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Mensaje por False King Sáb Abr 19, 2014 10:05 pm

Kil’Daggoth

La verdad equivale a la fe, la fe equivale al Poder



Hace más de 1000 años, Fyndlion fue el nombre que una vez la tierra poseyó. Un lugar de gente particularmente calmada y honesta, parecida a las historias utópicas que relatan vivencias de campos muy pacíficos. Gente muy simple, viviendo vidas simples, en lugares que los superaban en simpleza y paz. Solo verde, brisa gentil, y tierra fértil con extensiones grandes para cada familia de forma equitativa. La gente no conocía de malicia, ni tenía ambiciones más allá que repetir su día a día, tal como lo fue en el pasado, y lo era en el presente. Así fue por generaciones, levantadas con el único propósito de trabajar y recoger lo trabajado, para volver a emplearlo en la tierra y usar una parte para sustentar la vida.

Puede ser que Fyndlion tenía tal vez demasiada tierra a su disposición, misma que solo era empleada para el ciclo interminable de recolección y plantación, sin pensar en conocer más o intentar algo diferente. Así serían por siempre los días de todos los habitantes, sin nada más, o nada menos.

Puede que tanta tranquilidad era solo preludio de algo magnifico, o era nada más una semilla enterrada de aquello que habría de florecer para convertirse en algo misterioso y extraño. Nada más bastó la acción de alguien, para causar un desvío de uno de los habitantes pacíficos de Fyndlion. Inocentes e ignorantes, fueron demasiado fáciles de manipular por algo desconocido, y que lograba llamar su atención con artes inexplicables y grandiosas. Un individuo que se presentó antes varios campesinos, y tal como Prometeo les dio fuego a las personas, este ente les obsequió un poder comparable: Magia.

No todos fueron capaces de entenderla, o de manipularla, pero la práctica de la misma despertó el interés de los habitantes, que no conocían otra cosa que no fueran las técnicas del arado y la crianza de animales. La magia abría demasiadas puertas, convertía trabajos de años en tan solo segundos, y daba paso a oportunidades que fueron desarrollando por ellos mismos, a medida que sus ideas empezaban a expandirse junto con sus intenciones. Bastaba nada más darles un incentivo, para que la naturaleza propia de la vida comenzara a hacerse presente, y surgieran ideas egoístas en ellos. Finalmente, empezaban a desarrollar el instinto de competencia y egoísmo.

Varias familias se especializaron en diferentes tipos de magia al estudiarla desde diversos puntos de vista y aplicación. Algunos la usaron para incrementar sus posesiones y dar más efectividad a sus trabajos, mientras que otros buscaron especializarse en explorar terrenos diferentes al que poseían sin tener que moverse de donde estaban. Otros invocaron favores para obtener verdadero poder en comparación a lo que en sus vidas existía, mientras que otros le dieron aplicaciones útiles en cuanto a la creación de químicos y productos de múltiples usos.

No tardó la gente en dividirse por varios motivos. Los conservadores consideraban a la magia como algo peligroso, demasiado grande para ellos que solo sabían vivir de una manera, diferente de quienes cada vez más se hacían adictos a usarla, lentamente enloqueciéndose y embriagándose con lo que eran capaces de alcanzar haciendo uso de la misma. En Fyndlion no había gente violenta, hasta esos días…

Los conservadores cada vez eran menos, y más apartados al ver como sus vecinos, conocidos y amigos, empezaban a perderse en la arrogancia y la locura. Decidieron tomar medidas que hasta el día de hoy son vistas como estúpidas por parte de los progresistas: Luchar.

Los conservadores no sabían cómo pelear, jamás tuvieron que hacer tal cosa, pero al menos sabían cómo defender sus posesiones de algunos animales salvajes. No es que tuviesen oportunidad solo con eso, pero no tenían nada más para usar. Por eso es que armados en grandes números con herramientas de trabajo y antorchas, intentaron ir casa por casa para detener por la fuerza a los practicantes de magia y prohibirla definitivamente, para evitar el daño que les causaba a todos, y a Fyndlion en sí. El resultado era más que predecible, y los nuevos Magos derrotaron a sus oponentes sin nada de esfuerzo.

Cumplida la eliminación de aquellos que limitaban a su crecimiento, los hechiceros llevaron a más allá del límite a todos sus recursos, llegando a alcanzar maravillas que atrajeron la atención de entidades externas que rebasaban y por mucho las fronteras de lo posible, incluso de lo imaginario. Tal como lo habían predicho al enviar a su Heraldo para darles el conocimiento a esas pobres gentes y hacer de ellos seres ansiosos de poder, acudieron desde sus terroríficos tronos en lo más profundo del cosmos para guiarlos por senderos oscuros e inexplorados hasta para los adeptos más experimentados en las artes mágicas.

Con las enseñanzas de los Dioses Primigenios y los Dioses Exteriores, Fyndlion abandonó por completo su estado de inocencia e ingenuidad, y evolucionaron mucho más rápido que cualquier otra sociedad. Sus padres fundadores fueron transformados luego de haber ofrecido sus respectivos sacrificios, y pagar caro el precio de los mismos. Ahora, libres de las ataduras de la mortalidad y la lógica, los Daemons recién creados y Exaltos nombrados se dedicaron a levantar lo que sería una nación que negase a la ignorancia y a la falta de progresión.

Quemaron Fyndlion para permitir que la tierra se convirtiese en algo digno del Caos, y produjese las bases de lo que colocarían sobre ella: Kil’Daggoth.

El sufrimiento del mundo se vio reflejado de varias maneras y con distintas señales. La capital del lugar fue cubierta en una espesa niebla durante el día, más eso no impidió que los visionarios levantasen edificios de estructuras y diseños extraños, variados y especiales, con materiales de procedencias desconocidas que dejaban enigma en como algo así podía ser pensado por una mente que antes solo sabía la vida de agricultor.

Kil’Daggoth avanzó demasiado rápido. En pocos años había establecido una sociedad que estaba varios peldaños arriba de la edad donde antes vivían. Un pasado que todos parecieron olvidar para bien, y que la verdad poco podía importarles. Ahora tenían verdaderas opciones, una libertad que los abrumaba y a su vez inspiraba para continuar empujando sus límites, desarrollando y descubriendo con ayuda de la magia todos los secretos y preguntas que aparecían frente a ellos.

Pero eso trajo a su vez individualidad y sed de poder.

Había que hacer algo para evitar que la creciente población se saliera de control y terminasen eliminándose a sí mismos. Por eso los Dioses les proporcionaron un regalo que los sumió en un estado insano de devoción, y a su vez les dio una razón para permanecer unidos. Un orgullo en conjunto, que formaba parte de todos.

Una Santa Viviente. Un Avatar de aquel que duerme en el centro del universo.

La religión y la adoración a los dioses se convirtió en pocas palabras en la piedra angular para todo objetivo en el Reino. Desde los cargos administrativos hasta los militares, médicos y sociales, consideraban que la superación personal y el favor de las entidades cósmicas eran la respuesta para el verdadero éxito, siendo la Santa Viviente una vigía de que fuese de ese modo. Aunque la misma nunca dejaba el sagrado palacio donde fue puesta por las deidades del caos, se sabía y se mantuvo la creencia de que podía vigilar todo cuanto quisiera.

Se dice que fue la primera señal de que algún día, el cambio llegaría para toda la tierra en general. Y así ocurrió con la llegada del Nexo y el Caos siglos después, al cual todos dieron la bienvenida, pues ya lo habían aceptado.


****


Kil’Daggoth siempre fue vista como una nación maligna por los habitantes del Otro Lado del Mar. Ignorantes de los muchos usos que la magia puede tener, solo se dedicaron a considerar los peligros de usarla, sin atreverse a tomar riesgos. Débiles, cobardes, esa fue la respuesta del Reino de los hechiceros ante las amenazas de Kaldim, quienes les advirtieron de cesar pactando con fuerzas más allá del entendimiento, y que dejasen de dañar al mundo, al punto de hacer que desde su cielo la luna se observase de color rojo.

Kaldim no se quedaría de brazos cruzados al contemplar tanta herejía toxica, por lo que empezaron a hacer los preparativos para marchar a través del Nexo, y castigar a los impuros por haberse transformado en lo que según pensaban los habitantes de los desiertos, eran monstruos.

Lamentablemente eso no llegó a ocurrir, pues esos “Monstruos” se adelantaron a sus planes, y legiones de hechiceros y criaturas espantosas atravesaron el Nexo desde Kil’Daggoth hasta Kaldim, habiendo estados preparados para la guerra desde hace siglos. El poder de la magia caótica, a la par de los seres repugnantes que acudieron desde los dominios de sus atroces dioses cósmicos, sorprendieron a los ejércitos de la Reina del Sol, subyugándolos y dándoles muertes dolorosas, y destinos aún peores que el fallecimiento en algunos casos.

Sus magos no fueron rivales para los brujos y hechiceros del Reino del Caos, y sin esfuerzo alguno dieron fin a un glorioso imperio, dejando que el mismo se perdiera en las arenas.

“No hay otro culpable de las desgracias, que aquel quien las trae sobre si mismo.”



Detalles a tener en cuenta:

- Kil'Daggoth es el reino con mayor número de objetos mágicos y grimorios. Sus sitios principales y almacenes tienen toda clase de artefactos exóticos, y algunos incluso peligrosos.

- La luna es de color roja durante todas las noches si es vista desde cualquier parte del reino. El sol es visible normalmente, solo que con menos intensidad.

- Si bien la mayoría de la población son todos hechiceros, también los hay quienes no lo sean.

- En el Templo a los Dioses Infinitos residen un grupo de hechiceros denominados "Cabalistas", que funcionan como los emisarios de los dioses y hombres religiosos de la región. Responden a las dudas de quienes acuden a ellos con el conocimiento que los Dioses Primigenios y los Dioses Exteriores les puedan otorgar desde otras dimensiones y mundos lejanos en el tiempo y espacio.

- Su tributo anual solicitado son dos de las reliquias o dos de los cadáveres de monstruos más extraños que hayan caído bajo el poder de los reinos de Calad'Meeth y Miryathir.
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