiado su atención, solo consideró esencial conocer sus capacidades básicas para comprender como en futuro contrarrestarlas, y considerarlas en una hipotética situación de guerra.

Era lo que estaba evaluando hasta que escuchó el sonido metálico de municiones derramándose al suelo, quitó la mirada del revolver que estaba estudiando devolviéndolo a su caja de muestra para fijarla en un niño no mayor de ocho años que acababa de tumbar una caja de balas de plata. Los regaños del dueño no se hicieron esperar pero el responsable del pequeño no daba señales de aparecer, ni de existir. Lo que llamó la atención a Eon eran sus rasgos del Este y las ropas del nene, un yukata sobre un traje ajustado similar al de algunos exterminadores. Se mantuvo observando por si alguien venía a recogerlo después de que lo corrieran de la tienda, pasaron varios minutos y todo indicaba que el niño o iba por su cuenta… o estaba perdido.

Al concluir que podría ser la segunda alternativa, Eon tomó su compra —había decidido adquirir el revólver para tenerlo de prueba y quizás como práctica, no era su estilo pero un soldado debía aprender de todo tipo de armas (¿?)— y salió de la tienda. El nene no reparó inmediatamente en él hasta que le preguntó si estaba perdido o esperaba por alguien.

No espero por nadie —respondió en un tono seudo tajante, se le notaba la desconfianza y que no pretendía ir de plan social con un desconocido, se relajó un poco cuando miró mejor a Eon, como si reconociera su procedencia— tampoco eres de aquí, ¿verdad?

No, solo estoy de vacaciones —Eon se había cambiado el uniforme de la milicia solo de llegar al hotel, y ahora pasaba por un turista del Este a ojos de cualquiera, hasta el niño parecía convencido— ¿y tú?

Solo quiero ver la ciudad, es fácil perderte cuando no sabes nada de ella —se encogió de hombros— en fin, ¿sabes cómo llegar a…? —en ese momento pasó algo despacio una especie de carro ostentoso que llamó un poco la atención, una limusina era relativamente común en la capital, pero pocas se paseaban tan campantes por la zona central. Eon solo la vio unas fracciones de segundo antes de darse cuenta de que el niño había desaparecido.

Y su mapa virtual, también.
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Mensaje por Laure Terell Dom Oct 05, 2014 10:24 am

Ceredic había sido una de las primeras personas que Laure había conocido en Luster. Era de ese tipo de personas que hacían preguntarse a uno qué era lo que hacía en una ciudad perniciosa como lo era la supuesta capital de la mala muerte. Era afable y estúpidamente honesto. Su esposa, Lairenuriel –a quienes llamaban cariñosamente Riel–, tenía eso en común con él: la honestidad. Fuerte y en extremo terca, tenía la tendencia a discutir con el resto del grupo por pura diversión. Ambos habían sido ingenieros, buenos y brillantes. La razón por la que habían decidido dejar su buena vida en las capitales ricas de Miryathir podría no tener peso para muchos, pero para Laure y el resto del pequeño grupo que habían formado en Luster, era lo suficientemente significativa.

Laure se había sorprendido al escuchar habían regresado a Royale. Teniendo en cuenta que ambos siempre habían hablado de la ciudad como si sólo la mera mención de ella les causara urticaria. Imaginó que preferían criar a su pequeño vástago en un lugar menos peligroso. Sobre todo, ahora que ya no quedaban muchos del grupo que hacía un tiempo se había formado en la capital de las ratas, en sentido literal y figurado.

Ceredic había conducido a su ya no tan menudo amigo hasta una cafetería –que no tenía nada que envidiarle al resto de locales cercanos–. Sentados en su interior, en una mesa al lado de un gran ventanal por el que Laure a veces perdía la mirada en busca de algo. Su compañero estaba ya acostumbrado a la aparente desconexión del chico de cabellos verde-azulados, así que él podía perderse cómodamente en la visión de la energía que surgía de todas partes sin temer que su acompañante se ofendiera.

Cuando Riel supo que te alistaste en el ejército casi convulsionó —comenzó a decir Ceredic, cambiando el tema de forma abrupta. Laure se contuvo de suspirar, y se despidió mentalmente de la historia contemporánea de la industria en Miryathir—. Si Meri siguiera vivo habría ido personalmente a secuestrarte de nuevo. Definitivamente, a él tampoco le gustaría que su pupilo se metiese en algo de lo que no quería saber nada —le miró con un gesto severo que consiguió sacar una expresión casi de culpabilidad a Laure, que dejó de mirar por la ventana para encarar a su interlocutor—. Te fuiste sin decirnos nada, eso no está bien. Después de lo que le hicieron a Merimac, pensamos que te había ocurrido lo mismo. ¿Qué es lo que te dijo esa mujer, cómo para que te hiciera correr de nuevo a Calad’Meeth?

Durante unos segundos, Laure permaneció impasible ante la mirada escudriñadora de Ceredic, sin apartar la vista de él, sólo lo suficiente para asegurarse de que no estaba descuidando a la pequeña Prímula o ver que no estuviera incómoda.

No me dijo realmente nada —respondió Laure, finalmente, encogiéndose de hombros—. Lamento haberme ido sin avisar. Son cosas que no podía explicar aún. Sabes que tengo mis razones para hacer lo que hago. Me guste o no. En realidad, Meri convulsionaría al saber que por él es que pude entrar sin problemas al escuadrón al que quería pertenecer —Laure desvió la mirada cuando escuchó una suave carcajada escaparse de Ceredic, notando que al fin se estaba relajando—. Sólo espero no tener que dar muchas explicaciones si ella reaparece.

Y ahí, murió el tema de conversación. Durante unos segundos se mantuvieron ocupados con lo que estaban tomando para poder seguir hablando de cualquier otra cosa, que terminó siendo una charla ligera sobre políticas y el trabajo que estaba llevando a cabo Ceredic hasta que la pequeña Prímula decidió que ya no le apetecía estar más en la cafetería y lo hizo a saber a base de lloros seudo-histéricos.

Al salir, Ceredic estimó oportuno pasearle por la zona comercial de la ciudad, dónde Laure pudo reconocer varias materias primas de las tierras del Este entre tanta parafernalia. A él nunca le había agradado el lujo en exceso de cosas, quizás por el perfil humilde en el que había vivido la mayoría de su existencia. También era una de las razones por la que ninguna de las ciudades de Miryathir le gustasen demasiado, le atraían por la industria. Como a cualquier crio curioso.

Cuando llegaron a una de las grandes plazas de la ciudad, ya era bien entrada la tarde. Fue entonces, cuando Laure entregó a Prímula a Ceredic. Ya era hora de regresar a casa, darle de comer y probablemente acostarla. Tras varias charlas aleatorias que posponían la despedida y varios abrazos asfixiantes por parte del pelinegro, ambos amigos se despidieron y quedaron en verse otro día.

Durante unos minutos, Laure se quedó plantado en el mismo lugar mientras se decidía que hacer. Si seguir paseando o regresar al hotel, teniendo que arriesgar el encontrarse con Tsume y tener alguna conversación incómoda sobre citas y preocupaciones sobre Eon y su falta de vida social, cosas.

Finalmente decidió alargar su paseo y visitar los exteriores de la Casa del Gobierno.
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Mensaje por Eon Terrä Dom Oct 19, 2014 2:57 pm

Los robos en Royale no eran tan usuales como en Luster, pero era sabido que existía ese porcentaje minoritario que migraba a la esplendorosa capital a hacer de las suyas con los turistas desprevenidos. Lo que ignoraban esos forajidos atrevidos era lo malo que era robarle a un oficial de Calad' Meeth, donde los criminales no eran bienvenidos ni bien recibidos por la justicia del Rey y la Reina. Por su tiempo como nómada, no era la primera vez que lidiaba con robos, y por lo visto no iba a ser la última. El dragón de tierra anduvo con prisas entre los adoquines rastreando al ladronzuelo con lo poco que había captado de él. El olor a tierra humedecida, donde normalmente se planta el arroz, y el de las hierbas comúnmente usadas en las comidas y medicinas de Nara. También era el olor de un viajero, y de un escapista.

Habían otras cosas en ese rastro que lo desconcertaban, no estaba seguro de si se trataba de un youkai o un ayakashi, si era un exterminador de monstruos lo más probable era que fuese humano, o tuviese parte de ello. En sus tierras, los exterminadores de monstruos siempre eran humanos y raras veces aceptaban híbridos, y estos de algún modo acababan marginados por sus compañeros del clan. Su dinastía no guardaba buenos recuerdos de ellos, la historia de los Terrä contaba con varios episodios de disputas y guerras contra clanes exterminadores, uno de los principales agentes de su merma de poder a través de los siglos. No era el rencor lo que motivaba a Eon a buscar al ladronzuelo, era más bien cuestión de orgullo y de que a los dragones les sienta horrible que les roben, el ser territorial de los genes le impulsaba a recuperar el mapa digital y morir en el intento.

Además, era curioso que le robase un mapa y no el dinero, o cualquier otra cosa de valor. Si el nene le había quitado el mapa era porque estaba perdido, o bien, quería llegar a alguna parte.

Después de varias avenidas, el rastro se perdía en una esquina que parecía algo como un barrio del Este. Tiendas y edificios decorados como las que fueron ciudades y zonas urbanas del antiguo explendor de Nara. Eon tuvo un extraño presentimiento de ello, haciendo imposible que se retractara en volver por donde vino. Anduvo con cautela mirando los establecimientos y casas, habían pocas personas fuera, y en su mayoría tenían rasgos parecidos a los suyos. Interpretó que la embajada de Miryathir permitía que algunos habitantes del país del Emperador Dragón migrara a sus tierras con moción de emplearles como recurso humano, intercambiando mejores oportunidades por venderse al imperio de la ingeniería. Eon no los culpaba, en cierto modo él y sus amigos habían hecho exactamente lo mismo aunque no del mismo modo.

Le sorprendía no haber reparado en ese barrio antes, cuando revisaba los lugares más turísticos que señalaba el mapa virtual. Si lo hubiera señalado habría dado con él sin problemas, a menos, claro, que no se tratase de un lugar para todo público, y solo para ciertos tipos en especifico. Lo supo enseguida que notó a dos doncellas con toda la indumentaria reglamentaria de una geisha, acompañando a un hombrecillo más bajo que ellas, rechoncho y calvo como un puerquito.

En ese lugar los olores eran todavía más confusos, no resultaba extraño perder el rastro en ese punto. Además de ello, no le hacía falta ser especialmente perceptivo —como Laure— para saber que ese sitio emanaba una extraña energía, muy parecida a la que habría en su tierra, en los lugares considerados sagrados o cercanos al Emperador Dragón. ¿Por qué existía eso, ahí en Miryathir?, cada vez todo le resultaba más extraño, y sospechoso, algo que merecía mucho la pena investigar y entrometerse.

Eon esbozó una pequeña sonrisa, de esas que no auguraban nada bueno para otros. Decidió empezar por el lugar más concurrido, una especie de restaurante y bar que servía comidas típicas de Nara. Supo que no iba tan mal encaminado cuando el rastro del niño apareció mágicamente solo de entrar, y con él, otros olores familiares de platillos conocidos, inciensos y exterminadores. Marcadamente exterminadores.

¿Qué estaban haciendo en Miryathir y por qué eran tan evidentes a plena luz del día?
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Mensaje por Laure Terell Jue Feb 12, 2015 9:31 pm

El turismo a solas era algo más aburrido de lo que se había imaginado. Extraño, teniendo en cuenta que a Laure nunca le había importado pasar tiempo solo, por naturaleza estaba acostumbrad y además, muchas veces se sentía mejor de ese modo que en compañía. Regresar a Miryathir le tenía algo inquieto por muchas razones y casi todas ellas le parecieron un masivo sin sentido.

Después de dar un par de vueltas más, Laure decidió que lo mejor que podía hacer, era ponerse en marcha hacia el hotel. No se detuvo en ninguna otra tienda. Se alejó rápidamente de la zona turística, sin molestarse en ser cauteloso. Era un turista, ir por la ciudad de Royale con sigilo le parecía que era llamar demasiado la atención. Mejor era fingir ser descuidado como siempre.

Llego al hotel rápido, más rápido de lo que hubiera querido. Al llegar a la habitación-villa que compartían, intentando no ser descarado, se paseó por las habitaciones individuales, para ver si Tsume seguía ahí o si Eon había regresado. A la única criaturita que encontró fue a Linnadhiel; estaba hecha un ovillo sobre la cama de Tsume, haciendo la siesta mientras terminaba de digerir lo que fuese que hubiera encontrado de comer por el hotel. Por suerte, por las formas que podía distinguir Laure, no era nada humano.

Debería haberlo sabido. El equipaje era demasiado pesado —comentó Laure, sin parecer realmente molesto. Caminó hasta la serpiente la tomó en brazos y se fue a su habitación.

Los lujos de aquel hotel casi le consternaban. Como por ejemplo, el que todas las habitaciones tuvieran baño en suite, tuvieran buenas vistas y tonterías como cestas de frutas, alcohol y un millón de cosas más que no entendía cómo una sola persona iba a meterse entre pecho y espalda. Intentando ignorar el sentimiento de casi inseguridad que le estaba sobreviniendo, fue a llenar la bañera en la que se metió con la boa constrictor, extraña como era, Linnadhiel solía hacer mejor su digestión cuando estaba dentro del agua, siempre y cuando se ahogara.

En algún momento durante el baño, Laure se quedó dormido y despertó enseguida que la línea de sus sueños se distorsionó en algo desagradable y que le provocó el retorno de la ligera ansiedad que había tenido desde que habían llegado a Miryathir.

Es su herencia—murmuró Laure, su expresión se ensombreció un poco, quizás por la culpabilidad, quizás porque aquella simple frase le traía recuerdos en los que no quería pensar.

Salió de la bañera justo a tiempo para que Linnadhiel vomitase trocitos de huesos que parecía no querer digerir y que luego el de cabellos oscuros recogería para no dejar un trabajo tan desagradable a quienes fueran que limpiasen las habitaciones. Tardó un rato en vestirse, mucho más de lo usual, el estar pensativo de aquel modo le hacía mal, le desconectaba de todo.

Cuando al fin logró recordar cómo se abrochaban los pantalones, se dejó caer sobre la cama. Era extremadamente mullida, muy cómoda. Demasiado grande para un humilde ladrón y su serpiente, que a veces eran incapaces de dormir sin compañía o cuando notaban que había demasiado espacio. Era un detalle que al principio le había resultado extraño, teniendo en cuenta el hecho de que el tiempo que estuvo viajando sólo había sido incapaz de dormir y había sobrevivido. Ahora, que Laure era algo más mayor podía ser más honesto consigo mismo y entender la razón de sus problemas con el sueño.

Al notar –finalmente– que había anochecido, Laure se levantó casi de un salto para volver a explorar la villa/habitación, en busca de sus compañeros. Podía esperar de Tsume que no estuviera, había hecho sus propios planes nocturnos. Sin embargo el que Eon no estuviera a la vista, le preocupó. Innecesariamente, lo sabía, Eon podía cuidarse solo. Pero es no quitaba que estuviera en un territorio desconocido y que a Laure le gustase preocuparse innecesariamente por él.

Se puso la camisa y la chaqueta con prisas, mientras salía disparado de la habitación, encomendándole a Linna de que se comiera a cualquiera que entrase en la habitación con malas intenciones. Se detuvo justo en la salida del hotel, respiró profundamente varias veces, mientras, muy a su pesar, arrancaba el diamante del broche de su chaqueta. Susurró algo contra una de las muchas caras de la piedra preciosa y, durante unos segundos, esta desprendió una luz tenue de color verde.

El diamante había sido creado por Eon, por lo mismo, con el conjuro adecuado, Laure podía usarlo para rastrearle con la suerte de que él gracias a madre podía distinguir mejor las energías y los flujos del mundo que muchas de las personas que había en el mismo –salir de la misma tierra tenía sus ventajas–. Volvió a suspirar, sin saber muy bien cómo sentirse ante la expectativa de lo que iba a hacer –sin saber si era realmente bueno, no quería que sus acciones hicieran pensar que estaba subestimando a nadie–.
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Mensaje por Eon Terrä Dom Feb 15, 2015 3:23 pm

Se acercó a la barra, y para entrar en ambiente, pidió un whisky de fuego en las rocas, una bebida que conoció en uno de sus viajes cortos a Kil'daggoth, y que había descubierto lo bien que solía hacerle a su organismo para variar. Esa vez, Akira le comentó que se hacía con el fuego de dragón, un fuego especial que los de su tipo no les resultaba dañino mientras no se embriagara con él, y que tenía sus bondades si lo ingeria con moderación, como mantener una buena temperatura, digestión y nutrientes para la sangre. Hasta que se lo trajeron no se fijó en que alguien más bebía lo mismo, alguien que destacaba demasiado en ese establecimiento y le impresionaba haberlo pasado por alto al entrar.

El extraño, evidentemente extranjero —quizás ni pertenecía a ese mundo— tenía una larga y bien cuidada cabellera escarlata en la que se apreciaban reflejos cobres, como si llameara. Sus orejas eran ligeramente puntiagudas, en ellas unas pequeñas lenguas de fuego bailaban graciosas. Era de tez clara y ojos podían ser verdes un momento o azules al siguiente, eran en principio grandes y expresivos, pero los párpados caídos y la expresión, tranquila, tan zen, resultaba sospechosa. Vestía un kimono bastante ornamental, con telas rojas y naranjas. Llevaba algunos broches en él, como medallas que distinguieran una especie de rango o méritos de algún tipo, o habilidades donde sobresaliera. No lo sabía con certeza, la simbologia de esa jerarquía le era desconocida.

El joven pareció darse cuenta de inmediato de que era estudiado y levantó la mirada con naturalidad hacia Eon. La sonrisa que esbozó fue una mezcla de amabilidad y un ligero toque de diversión, tenía la impresión de que no era la primera vez que se topaba con la curiosidad de otros. Eon emitió una disculpa silenciosa, masculló algo de que no pretendía ser grosero. El pelirrojo hizo un gesto de restarle importancia.

Soy Helios, también soy nuevo en estas tierras industriales. Mucho gusto —se presentó, Eon notó enseguida que la vibración de su voz era diferente a cualquiera que hubiera escuchado antes, tenía un tono muy especial, no afeminado, pero si encantador. —Estoy de paso en la ciudad, ¿con quién tengo el placer?

Eon, es un placer —estrechó la mano que le ofrecía, con cierta demora porque todavía no estaba tan acostumbrado a ese tipo de saludo. —Eres agudo, Helios. También estoy de paso, mejor dicho, de vacaciones o algo así. No es mi estilo venir a una ciudadela tan industrializada a descansar.

Tampoco el mío, menos con tanta gente y miradas hostiles, en un lugar que es la última de las opciones para bajar la guardia, ¿verdad? —dijo con la misma expresión tranquila que provocaba en Eon una extraña sensación, de estar en guardia y al mismo tiempo cómodo con la compañía. Extraño individuo, extraño olor el que lo envolvía. Olía a fuego, a brisa en otoño y... ¿dragón ancestral?, cuando hizo ese descubrimiento Helios sonrió ampliamente, Eon ensanchó los párpados. —Sí, yo también me he sorprendido, no esperaba encontrarme a un pariente lejano en mi travesía.

Yo tampoco, me ha sorprendido, no quedan muchos dragones ancestrales desde hace mucho —Eon bebió otro trago, más generoso, y le dedicó una penetrante mirada al ígneo—Si este es un lugar poco conveniente para usted y para mí, porque está aquí?, ¿quién es realmente y por qué se refiere a mí como si me conociera?

Helios, en lugar de verse atropellado por la pregunta tan directa y exposición del dragón de tierra, entrecerró los ojos y suspiró levemente. Tomó el laúd que llevaba al costado y se incorporó de la barra.

Solo soy un humilde bardo, mi señor Eon, y tenga la seguridad de que si le conozco de algo no es personalmente. Créame.

Le creyera o no, a Eon había algo que no le cuadraba en ese personaje. Sabía más de lo que decía y dejaba ver, y era como si supiese mucho sobre él y no le sorprendiera encontrarlo allí realmente. Esos detalles hicieron que estuviese en guardia cuando Helios se alejó para ir a la tarima que estaba dispuesta para espectáculos diversos con el fin de entretener clientes. Más de una mirada siguió al misterioso pelirrojo hasta que se sentó en el bordillo y comenzó a tocar su laúd.

La melodía, era exquisita, no era de ese mundo, y embobaba los sentidos mucho más rápido de lo que lo haría la bebida con mayor grado alcohólico o el estupefaciente más fuerte. Eon se percató al instante del efecto que causaba en todos, menos en él. Los exterminadores, las geishas y mujeres de compañía, los clientes, todos iban cayendo rápidamente en un profundo sueño. Cuando terminó, el tiempo volvió a correr con normalidad.
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Mensaje por Laure Terell Mar Mar 03, 2015 6:35 pm

Caminar por barrios que no conocía hacía que estuviera más en alerta, a Laure nunca le había gustado sentirse demasiado a la defensiva porque aquel cambio también influenciaba en el modo en que interpretaba las energías del mundo. Sin embargo, en un barrio como aquel, percibir más de lo que usualmente quería, le parecía oportuno.

En Luster no había barriadas que se asemejaran a su reino natal, en el este. Carecía de la ostentación y riqueza que poseía Royal, y ese era uno de los principales atractivos que poseía la ciudad de mala reputación para Laure. La falta de cosas que le hiciesen recordar una y otra vez Nara. Teniendo en cuenta que aquel lugar, antes y después de haberlo perdido le suponía aquello que le quitaba todo cuanto era importante para él. Por lo mismo, Laure prefería tenerlo alejado de su mente hasta que fuese el momento.

Regresando al barrio del Este, Laure comenzó a sentirse incómodo por la familiaridad de la energía que desprendían las personas de aquel lugar, los propios aromas de la comida, el incienso e incluso el perfume usado por la pareja de Geishas que acababan de pasarle, correteando apresuradas porque llegaban tarde a su turno o cualquier cosa parecida.

Se detuvo abruptamente cuando alcanzó el punto en el que la energía de Eon se mantenía estática. Había entrado en un local, algo como un bar-restaurante, cuya energía era tan hostil con el hijo de la tierra que  en vez de rodear gentilmente su cuerpo, como usualmente la energía del mundo hacía, chocaba contra su cuerpo. Le hizo sentirse mareado y con nauseas, como siempre que se encontraba con la energía de un exterminador. Nunca le habían gustado, así que la idea de encontrarse con más de una decena de los mismos, le enfermaba.

Muy a su pesar, Laure hizo que las ramas y hojas de su cabeza desapareciesen. Lo importante era no dejar en evidencia lo qué era y escondió el diamante en el bolsillo interior de su chaqueta y decidió comenzar a recorrer el exterior del edificio. Estaba decidido a no entrar por la puerta principal, principalmente porque no quería llamar la atención de nadie indeseado.

La inspección del edificio le llevó a recorrer un callejón sin salida, estrecho y pobremente iluminado. Pero Laure podía ver lo suficiente para vislumbrar una ventana que hacía uso de tragaluz por la cual podía colarse sin problemas y evitando tener que entrar desde el segundo piso, dónde habría tenido más posibilidades de ser encontrado.

Sin muchos problemas, Laure pudo trepar hasta llegar a la ventana. Aquel leve allanamiento no resultaba un problema para alguien cuya habilidad principal en su trabajo era el sigilo, y eso que técnicamente debía resultar complicado para alguien tan alto y a veces llamativo como él. Una de sus ventajas, era que cualquiera que quisiese rastrearle no le notaría por su energía porque era prácticamente la misma que la de un cactus o un ficus, por ejemplo.

Saltó con mucha pericia silenciosa hasta una de las vigas que cruzaban la planta baja, parecían decorativas, pero en un segundo barrido, Laure se fijó que varias de esas vigas de madera roja sujetaban algunos pilares que sujetaban parte del añadido que hacía de segundo piso. Si alguna se rompiese podría poner en peligro la estructura del edificio. Peligroso, pero útil si necesitaba usarlo para una huida rápida.

Con suma tranquilidad se tumbó cual largo era sobre la viga en la que había saltado y contempló el bar-restaurante. Ubicó con facilidad a Eon, le encontró en la barra, terminado de cruzar unas palabras con alguien. Observó curioso el cambio en la energía del dragón y en la fluctuación extraña del joven de cabellos rojos que portaba el laúd. Su atención se puso en  él, en el desconocido. En cómo caminaba hasta la tarima  comenzaba a tocar aquel curioso instrumento musical.

Enseguida pudo notar cómo había algo en esa melodía que no era normal y sin embargo, la energía de madre le incitaba a dejarse arrastrar. Estaba seguro. Podía descansar, lo necesitaba. ¿Cuánto tiempo hacía que no dormía de verdad? Sin pensar.

Sin pensar, sólo dormir.
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Mensaje por Eon Terrä Sáb Mar 07, 2015 7:43 pm

Y cuando el tiempo volvió a correr con normalidad, Eon se sentía preparado para exigir una explicación, de ser necesario, rebanar allí mismo al desconocido bardo. Helios, desde la tarima, le devolvió la mirada, manso y sereno, sin ningún ánimo hostil pero tampoco intimidado porque el dragón de tierra tuviese la mano firmemente sujetando la empuñadura de su katana, a la espera de una señal que le ameritara el atacarle y derramar su sangre. Su tranquilidad contagiosa y antinatural comenzaba a despertar todas las alarmas de Eon, que a la vez se guardaba mucho la calma para no cometer un error, no caer en una trampa, porque si algo comenzaba a quedarle claro era que estaba formando parte de algo fuera de lo ordinario, algo con lo que no contaba.

Tienes veinte segundos para explicarme qué está sucediendo y darme una razón por la que no debería tratarte como a un enemigo —sentenció Eon, en su ultimatium había desenvainado la reliquia y le estaba apuntando mientras daba pasos cuidadosos hacia la tarima.

Helios, que seguía con el laúd bajo el regazo y el porte calmo, le dirigió una mirada primero a Eon y luego a una de las vigas del techo, parecía extrañamente preocupado y pensativo.

Se va a caer… —murmuró. Eon lo miró con gesto de extrañeza y después a donde tenía puesta la vista el bardo, en la viga… y lo que estaba por caerse de ella. Pudo identificar que se trataba de una figura humanoide alargada y sus reflejos no le fallaron cuando decidió atraparlo en el aire. Escuchó a Helios suspirar de alivio al otro lado. Para sorpresa, reconocía muy bien a la persona que ahora dormía en sus brazos.

¿Laure…? —sin duda lo había seguido, tenía los medios para rastrearle casi donde fuera, lo había demostrado un par de veces pese a que Eon siempre fingía demencia delante de él sobre las nuevas capacidades que podría haber adquirido el exbrote. El por qué lo habría hecho ahora, ni lo sospechaba, quizás tenía sus razones, quizás estaba preocupado, no lo sabía. Últimamente no estaba seguro de muchas cosas entre ellos. Cosas que no se decían.

Va a estar bien, no tienes nada de qué preocuparte, Eon. Solo está dormido, como los otros… —aclaró Helios, levantándose de la tarima y acercándose a ambos, con la seguridad de que al dragón no se le ocurriría atacarle, no porque no pudiera estando con los brazos ocupados y la movilidad reducida. Incluso Eon podía percibir que, no había nada de hostil y peligroso en lo que había hecho el misterioso bardo, y tampoco percibía intenciones malvadas. En realidad, lo desconcertante era ser incapaz de leer o predecir lo que se proponía. —Estas personas, las que huelen a sangre de diferentes criaturas, no tenían intenciones demasiado benignas para con usted, mi señor Eon, y tampoco conmigo. Destacamos demasiado para nuestro propio bien.

Reacomodó a Laure en sus brazos, de modo que estuviera cómodo y la longitud de su cuerpo estuviese correctamente distribuida, por suerte, también podría controlar la fuerza que ejercía la gravedad en él para minimizarla lo suficiente para que no fuera más que una almohada de plumas en sus brazos. Después, miró a Helios, con desconfianza y el breve beneficio de la duda.

Estoy esperando que me de sus razones apropiadamente, Helios. —exigió, en un tono que dejaba claro su limitada paciencia.

Es una historia muy larga, y no tenemos mucho tiempo, en breve, vendrá la patrulla de este grupo y no les agradará verlos soñando con angelitos —le hizo un ademán de que le siguiera, mientras hablaba—estoy aquí en busca de alguien, ese alguien tiene información que me es preciada.

¿Entonces, por qué me permitió seguir despierto? —Helios abrió una puerta en la trastienda del local, ambos ingresaron en una especie de pasillo oculto al público, en el que habían una hilera de escaleras en ascenso y descenso. Por fuera, el local solo tendría dos pisos, pero no podría saberse que tanto habría en el lado subterráneo. Como fuera, siguió con cautela al bardo que se dirigía a esos pisos ocultos.

Porque alguien me dijo que podría interesarle saber un poco sobre Nara, al inicio no estaba seguro de que fuera usted Eon Tërra, pero me lo aclaró pronto. No vengo de este mundo, estoy aquí por otras razones, pero alguien me habló bien de usted y desea ayudarle, es alguien que como yo tiene su propia misión pero no me importa ayudarle. Después de todo, entre dragones debemos ayudarnos, ¿cierto?

Eon le escuchó atentamente, no se habían movido de los primeros escalones desde que Helios comenzó a hablar, mirándole a los ojos y con una seguridad de alguien que habla con la verdad, y que al mismo tiempo guarda cosas. De nuevo, no olía segundas intenciones, era y se veía muy transparente, demasiado para decir menos de lo que sabía. Entrecerró los ojos, miró el rostro de Laure durmiendo y de nuevo pensó a lo que les estaba arrastrando todo. Le regresó la mirada a Helios, serio y resuelto.

Te seguiré, espero conocer a mi misterioso benefactor pronto —dijo antes de seguir descendiendo por las escaleras.

Será más pronto de lo que cree.

Así bajaron al sótano.
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Mensaje por Laure Terell Sáb Abr 11, 2015 11:32 am

Mientras transcurría la conversación entre los de sangre dragónica, Laure ya hacía tiempo que se había dejado ir por el sueño en el que la música que el aún desconocido Helios le había sumido. Lejos de las preocupaciones usuales, el de que cabellos verde-azulados dormía tranquilo y de forma pesada, de tal modo que ante su durmiente ser podría estar librándose la más épica de las batallas y él no se percataría o haría mención de despertarse.

Por suerte para Laure, había caído en brazos ¬–literalmente– de alguien que le resguardaría de cualquier contratiempo que pudiese presentarse mientras él dormía cual princesa encantada de cuento y, era probable, que esa dejadez durmiente se hubiese profundizado más aún cuando inconsciente o conscientemente el ya no tan brote se hubiese visto envuelto por la energía y aroma de Eon –recordemos que Laure rompía sus ciclos eternos de insomnio cuando estaba cerca del dragón–. Era probable que cuando se despertase, se sintiese como un niño pequeño al que han atrapado haciendo alguna diablura y se sentiría avergonzado por haberse dejado dormir. Cuántas cosas tenía que aprender Laure antes de poder considerarse realmente competente. Frustrante, teniendo en cuenta que las plantas y criaturas nacidas del mismísimo flujo del mundo tenían su manera específica de crecer y, que para el resto del mundo, podía resultar un proceso lento.

¿Estaría creciendo bien, con tantas prisas?

Desde su inconsciencia, Laure expresó esa preocupación –que ahora le era lejana– apretando su algo adormilado agarre en Eon.

En ese rato, Laure soñó con Merimac. Quien había sido su mentor, poco después de su mal comienzo.

Había sido la primera persona que Laure conoció en Luster, y también la primera y última que le había robado algo. El algo, era una gema que Eon le había regalado poco antes de marcharse, uno de sus más preciados tesoros, como todo lo que había pertenecido a las personas que más quería. Obviamente, al haber sido separado de tan estimado memento, Laure hizo todo lo posible por recuperarlo y fue, ese empeño y el ser picoteado por un ave gigantesca lo que logró hacer entrar en razón al aparente ladronzuelo que se hacía llamar Merimac.

Aun le resultaba curioso, mientras rememoraba algunas de sus aventuras, lo rápido que habían entablado amistad y la facilidad que tuvieron para entenderse el uno al otro. Era el único que había conseguido llegar a ese nivel de entendimiento que tenía con Banyan –porque con Eon era diferente–, otra alma hermanada a la suya. Con él había sido fácil mantenerse paciente, porque siempre le gustaba recordarle por qué quería hacer las cosas, cuál era su meta real y no las que se había fabricado durante la marcha para no crear más problemas.

La semana de su asesinato, los dos habían estado haciendo planes a escondidas del grupo. Habían hablado de marcharse de Miryathir e investigar las cosas que Laure había descubierto y le preocupaban. Obtener información de las pocas familias pudientes de habían sobrevivido en Nara, cuales habían permanecido ahí, cuales habían decidido aliarse –o esclavizarse, según se viera– a los designios del reino tecnológico.

Pensar en la muerte de Merimac le dolía como pocas veces una muerte de un ser querido podría haberle afectado. Nada pudo rescatar de él, como había logrado con Banyan o el resto de sus hermanos, algo que pudiera considerarse conciencia o esencia. Había desaparecido de la faz de la tierra y, aunque lo quisiera, no había modo de recuperarle. Aquella realidad, le había dejado un extraño vacío, el que había ocupado antes su amigo y mentor y que había tratado de llenar con los buenos recuerdos y la demencia fingida a las cosas que habían visto y ocurrido en esos últimos días.

Era algo imperdonable, podía ser. Pero que Laure fuese más alto no le convertía en un adulto, y mucho menos le otorgaba la madurez con la que, algunas otras existencias, habrían reaccionado ante la falta de alguien importante.

Con la imagen de la pandilla de Luster aun bailoteando en su mente, creyó ser consciente de algunas cosas. De las escaleras que Eon estaba bajando, llevándole a él en brazos. De la agradable voz del misterioso interlocutor y de algunos olores que se le hacían familiares y al mismo tiempo, desconocidos.

… Eon… lo siento, me he dormido…creo?—pese a su intento de desperezarse o salir de ese estado de sopor bobo de su parte, Laure tan sólo se vio capacitado para medio acurrucarse algo más y olisquear a Eon, antes de volver a dormirse.
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Mensaje por Eon Terrä Sáb Abr 18, 2015 2:16 pm

El pasillo era de corte estrecho, tenía poca iluminación proveniente de un sistema de lámparas alimentadas con electricidad adheridas a ambos lados de las paredes, similares a las que habían en los túneles de trenes bajo la ciudad o a las alcantarillas. Resaltaban la coloración verde y el desgaste de la estructura, reflejando su edad, quizás una de las primeras edificaciones cuando la monarquía todavía estaba vigente en el país. El único eco y sonido que había era el de sus pasos, descendiendo por el largo trayecto, escalón por escalón.

Eon había guardado hace rato su espada y bajaba con cuidado, extrañamente, intentando que el movimiento no llegara a perturbar el sueño de Laure. Fuera la situación en la que se encontraban ahora, prefería permitir que descansara tranquilo todo el tiempo que pudiese, aunque eso fuese visto como contraproducente y una carga si debían más pronto que tarde pelear por sus vidas. Otra cosa de la que Eon se había percatado hace tiempo, sin mostrarse aludido, fue de las ojeras épicas con las que Laure regresó de su viaje, y de cómo comenzaron a disminuir cuando Tsume y él le permitieron la entrada a la habitación que compartía para dormir con ellos, más concretamente, con él. Eon le había ocultado a Tsume que al principio Laure se colaba sin permiso de ninguno y que en sus primeras apariciones mágicas mentía diciendo que lo había invitado. Tsume tampoco era tonto y se apegó a la historia.

Por eso le parecía que no había nada de malo en permitirle descansar como quería.

Lo miró un momento cuando balbuceó cosas medio consciente, creyendo que estaba despertando se detuvo y, Helios, paso delante, hizo lo mismo y volteó a verlos. La falsa alarma fue recibida con un suspiro muy leve de Eon y un murmullo sobre desearle dulces sueños, como si lo acostara al final del día. Helios los miró a ambos sin disimulo alguno, sin contener la sonrisa enternecida naciendo en sus labios, ni mucho menos los comentarios.

Mi señor Eon es afortunado, las personas que son queridas de ese modo por alguien lo son —Eon levantó la vista hacia Helios, sin aparente molestia— debe estar realmente exahusto para que se rinda de ese modo a usted.

No obtuvo más que silencio por parte de Eon, respuesta suficiente para Helios de que no le apetecía seguir el curso de la charla por ese rumbo. Helios, como el diplomático que era, lo comprendía y dejó ser, no tenía porque revelar cosas a extraños ni mucho menos algo tan personal, algo de lo que no se es consciente. En la realidad, Eon simplemente no tenía una respuesta, solo silencio respecto a ello. Eso comenzaba a irritarle, no estaba acostumbrado a que le faltaran las decisiones, y que las cosas fuesen tan dudosas. Como no pensaba girar sobre el mismo eje de pensamiento una y otra vez, cortó por lo sano y volvió al presente.

¿Hacia dónde nos dirigimos, Helios? —Rompió el silencio.

Seguramente lo habrá escuchado, señor Eon, que los exterminadores de Nara contaban con un registro exhaustivo de criaturas, una especie de bestiario que incluye estudios muy detallados sobre la mayoría de las razas que pueblan este mundo. Su biología, rasgos, patrones psicológicos generales, ubicación geográfica. —Comenzó a explicar el bardo con el tono de un profesor dictando su asignatura— La realidad es que ese famoso registro es mucho más de lo que se rumorea, es todo un sistema de comunicación cifrada, muchos artículos están restringidos en sus filas y solo tienen acceso unos pocos.

》Como bien sabrá, la situación política actual de Nara es comprometedora. Por un lado, buena parte del país ha sido consquistado por Miryathir, y varias familias con influencias se les han unido. En el otro extremo tenemos el milagroso, por no decir sospechoso regreso del Emperador Dragón que está restaurando las aldeas y tierras perdidas en la guerra, retomando seguidores en Nara y también los otros países del Este que lo respaldan. Las naciones adoptan el comercio de almas, ¿no es el escenario propicio para que se desarrollen organismos de inteligencia?, seguimos en guerra, señor Eon, solo que han habido ligeros cambios, más, por lo demás, es lo mismo.


Todo lo que dices me consta, Helios —admite sin rodeos, se coloca al lado de Helios cuando este se ha detenido frente a una pesada puerta del último piso de ese subterráneo— si lo que dices del registro es cierto, lo que hay al otro lado es una sede del mismo ¿no?

La sede de Miryathir, para ser exactos. Existe el rumor de que la más importante se encuentra en Luster, pero aquí esta mi personita con su benefactor. No les hagamos esperar.

La pesada puerta cedió sin problema, bastó con el gesto suave de Helios para moverla. Eon creyó que se trataría de alguna artimaña alquímica del bardo, un lugar tan esclusivo debía estar restringido. Después lo reconsideró al recordar la participación del benefactor. Le generaba una intriga increíble saber quien estaba tan ancioso de llevarle a algo que supuestamente le interesaba.

El Archivo de los exterminadores se parecía mucho a una biblioteca de Royale, con estantes, libreros de caoba, mesas, muebles para la apacible lectura. La diferencia estaba en que, había una luz muy baja como para leer cualquier cosa. Avanzaron hasta una especie de salita en la que estaba un señor de tercera edad, impedido de manos y pies a causa de unos amarres bastante elaborados. A su lado, para sorpresa de Eon, estaba el niño que le robó el mapa. Frunció el ceño severamente pero después escogió dejarlo ser, la situación no podía ser más evidente.

Decidieron darle el mueble largo al durmiente Laure para que se encontrara más cómodo y los demás tomaron los individuales, o se quedaron de pie, como el niño que... Extrañamente a sus ojos empezaba a parecerle diferente. Muy, muy diferente. Era como una imagen desdibujada rápidamente. Era más alto para tener solo ocho años, esbelto y delgado... Demasiado delgado, hombros pequeños y rasgos mucho más suaves, más femeninos. El niño en realidad era una niña muy alta con un filtro de percepción bastante bueno. En la oscuridad, a Eon sus ojos se le hacían extraños, familiares. Le impresionó que la chica, una pre-adolescente, escondiera tan bien su marca, como si no existiera.

Os presentaré, ella es mi protegida, viene de Nara. Su nombre es Deva, quizás no la reconoces, Eon, pero desciende de unos de los brotes que se quedaron a vuestro cuidado. Por eso te resultará familiar. Deva os quiere ayudar en algunas cosas, tiene sus propias razones. Es una buena chica, podéis confiar en ella.

Con razones, dirás que también tiene sus propios secretos que ocultar. Bien —Eon suspiró pesadamente, sentado en el mueble que daba junto a donde dormía Laure, miró a Deva, midiéndola. —¿Cuál es el objetivo de todo esto?

El rostro de la chica era una máscara neutra, tenía una mirada algo distraída en algo, como las veces en las que Laure se quedaba mirando las energías en los lugares y personas. Le dio la impresión de que Deva hacía lo mismo, con la de él y la de Laure. Después de unos segundos volvió en sí, sin demostrar absolutamente nada.

Hay algo que debe saber, sobre su familia.
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Mensaje por Laure Terell Sáb Jun 27, 2015 10:05 am

Una parte de él lograba escuchar lo que ocurría a su alrededor, era algo de lo que no podía zafarse aunque estuviera durmiendo o sumido en un sueño casi profundo. Sus conexiones con la propia tierra no le dejaban desconectar del todo, y a pesar de aquel detalle, podía seguir descansado con la ventaja que podría darse por enterado de lo que había estado ocurriendo.

Su madre nunca le había dejado desinformado, quizás por ese mismo hecho se le daba bien recolectar información aunque no fuese algo que a él le hiciese especial ilusión. Laure había llegado a la conclusión de que cada vez que llegaba a conocer en profundidad una situación o persona, el concepto que tenía de los mismos cambiaba, la mayoría de veces para mal. Por lo mismo, a veces le gustaba fingir demencia y evitar el desencanto. Por suerte, había personas con las que ese cambio de visión sólo se hacía más positivo y reforzaba su vínculo.

En el momento que fue puesto en el sofá, Laure ya estaba completamente despierto, si se quedó tendido era porque no le apetecía tener que participar de forma activa en la conversación, nunca le habían gustado las palabras complicadas y la manera diplomática en la que se hablaba podría provocarle un dolor intenso de cabeza.

Su atención estaba en la información que madre le transmitía acerca de la nueva presencia que había con ellos, había notado las fluctuaciones de energía dispersas alrededor del señor mayor, pero la joven era diferente. Su cuerpo funcionaba prácticamente igual que el suyo, las respiraciones que exhortaba el propio planeta no la rodeaban, la atravesaban con suavidad, como si fuera parte del mismo. Laure no tenía que abrir los ojos para percibirlo, era un detalle que tenían la mayoría de brotes, los hijos del alma que existía en su mundo, sentía que era algo diferente, pero en esencia lo mismo.

Decidió abrir los ojos y contemplarla mejor, y fue entonces cuando vio exactamente lo que ocurría, durante un segundo el bardo y Eon dejaron de existir para Laure, pues la interacción estúpidamente estrecha que tenía su existencia con la de la muchacha abarcaba toda su atención. Fue consciente que sus marcas reaccionaron cuando parte de la energía que la atravesaba a ella llegó hasta él. La expresión de Laure se habría visto más estupefacta si no acabara de despertarse o si la sorpresa no hubiera sido tan enorme. Percibía la herencia de aquel brote de “segunda generación”, notaba las tres energías que imperaban en ella y eso era… algo que él no hubiera concebido ni en todas sus estúpidas fantasías.

Pese a los secretos —comenzó a decir Laure y miró primero a Deva y luego al bardo, que recordaba se había identificado como Helios—. Madre no percibe hostilidad ni malas intenciones provenientes de ellos…hacia nosotros —se hizo a un lado del mueble, sentándose como se debía—. Habla sin tapujos y por favor, evitemos jergas enrevesadas los próximos minutos, aún no termino de despertar y quiero entender lo que está pasando sin tener que pedirle traducción continuada al planeta.
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Mensaje por Eon Terrä Vie Jul 17, 2015 6:22 pm

Las palabras de Laure tuvieron efecto inmediato en el dragón de tierra. A pesar de tener la certeza de que nada de eso era para procurarles un mal —pues de ser así ya habrían recibido indicio de ello— la sensación de estar siendo llevado de la mano de dos completos desconocidos que montan semejante circo para conducirles a quién sabe qué le desconcertaba y colocaba en una guardia instintiva y justificada. No por nada había sido líder de su pequeño grupo de supervivientes en Nara con la invasión de Miryathir, y las lecciones que aprendió de ellas marcaron a Eon de modo que le costaba fiarse de buenas a primeras de los que tenían el aire de ser expertos en manipular sutilmente las situaciones como lo era el bardo.

Por ello, que Laure despertara completamente para observar el entorno y mirar muchísimo mejor que él y cualquiera le supuso seguridad total. Su compañero era el mejor si se trataba de interpretar lo que permanece invisible, y sabía que ni su instinto más afilado le diría mejor si iban o no derecho a una trampa. El rostro de Eon se relajó y su mirada, aun igual de penetrante, se suavizó lo suficiente para que Deva notase que no la consideraba una amenaza y creería en sus palabras. Le daba esa seguridad.

La niña pareció agradecerlo porque a su rostro imperturbable y sereno se le escapó una sonrisa muy boba que podía confundirse con un brote de timidez y alivio, ese gesto la hizo ver más juvenil, y a Eon le pareció notar por primera vez que tenía un parecido increíble con Laure. Su cabello, lacio y largo atado en un moño alto con palillos orientales poseían el mismo tono y destellos que él, sus ojos eran exactamente los mismos, con un ligero tinte naranja fluorescente alrededor del iris delgado. Recordaba que Laure de pequeño tenía ese rasgo. Algo que no le parecía demasiado raro si eran familia, quizás fuera una sobrina.

Lo que voy a contarle... No puede decírselo a sus camaradas, aún —comenzó a decir una vez recobrada la seriedad apropiada del tema— podría colocarlos en peligro. Vuestra familia no les ha quitado los ojos de encima desde que abandonó Nara, mi señor Eon. Perdió el rastro cuando se fueron separando, pero fue temporal. Hace años que conocen su posición, al cargo que aspira y probablemente sepa de su plan para retomar Nara. —Esbozó una sonrisa con cierto aire duendil ante la sorpresa reflejada en el serio rostro de Eon. —Informantes, ya se lo dije. Varios exterminadores trabajan para ellos, por eso que estemos aquí reunidos, en parte...

Sacó del interior de sus ropajes orientales un fajo de pergaminos amontonados y doblados, atados por un lazo. Eon lo tomó, todavía un poco aturdido con la nueva información. La otra rama de los Tërra jamás demostró preocupación alguna por su suerte, Eon en principio creyó que lo daban por muerto y le resultó mejor de ese modo, pues les guardaba rencor por haber retirado su apoyo de la aldea para dejar que su abuelo y padre muriesen, perdiendo así la poca herencia ancestral que les quedaba en Nara. No es que fuese extraño que no siguieran su pista, él mismo había buscado por medios indirectos saber de sus tíos y primos con resultados muy generales. Sabía que gozaban de su propia estancia en unas tierras que consiguieron por alianzas y guerras de clanes que para Eon le resultaba más que una mafia, por tanto tenían sus medios para mantenerse.

Allí tiene todo lo que necesita saber de ellos en la actualidad, sus tratos, sus alianzas, sus negocios. Lo que muestran y no muestran está allí, y... Debe saber que pronto le buscarán, lo reclutarán probablemente como algún general al servicio del Emperador Dragón. Si le digo que no debe mencionarlo a nadie todavía es porque... Dependiendo de sus planes le considerarán una amenaza para la restauración de Nara y eso les pondrá en peligro innecesario. Primero debe identificar a los espías, aunque de eso podría encargarme o... —le dedicó una mirada cuidadosa a Laure, como si estuviese evitando cualquier tipo de contacto con él, o hubiera una reticencia desconocida que Eon pasó por alto al estar más concentrado en procesar toda esa información. —El señor Laure podría hacerlo también, él es mucho mejor que yo en muchos sentidos. Tengo entendido que hace poco más de un año una de sus primas cruzó el Nexo para buscarle con la intención de llevarle de regreso, pero dijo no haberlo encontrado, incluso mencionó que... Había muerto.

Eon no pareció sorprendido, ni siquiera dio muestras de importarle el detalle, probablemente se debía a una confusión de hecho, mal interpretación de la información en algún curso de la investigación. Guardó el fajo en el interior de su abrigo y avanzó hasta Laure, retomando cierto ademán preocupado tras su despertar. Aprovechando que estaba sentado se colocó frente a él y le acarició suavemente la cabecita como si fuese el mismo nene de hace años.

Procura ir con cuidado cuando vayas por mí, no siempre tendré la suerte de atraparte, o ser yo quien lo haga —soltó una muy suave carcajada antagónica, aprovechó de darle un breve pero reconfortante abrazo, en ello, le pasó secretamente las hojas de pergamino para que las escondiera en sus ropajes. —Guárdalas por mí, te las confío mucho, Laure. —le susurró antes de darle un casto beso en la frente.

Tomaba esa precaución no por Deva o Helios —quién llevaba un rato desaparecido en otro lado del salón con el hombre mayor amordazado— sino por los posibles espías que pudiesen existir, o bien, los aparatos de grabación de imágenes y voz que se volvieron populares en Miryathir en materias de espionaje y seguridad. De ese modo, si a Eon le sucedía algo, sus amigos tendrían la información principal de dónde partir para defenderse de lo que fuera que tramase su familia.

Lamento ser el aguafiestas, pero tenemos compañía —advirtió Helios que venía del otro lado. Bajo su expresión cordial escondía cierta crispación, como si acabara de enterarse de algo inesperado y desagradable. —Eon, tú y yo seremos suficientes para bloquearles y echar esto abajo. Deva, tú debes desaparecer, probablemente estén buscándote. —la niña asintió resuelta.

Laure, nos reuniremos en la redoma que da frente al hotel —le miró una última vez antes de seguir a Helios a la entrada—cuidate mucho.

Deva tomó la mano de Laure cuando los dos se alejaron lo suficiente. Sus marcas reaccionaron junto a las de Laure, las de la niña estaban a lo largo de su cuello, en las palmas que llevaba cubiertas y en un lado cerca de sus orejas hacia las mejillas. Con firmeza y suavidad, le fue guiando entre los estantes. A medida que se alejaban de los otros dos, Deva se permitía soltar un pequeño sollozo, solo ella sabría porqué. Con el dorso de la mano libre se frotó los ojos y las mejillas para recomponerse.

Hacia casi dos décadas que no sostenía su mano.

Con él sabía que no había mucho que pudiese esconderle, siempre sabía como se sentía incluso antes de que ella misma lo supiese, él lo sabía todo de ella y ella todo de él, porque eran iguales y desde siempre se habían entendido bien. Le enseñó lo que sabe, era, no, todavía no lo era, pero él iba a ser su maestro.

Te eché de menos... —balbuceó la niña.

Él iba a ser su padre.

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Eon Terrä
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