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Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
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Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
No hacía muchos días de su llegada desde el otro continente, Eíri y Enid se habían tomado unos días para poner en orden su lista de prioridades. Por ello, el gemelo de ojos rojos –Enid– había logrado convencer a su hermano para viajar hasta Zir’Cenih. Pese a la ilusión que podía hacerle a Enid visitar la gran biblioteca del reino de Kil’Daggoth, Eíri había tenido otros planes.
Había escuchado en Asiph de la plaza de Orichalcum en la ciudad de Zir’Cenih. De sus laberintos hechos con plantas y de las plantas con vida propia, así como del lago de mana con propiedades curativas. Por lo que había decidido –prácticamente él solito– no permitir que Enid se enclaustrase en la biblioteca y arrastrarle hasta el lago para ver si así aliviaba los síntomas de su enfermedad rara. Al final, había aceptado porque no le interesaba ser arrastrado a la Pirámide Magna. Nunca le habían gustado los hospitales que curaban mágicamente a la gente, entre otras razones.
Por eso mismo, se encontraban aquella tarde pocos metros pasada la entrada de la plaza. Como era usual desde que habían cruzado el nexo, Enid se había pasado gran parte de la mañana durmiendo. Eíri desconocía las cosas que había ido a hacer antes de partir de Nara, pero era obvio que había significado un gran esfuerzo para él.
Ambos estaban repantigados en los asientos de metal inoxidable, Enid parecía disfrutar de la sombra y de los muy tenues rayos de sol, en Kil’Daggoth la luz no parecía afectarle del mismo modo que en El Otro lado del Mar, era evidente que había algo muy diferente en aquel reino y a Enid le gustaba. Eíri, por su parte, estaba con las piernas bien estiradas. Contemplaba con gesto cansado e ido las puntas redondeadas de sus botas. Mientras se planteaba si podría reforzarlas con placas de acero, comía de forma desganada unos dulces cuadriculados que venían ensartados en un palo.
Era fascinante la cantidad de comida pinchada en palos con la que se topaban desde que habían cruzado el nexo. No es que se quejaran, era bastante útil cuando no les gustaba perder tiempo para sentarse a comer. Aunque técnicamente, ahora, estuviesen sentados y uno de ellos comiendo.
— ¿Cuándo terminemos nuestro episodio hippie naturista, podremos regresar a la biblioteca? —preguntó Enid, algo que pareció sorprender a Eíri. Desde que habían llegado a ese…mundo, Enid había estado extraño y algo distante, quizás por culpa de la pérdida de memoria. Así que consideraba detalles como ese, el que tomara en consideración su opinión, buenas señales—. Había pensado que encontraríamos cosas interesantes. Podríamos estar un tiempo por aquí. Tú necesitas reforzar tu alquimia y yo mi magia. Este es un lugar propicio.
Eíri arqueó las cejas, su rostro componía una expresión algo pensativa e indiferente. Terminó de mordisquear el palito de madera, que había adquirido parte del sabor de los dulces cuadrados cuyo nombre desconocía. Casi parecía no ser consciente de que algo parecido a una amapola se le había pegado a la mejilla, parecía incluso que intentaba olerle.
—Es cierto que no estaría mal —dijo Eíri, desperezándose con cuidado de no dañar el tallo de la flor que seguía pegada a su mejilla—. Pero si esto no funciona iremos a Calad’Meeth. Tienen buenos médicos. Si no quieres visitar a los de aquí, ese es un buen lugar —desvió la mirada para no tener que ver la expresión gruñona de Enid—. Entiende, que la prioridad es que sanes. No servirá de nada estudiar si terminas muriéndote.
—Oye, oye —Enid se irguió de golpe, sus cabellos llamearon por unos segundos, los que tardaba en enfocar a Eíri—. No me voy a morir, no por esto. Te prometo que no moriré por lo que sea que tenga ahora. Si esto no funciona, iremos a Calad’Meeth. Y después a Miryathir, necesitamos armas para ti —se puso de pie, y tirándole del antebrazo, levantó a su Eíri también—. ¿Crees que podamos llevarnos un poco de ese lago en una botella?
El gemelo de ojos verdes negó suavemente, dejándose arrastrar por Enid. Ninguno de los dos tenía mucha idea de cuánto podrían tardar en llegar al lago si ya habían decidido perderse por uno de los tantos laberintos que había en la plaza. Lo que ambos pensaban, así como todos los que habían decidido pasearse aquella tarde por ahí, es que sería una travesía tranquila.
Desgraciadamente, nada saldría como nadie había planeado.
Había escuchado en Asiph de la plaza de Orichalcum en la ciudad de Zir’Cenih. De sus laberintos hechos con plantas y de las plantas con vida propia, así como del lago de mana con propiedades curativas. Por lo que había decidido –prácticamente él solito– no permitir que Enid se enclaustrase en la biblioteca y arrastrarle hasta el lago para ver si así aliviaba los síntomas de su enfermedad rara. Al final, había aceptado porque no le interesaba ser arrastrado a la Pirámide Magna. Nunca le habían gustado los hospitales que curaban mágicamente a la gente, entre otras razones.
Por eso mismo, se encontraban aquella tarde pocos metros pasada la entrada de la plaza. Como era usual desde que habían cruzado el nexo, Enid se había pasado gran parte de la mañana durmiendo. Eíri desconocía las cosas que había ido a hacer antes de partir de Nara, pero era obvio que había significado un gran esfuerzo para él.
Ambos estaban repantigados en los asientos de metal inoxidable, Enid parecía disfrutar de la sombra y de los muy tenues rayos de sol, en Kil’Daggoth la luz no parecía afectarle del mismo modo que en El Otro lado del Mar, era evidente que había algo muy diferente en aquel reino y a Enid le gustaba. Eíri, por su parte, estaba con las piernas bien estiradas. Contemplaba con gesto cansado e ido las puntas redondeadas de sus botas. Mientras se planteaba si podría reforzarlas con placas de acero, comía de forma desganada unos dulces cuadriculados que venían ensartados en un palo.
Era fascinante la cantidad de comida pinchada en palos con la que se topaban desde que habían cruzado el nexo. No es que se quejaran, era bastante útil cuando no les gustaba perder tiempo para sentarse a comer. Aunque técnicamente, ahora, estuviesen sentados y uno de ellos comiendo.
— ¿Cuándo terminemos nuestro episodio hippie naturista, podremos regresar a la biblioteca? —preguntó Enid, algo que pareció sorprender a Eíri. Desde que habían llegado a ese…mundo, Enid había estado extraño y algo distante, quizás por culpa de la pérdida de memoria. Así que consideraba detalles como ese, el que tomara en consideración su opinión, buenas señales—. Había pensado que encontraríamos cosas interesantes. Podríamos estar un tiempo por aquí. Tú necesitas reforzar tu alquimia y yo mi magia. Este es un lugar propicio.
Eíri arqueó las cejas, su rostro componía una expresión algo pensativa e indiferente. Terminó de mordisquear el palito de madera, que había adquirido parte del sabor de los dulces cuadrados cuyo nombre desconocía. Casi parecía no ser consciente de que algo parecido a una amapola se le había pegado a la mejilla, parecía incluso que intentaba olerle.
—Es cierto que no estaría mal —dijo Eíri, desperezándose con cuidado de no dañar el tallo de la flor que seguía pegada a su mejilla—. Pero si esto no funciona iremos a Calad’Meeth. Tienen buenos médicos. Si no quieres visitar a los de aquí, ese es un buen lugar —desvió la mirada para no tener que ver la expresión gruñona de Enid—. Entiende, que la prioridad es que sanes. No servirá de nada estudiar si terminas muriéndote.
—Oye, oye —Enid se irguió de golpe, sus cabellos llamearon por unos segundos, los que tardaba en enfocar a Eíri—. No me voy a morir, no por esto. Te prometo que no moriré por lo que sea que tenga ahora. Si esto no funciona, iremos a Calad’Meeth. Y después a Miryathir, necesitamos armas para ti —se puso de pie, y tirándole del antebrazo, levantó a su Eíri también—. ¿Crees que podamos llevarnos un poco de ese lago en una botella?
El gemelo de ojos verdes negó suavemente, dejándose arrastrar por Enid. Ninguno de los dos tenía mucha idea de cuánto podrían tardar en llegar al lago si ya habían decidido perderse por uno de los tantos laberintos que había en la plaza. Lo que ambos pensaban, así como todos los que habían decidido pasearse aquella tarde por ahí, es que sería una travesía tranquila.
Desgraciadamente, nada saldría como nadie había planeado.
Irrlicht- Mensajes : 43
Localización : Dónde nos lleve el viento (?)
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Uno de los lugares donde mas le gustaba pasearse, a pesar del peligro constante que eso suponía a su pequeña integridad, era Kil´Daggoth. ¿Porque? Pues porque en ese reino era donde mas afluencia de magia había entre sus habitantes. Casi sentía que caminaba en su hogar, pero la locura como toque adicional al encanto de sus calles le hacían caer en cuenta de que no era asi. No obstante, en ese momento no estaba caminando precisamente por las zonas comerciales. Se había dirigido con su escoba y su bolsito hacia la enorme Plaza Orichalcum, en donde según palabras de algunos buenos conocidos del reino, podría encontrar bastantes plantas que poseían efectos mágicos. Era demasiado común encontrar brujas recurriendo a este lugar, aunque Rhiannon no hubiera visto a ninguna desde que llego a ese mundo. A lo mejor se vestían diferente a como lo hacen en su casa.
-Bien… Si tenemos suerte podremos encontrar las flores flameantes de las cuales me hablaron. Quisiera ver si puedo hacer unas cosas con ellas, a lo mejor, encuentro una nueva utilidad. ¿No seria genial?- Fue diciendo animosamente a su fiel escoba que la seguía por detrás. Mientras ella iba caminando casi dando saltitos, mientras sostenía en sus manos el bolsito en donde habría herramientas para sacar algunas muestras. Nunca había sido una buena herbologa, al menos en cuanto a cosechar sus propias plantaciones, pero siempre fue prolija con las plantas y su utilización al momento de convertirlos en brebajes y ungüentos. Desde que había oído que la comida salía mas deliciosa si se la preparaba con amor, consideraba que lo mismo se aplicaba a cualquier cosa. Si haces las cosas con amor, tendrán mayores resultados. A las plantas se las debía arrancar con delicadeza, para que sus sustancias luego colaboren mejor.
Bueno, pero eso fue mucha divagación. Rhiannon había entrado con la mejor de las sonrisas, y pasado el tiempo la misma fue mermando de una manera significativa. No sabia cuanto había caminado, ni porque la plaza parecía no tener un fin. Al menos había encontrado un banco de metal donde descansaría. -¡No puedo creerlo! ¿¡Hace cuanto estoy caminando!?- Diria exasperada mientras miraba a su escoba que también se sentaba junto a ella en el banco. Amabas bastante exhaustas, y Rhiannon fastidiada. –Nos volvemos, ya me duelen los pies.- Declararía mientras estiraba mas sus piernas, buscando relajarse un poco. Emprenderia el regreso a su casa y compraría de pasada un poco de pan dulce para poder comer cuando caiga la noche junto algún té.
O al menos ese era el plan, hasta que un sonido extraño le llamo la atención. Era como si se moviera algo entre los arbustos, y teniendo en cuenta de que había toda clase de esperpentos en Kil´Daggoth prefirió revisar de qué se trataba. Se subió a la silla de metal, y vio como unas flores casi emulando patas con sus raíces se movían, mientras que con tiernas hojas se tapaban sus flores, como si cuchichearan algo. Mas cuando notaron la presencia de Rhiannon observándolas, se echaron a correr. -¡Hey, esperen!- Gritó ella, sin considerar que el ser ruidosa las haría huir mas. Prácticamente se lanzo sobre el muro del arbusto, haciendo que su escoba alertada la siguiera. La bruja se puso en pie aun con su sombrero cruzado debido a la poca suave caída, que obviamente no le importo. Corrió buscando a las flores, como si el cansancio se hubiera ido hacia otra plaza o cuerpo. -¡ESPEREN!- Gritó de nuevo, hasta que lamentablemente perdió su rastro. –Rayos…- Maldijo, mientras se agarraba de sus rodillas para tomar un poco de aire. Mas cuando subió su mirada, noto algo extraño, por no catalogarlo de aterrador. Un pilar cubierto de hojas y musgos, que se movía casi emulando una forma humana. La figura humanoide se daba vuelta lentamente mientras lo que parecía ser u brazo se extendía hacia donde ella, dejando crecer enredaderas que mataran la distancia entre ambos. Rhiannon, que nunca en su vida había visto algo tan extraño, no estaba preparada para documentar un encuentro así.
¿Qué es lo que hizo…? Obviamente corrió. Salió pitando como alma que se lleva el diablo, mientras volteaba hacia atrás con espanto. La liana del brazo humanoide la seguía, lenta, pero segura, mas considerando que ella no tenía demasiada velocidad por el cansancio y no lograba coordinar con su escoba para subirse en ella. Corrió hasta donde pudo, llegando a un pasaje donde conectaba varios pasillos. No sabía donde estaba, ni cómo salir, pero necesitaba escapar porque temía que esa cosa le siguiera persiguiendo. Lamentablemente, como la suerte de Rhiannon proclamaba un poco más de miseria, hizo que se resbalara sobre la tierra húmeda, haciendo que patinara sobre la misma.
-Au au au…- Se quejo despacito, queriéndose levantar antes, pero sintiendo con horror como algo la sujetaba de su pie. Volteo y era la enredadera que la había cazado, haciendo que su rostro se tornara azul. En medio de un griterío, pataleo sobre tierra y arrastrándose queriendo huir. Pero la liana tiraba. Su escoba ayudaba convulsionándose mientras empujaba a Rhiannon hacia adelante. Y asi durante unos segundos eternos, hasta que finalmente se libro, solo costándole un zapato que la liana se lo llevo. Rhiannon, despeinada y llena de tierra, se paro, agitada. Camino un poco más, con un shock postraumático y encontró a dos personas. Que eran iguales. Seguro se había golpeado la cabeza y veía doble.
-¿Saben como puedo salir…?- Pregunto, desahuciada, sin un zapato y con ganas de quemar toda la plaza.
-Bien… Si tenemos suerte podremos encontrar las flores flameantes de las cuales me hablaron. Quisiera ver si puedo hacer unas cosas con ellas, a lo mejor, encuentro una nueva utilidad. ¿No seria genial?- Fue diciendo animosamente a su fiel escoba que la seguía por detrás. Mientras ella iba caminando casi dando saltitos, mientras sostenía en sus manos el bolsito en donde habría herramientas para sacar algunas muestras. Nunca había sido una buena herbologa, al menos en cuanto a cosechar sus propias plantaciones, pero siempre fue prolija con las plantas y su utilización al momento de convertirlos en brebajes y ungüentos. Desde que había oído que la comida salía mas deliciosa si se la preparaba con amor, consideraba que lo mismo se aplicaba a cualquier cosa. Si haces las cosas con amor, tendrán mayores resultados. A las plantas se las debía arrancar con delicadeza, para que sus sustancias luego colaboren mejor.
Bueno, pero eso fue mucha divagación. Rhiannon había entrado con la mejor de las sonrisas, y pasado el tiempo la misma fue mermando de una manera significativa. No sabia cuanto había caminado, ni porque la plaza parecía no tener un fin. Al menos había encontrado un banco de metal donde descansaría. -¡No puedo creerlo! ¿¡Hace cuanto estoy caminando!?- Diria exasperada mientras miraba a su escoba que también se sentaba junto a ella en el banco. Amabas bastante exhaustas, y Rhiannon fastidiada. –Nos volvemos, ya me duelen los pies.- Declararía mientras estiraba mas sus piernas, buscando relajarse un poco. Emprenderia el regreso a su casa y compraría de pasada un poco de pan dulce para poder comer cuando caiga la noche junto algún té.
O al menos ese era el plan, hasta que un sonido extraño le llamo la atención. Era como si se moviera algo entre los arbustos, y teniendo en cuenta de que había toda clase de esperpentos en Kil´Daggoth prefirió revisar de qué se trataba. Se subió a la silla de metal, y vio como unas flores casi emulando patas con sus raíces se movían, mientras que con tiernas hojas se tapaban sus flores, como si cuchichearan algo. Mas cuando notaron la presencia de Rhiannon observándolas, se echaron a correr. -¡Hey, esperen!- Gritó ella, sin considerar que el ser ruidosa las haría huir mas. Prácticamente se lanzo sobre el muro del arbusto, haciendo que su escoba alertada la siguiera. La bruja se puso en pie aun con su sombrero cruzado debido a la poca suave caída, que obviamente no le importo. Corrió buscando a las flores, como si el cansancio se hubiera ido hacia otra plaza o cuerpo. -¡ESPEREN!- Gritó de nuevo, hasta que lamentablemente perdió su rastro. –Rayos…- Maldijo, mientras se agarraba de sus rodillas para tomar un poco de aire. Mas cuando subió su mirada, noto algo extraño, por no catalogarlo de aterrador. Un pilar cubierto de hojas y musgos, que se movía casi emulando una forma humana. La figura humanoide se daba vuelta lentamente mientras lo que parecía ser u brazo se extendía hacia donde ella, dejando crecer enredaderas que mataran la distancia entre ambos. Rhiannon, que nunca en su vida había visto algo tan extraño, no estaba preparada para documentar un encuentro así.
¿Qué es lo que hizo…? Obviamente corrió. Salió pitando como alma que se lleva el diablo, mientras volteaba hacia atrás con espanto. La liana del brazo humanoide la seguía, lenta, pero segura, mas considerando que ella no tenía demasiada velocidad por el cansancio y no lograba coordinar con su escoba para subirse en ella. Corrió hasta donde pudo, llegando a un pasaje donde conectaba varios pasillos. No sabía donde estaba, ni cómo salir, pero necesitaba escapar porque temía que esa cosa le siguiera persiguiendo. Lamentablemente, como la suerte de Rhiannon proclamaba un poco más de miseria, hizo que se resbalara sobre la tierra húmeda, haciendo que patinara sobre la misma.
-Au au au…- Se quejo despacito, queriéndose levantar antes, pero sintiendo con horror como algo la sujetaba de su pie. Volteo y era la enredadera que la había cazado, haciendo que su rostro se tornara azul. En medio de un griterío, pataleo sobre tierra y arrastrándose queriendo huir. Pero la liana tiraba. Su escoba ayudaba convulsionándose mientras empujaba a Rhiannon hacia adelante. Y asi durante unos segundos eternos, hasta que finalmente se libro, solo costándole un zapato que la liana se lo llevo. Rhiannon, despeinada y llena de tierra, se paro, agitada. Camino un poco más, con un shock postraumático y encontró a dos personas. Que eran iguales. Seguro se había golpeado la cabeza y veía doble.
-¿Saben como puedo salir…?- Pregunto, desahuciada, sin un zapato y con ganas de quemar toda la plaza.
Rhiannon- Mensajes : 56
Localización : En mi casa
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
A veces la gente cometía el error de pensar que ir acompañado era una ventaja, uno no se aburría y podía entretenerse con charlas aleatorias y triviales, así el tiempo pasaba, la tarea o caminata se hacía menos pesada y todos eran más felices.
Mentira.
Ir acompañado, la mayoría de veces, terminaba convirtiéndose en el principal problema de todos los pequeños problemitas que iban apareciendo a causa de ir con alguien. Si, podía ser entretenido. Pero el entretenimiento podía llegar a molestar cuando te hacía perder la noción del tiempo, la orientación, y eso, cuando se caminaba por un laberinto con plantas vivientes dentro era MUY contraproducente.
Eso era, prácticamente, lo que les había sucedido a los gemelos Ryugamine. A veces se ensimismaban tanto en sus conversaciones, que olvidaban el resto de las cosas, incluso la principal razón por la que estaban haciendo x o y. Cuando quisieron darse cuenta de lo que estaban haciendo, se encontraron arropando a un montón de pensamientos con mantas de musgo que no estaban muy seguros de cómo habían tejido. Tampoco sabían cuándo ni cómo habían terminado jugando con flores en mitad de una plaza laberíntica, cuando lo único que habían querido hacer era llegar hasta el estúpido lago de mana.
—¿…Cuanto tiempo hemos estado jugando con ellas? —preguntó Enid, primero mirando a su hermano y luego a las flores, que ahora se reían y corrían a esconderse entre los arbustos. Frunció el ceño, la risita malévola –pero mona– de las florcitas era una pista clara de que era posible que su nueva laguna era causa de ellas— ¿Crees que nos hayan drogado o algo así?
Eíri se encogió de hombros, mientras se daba algunos golpecitos en la mejilla para despabilarse. Parecía igual –o incluso más– aturdido que su hermano de ojos rojos. Levantó la vista hasta el cielo, en un intento de descifrar el tiempo que habían pasado como zombies jugando con flores.
— Pues, creo que llevamos dos horas —respondió, viéndose aun terriblemente desubicado. Intentó dar una vuelta, en un intento de reconocer algo, se rindió y se sentó en el suelo—. No tengo idea de cómo hemos llegado hasta aquí. No lo entiendo —alzó la mirada para ver como su hermano le observaba, arqueando de forma absurdamente lenta una de sus cejas—.ARGH. Me refiero a que he leído sobre este lugar, las plantas no suele n hacer daño a nadie y no he leído ningún caso de gente siendo drogada por ellas. Por eso, pienso que es un comportamiento muy extraño de su parte. Eso es todo.
Ninguno de los dos parecía estar demasiado por la labor de darse una explicación con lo que había pasado, tampoco estaban seguros de querer saber qué es lo que habían hecho en esas dos horas de las cuales no recordaban absolutamente nada. Por ello decidieron ponerse en marcha, si encontraban la salida antes que el lago, saldrían. Lo intentarían otro día, cuando fueran equipados con máscaras anti-gas –o esporas, en su defecto–. Porque estaba claro que había algo raro en ese laberinto. Demasiado , incluso para ser de Kil’Daggoth.
—¿Saben cómo puedo salir...? —al escuchar la vocecita a sus espaldas, ambos gemelos se giraron para encarar a quien fuera que perteneciera esa voz.
Era una joven, de tamaño enano. Vestía como algunas brujas que recordaban haber conocido cuando eran pequeños, tenía una gracia particular que les resultó adorable. Pese a lo desaliñada que se veía y la ausencia de uno de sus zapatos.
Los dos la miraron con gesto preocupado, pero fue Enid quien se acercó a ella –Eíri había decidido seguir en el suelo, mucho más cómodo– para examinar que no tuviese ningún golpe o herida grave. Parecía que acabase de salir de una batalla campal.
—Lo siento mucho, nosotros también estamos perdidos —respondió Enid, finalmente, mientras le quitaba varias ramitas de arbusto del pelo. Miró de reojo la escoba que parecía acompañar a la chica del sombrero estrafalario y arqueó una ceja—. Sin ánimo de ofender, ¿no puede volar para ver dónde se encuentra la salida?
—Nosotros lo haríamos, pero corremos peligro de quemar algo en el proceso y eso no estaría bien —explicó Eíri, soltando una risita aleatoria para luego volver a darse un golpecito en la mejilla. Evidentemente, debía seguir atontado por lo que fuese que hubiera respirado.
— Ígnorele, por favor. No está bien —Enid negó ligeramente con la cabeza y suspiró, volvió a observar el estado penoso en el que se encontraba la bruja desconocida—.¿Le ha ocurrido algo, ha tenido algún tipo de …accidente? —preguntó, con un deje curioso que no se molestó en disimular.
Depende de lo que dijera la joven, iba a ser demasiado obvio que en aquel laberinto estaban pasando cosas muy extrañas. Demasiadas, y que en teoría no tendrían que estar sucediéndose. ¿Habría ocurrido algo que hubiese obligado a las plantas a desatar esa extraña hostilidad y sistema de protección?
Cuando Enid estaba a punto de proponerle a la bruja que les acompañara o en su defecto, les guiara hacia la salida si se le permitía elevarse en el aire, un grito agudo y al mismo tiempo gutural se escuchó por gran parte de la plaza, incluso parecía reverberar según el grito llegaba hasta ellos. Lo siguiente que aconteció hizo que incluso Eíri alzara la mirada, varias bandadas de pájaros salieron revoloteando a toda prisa del laberinto, dieron tumbos durante un rato antes de recuperar la orientación y se largaron rápido del lugar. Por último se hizo presente un ruido raro, como el de setos moviéndose de forma violenta o de algo moviéndose de modo violento entre los setos. Aún parecía estar lejos de ellos, pero…nunca podía saberse en aquel extraño lugar.
—Vámonos de aquí —dijo Enid, acercándose a su hermano, al ver que no respondía y ni hacía mención de moverse. Le levantó de golpe y echó una pequeña llamarada contra el rostro de su hermano—. Reacciona, estoy no es un sueño —apresuró y se giró hacia la joven—. ¿Te es incómodo caminar así, puedes subirte a tu amiga o está también exhausta?
Esta vez, no esperó a que respondiera. Pues el ruido se había ido acercando más y con él diferentes tipos de gritos, que intuía que era gente asustada o flores dramáticas que fingían estar asustadas. Pero con dos personas que parecían no estar en sus cabales, Enid no quería quedarse a descubrirlo, por lo que tomo a la bruja cual saco de patatas, a la escoba –pidiéndole permiso a la misma, no quería ser maleducado con ella– y tirando del brazo de Eíri se dio a la fuga.
Corrió un buen rato por el laberinto, sin saber si estaba yendo hacia la salida o adentrándose más. Simplemente siguió hasta que el ruido estuvo lo bastante lejos para no escucharlo. Y cuando eso se dio, Enid se paró en seco, dejó a la bruja en uno de los bancos, junto a su escoba y se dejó caer al suelo, sin soltar la mano de su hermano, el cual no había perdido el tiempo y volvía a estar sentado.
—Es la última vez que entro a pasear a un maldito laberinto encantado —comentó Enid, prendiéndose en llamas durante unos segundos. Los que tardaba en calmar sus ganas de prender fuego a los setos y huir de aquel lugar.
Mentira.
Ir acompañado, la mayoría de veces, terminaba convirtiéndose en el principal problema de todos los pequeños problemitas que iban apareciendo a causa de ir con alguien. Si, podía ser entretenido. Pero el entretenimiento podía llegar a molestar cuando te hacía perder la noción del tiempo, la orientación, y eso, cuando se caminaba por un laberinto con plantas vivientes dentro era MUY contraproducente.
Eso era, prácticamente, lo que les había sucedido a los gemelos Ryugamine. A veces se ensimismaban tanto en sus conversaciones, que olvidaban el resto de las cosas, incluso la principal razón por la que estaban haciendo x o y. Cuando quisieron darse cuenta de lo que estaban haciendo, se encontraron arropando a un montón de pensamientos con mantas de musgo que no estaban muy seguros de cómo habían tejido. Tampoco sabían cuándo ni cómo habían terminado jugando con flores en mitad de una plaza laberíntica, cuando lo único que habían querido hacer era llegar hasta el estúpido lago de mana.
—¿…Cuanto tiempo hemos estado jugando con ellas? —preguntó Enid, primero mirando a su hermano y luego a las flores, que ahora se reían y corrían a esconderse entre los arbustos. Frunció el ceño, la risita malévola –pero mona– de las florcitas era una pista clara de que era posible que su nueva laguna era causa de ellas— ¿Crees que nos hayan drogado o algo así?
Eíri se encogió de hombros, mientras se daba algunos golpecitos en la mejilla para despabilarse. Parecía igual –o incluso más– aturdido que su hermano de ojos rojos. Levantó la vista hasta el cielo, en un intento de descifrar el tiempo que habían pasado como zombies jugando con flores.
— Pues, creo que llevamos dos horas —respondió, viéndose aun terriblemente desubicado. Intentó dar una vuelta, en un intento de reconocer algo, se rindió y se sentó en el suelo—. No tengo idea de cómo hemos llegado hasta aquí. No lo entiendo —alzó la mirada para ver como su hermano le observaba, arqueando de forma absurdamente lenta una de sus cejas—.ARGH. Me refiero a que he leído sobre este lugar, las plantas no suele n hacer daño a nadie y no he leído ningún caso de gente siendo drogada por ellas. Por eso, pienso que es un comportamiento muy extraño de su parte. Eso es todo.
Ninguno de los dos parecía estar demasiado por la labor de darse una explicación con lo que había pasado, tampoco estaban seguros de querer saber qué es lo que habían hecho en esas dos horas de las cuales no recordaban absolutamente nada. Por ello decidieron ponerse en marcha, si encontraban la salida antes que el lago, saldrían. Lo intentarían otro día, cuando fueran equipados con máscaras anti-gas –o esporas, en su defecto–. Porque estaba claro que había algo raro en ese laberinto. Demasiado , incluso para ser de Kil’Daggoth.
—¿Saben cómo puedo salir...? —al escuchar la vocecita a sus espaldas, ambos gemelos se giraron para encarar a quien fuera que perteneciera esa voz.
Era una joven, de tamaño enano. Vestía como algunas brujas que recordaban haber conocido cuando eran pequeños, tenía una gracia particular que les resultó adorable. Pese a lo desaliñada que se veía y la ausencia de uno de sus zapatos.
Los dos la miraron con gesto preocupado, pero fue Enid quien se acercó a ella –Eíri había decidido seguir en el suelo, mucho más cómodo– para examinar que no tuviese ningún golpe o herida grave. Parecía que acabase de salir de una batalla campal.
—Lo siento mucho, nosotros también estamos perdidos —respondió Enid, finalmente, mientras le quitaba varias ramitas de arbusto del pelo. Miró de reojo la escoba que parecía acompañar a la chica del sombrero estrafalario y arqueó una ceja—. Sin ánimo de ofender, ¿no puede volar para ver dónde se encuentra la salida?
—Nosotros lo haríamos, pero corremos peligro de quemar algo en el proceso y eso no estaría bien —explicó Eíri, soltando una risita aleatoria para luego volver a darse un golpecito en la mejilla. Evidentemente, debía seguir atontado por lo que fuese que hubiera respirado.
— Ígnorele, por favor. No está bien —Enid negó ligeramente con la cabeza y suspiró, volvió a observar el estado penoso en el que se encontraba la bruja desconocida—.¿Le ha ocurrido algo, ha tenido algún tipo de …accidente? —preguntó, con un deje curioso que no se molestó en disimular.
Depende de lo que dijera la joven, iba a ser demasiado obvio que en aquel laberinto estaban pasando cosas muy extrañas. Demasiadas, y que en teoría no tendrían que estar sucediéndose. ¿Habría ocurrido algo que hubiese obligado a las plantas a desatar esa extraña hostilidad y sistema de protección?
Cuando Enid estaba a punto de proponerle a la bruja que les acompañara o en su defecto, les guiara hacia la salida si se le permitía elevarse en el aire, un grito agudo y al mismo tiempo gutural se escuchó por gran parte de la plaza, incluso parecía reverberar según el grito llegaba hasta ellos. Lo siguiente que aconteció hizo que incluso Eíri alzara la mirada, varias bandadas de pájaros salieron revoloteando a toda prisa del laberinto, dieron tumbos durante un rato antes de recuperar la orientación y se largaron rápido del lugar. Por último se hizo presente un ruido raro, como el de setos moviéndose de forma violenta o de algo moviéndose de modo violento entre los setos. Aún parecía estar lejos de ellos, pero…nunca podía saberse en aquel extraño lugar.
—Vámonos de aquí —dijo Enid, acercándose a su hermano, al ver que no respondía y ni hacía mención de moverse. Le levantó de golpe y echó una pequeña llamarada contra el rostro de su hermano—. Reacciona, estoy no es un sueño —apresuró y se giró hacia la joven—. ¿Te es incómodo caminar así, puedes subirte a tu amiga o está también exhausta?
Esta vez, no esperó a que respondiera. Pues el ruido se había ido acercando más y con él diferentes tipos de gritos, que intuía que era gente asustada o flores dramáticas que fingían estar asustadas. Pero con dos personas que parecían no estar en sus cabales, Enid no quería quedarse a descubrirlo, por lo que tomo a la bruja cual saco de patatas, a la escoba –pidiéndole permiso a la misma, no quería ser maleducado con ella– y tirando del brazo de Eíri se dio a la fuga.
Corrió un buen rato por el laberinto, sin saber si estaba yendo hacia la salida o adentrándose más. Simplemente siguió hasta que el ruido estuvo lo bastante lejos para no escucharlo. Y cuando eso se dio, Enid se paró en seco, dejó a la bruja en uno de los bancos, junto a su escoba y se dejó caer al suelo, sin soltar la mano de su hermano, el cual no había perdido el tiempo y volvía a estar sentado.
—Es la última vez que entro a pasear a un maldito laberinto encantado —comentó Enid, prendiéndose en llamas durante unos segundos. Los que tardaba en calmar sus ganas de prender fuego a los setos y huir de aquel lugar.
Irrlicht- Mensajes : 43
Localización : Dónde nos lleve el viento (?)
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Fue un gesto muy amable que una de las personas se tornara hacia ella para ayudar a quitarle algunas ramas y hojitas de su cabello. Ya con eso podía confirmar de que en realidad no se había golpeado muy fuerte la cabeza al caer, y se trataban de gemelos o personas que se esmeraban en ser muy parecidas. Rhiannon de a poco con la calma, empezaba a sentirse alguito mejor, pero no mucho. Sus rodillas y las palmas de las manos le ardían producto de la caída. –Sería una idea genial, pero no se si es demasiado segura…- Contesto un poco resignada a uno de los muchachos, mientras miraba hacia su escoba un poco decepcionada. Si, volar podría ser la mejor opción, pero no estaba tan segura en el caso que si una de esas lianas llegaran a alcanzarla en el aire. De llegar a ser así, sería mas peligrosa la caída que el hecho de luchar en el piso donde podría sacar con mas facilidad alguna poción que pudiera ser útil.
-Verán, una planta o algo verde que parecía planta me ataco. Me estuvo persiguiendo un rato, y me quito un zapato en el proceso…- Menciono mientras soplaba un poco sus palmas mientras su mirada se desviaba por segundos hacia su espalda, pues no se encontraba completamente segura de permanecer parada en ese lugar. Había sido una de las experiencias más horripilantes que le toco vivir en esa nación. Simplemente deseaba volver a su casa para bañarse y ver si había algún hechizo en el libro de conjuros prácticos que le restituya el zapato perdido. –No creo que ustedes tampoco estén muy seguros ahora.-Dijo, tratando de advertir a los muchachos que se les veía bastantes despreocupados, o en apariencia cuando arribo al sitio. No podría descartar la posibilidad que lo que sea que fuera que ataco se tratara de algo que comiera carne.
Por supuesto, la idea de que hubiera sido una planta carnívora solo le ayudo a llorar luego de oír un grito, un chillido, una cosa horrible pronunciarse en la plaza. Los pájaros volando como bien hubiera liberando mil gatos no era para nada una buena señal. Las rodillas de Rhiannon temblaban mientras que su cuerpecito retrocedía de manera instintiva. ¿Por qué todo era tan aterrador en el reino de los hechiceros? En su casa las cosas no se daban de una manera tan horrible, o al menos lo que conocía. Su escoba la empujaba un poco, instándole a montarla, pero Rhiannon estaba aun un poco petrificada cuando escuchaba claro el sonido de algo acercándose. Por su parte, uno de los gemelos impuso orden y directivas de evacuación. Si no hubiera estado tan asustada capaz le habría dado gracia como apuro a su hermano con desespero. Luego se acerco hacia ella, pero no tuvo tiempo de reaccionar o decir algo, cuando fue cargada como una bolsa de papas, a su escoba, y a su mismo hermano. El muchacho corría de manera veloz y había que hacer merito para hacerlo cargando cosas tan pesadas como lo eran dos cuerpos y una escoba encantada.
Finalmente cuando la carrera ceso, muy delicadamente la hizo sentó en su banco junto a su escoba y el cayo sentado en el piso. Rhiannon lo observaba aun como si no creyera que pasaba, llamándole la atención el fuego que expulsaba de su rostro, mas sin olvidarse del peligro latente. –Ah… Esto….- Murmuro por unos segundos mientras su escoba le acomodaba un poco el sombrero que había quedado desaliñado. -¿Creen que…. Haya un monstruo planta…? Algo así… Como que come carne….- Añadio, mientras intentaba sonreír para no molestar más al gemelo de ojos rojos, aunque claramente nerviosa. No era muy buena idea buscar enfadarlo por lo que veía, pues si manipulaba el fuego, era como encerrarse en una fogata si perdía el control del mismo. Mantuvo el silencio por unos segundos, hasta que tuvo una idea. Podría ayudar a los gemelos a salir si también lo necesitaban, cosa de la cual estaba segura luego de lo acontecido.
-Oye, vuela y dime por donde podemos salir de aquí…- Le dijo a su escoba con una renovada emoción, pero evitando cerrar sus puños debido a que sus palmas aun ardía. La escoba se contorsiono un poco, aceptando la propuesta mientras se disparaba hacia el cielo, contemplando un posible camino para huir. La bruja contemplaba con expectativa y una sonrisa confiada cuando noto que algo no iba demasiado bien. Su carita se desdibujo a medida que la escoba se movía arriba, bajando de golpe. –Creo que algo… No anda bien…..- Dijo, mirando a los gemelos con un aura oscura. La escoba cuando llego al piso, se retorcía de una manera violenta, como si quisiera explicar algo. Rhiannon no la entendía del todo, pero si capto que necesitaba ver por sobre los setos. –Ah…. Ayúdame…- Dijo a la escoba, mientras se agarraba de ella con sus brazos, sin subirse del todo. No hizo falta que la elevara demasiado para que viera lo que le deseaba explicar. –¡Ay,no! ¡Debemos salir de aquí rápido! – Exclamo mientras la escoba la devolvía de nuevo a tierra. -¡Los setos están creciendo, están formando una cúpula! ¡Nos van a encerrar!- Dijo, preocupada mientras miraba a los chicos casi a punto de llorar.
-Verán, una planta o algo verde que parecía planta me ataco. Me estuvo persiguiendo un rato, y me quito un zapato en el proceso…- Menciono mientras soplaba un poco sus palmas mientras su mirada se desviaba por segundos hacia su espalda, pues no se encontraba completamente segura de permanecer parada en ese lugar. Había sido una de las experiencias más horripilantes que le toco vivir en esa nación. Simplemente deseaba volver a su casa para bañarse y ver si había algún hechizo en el libro de conjuros prácticos que le restituya el zapato perdido. –No creo que ustedes tampoco estén muy seguros ahora.-Dijo, tratando de advertir a los muchachos que se les veía bastantes despreocupados, o en apariencia cuando arribo al sitio. No podría descartar la posibilidad que lo que sea que fuera que ataco se tratara de algo que comiera carne.
Por supuesto, la idea de que hubiera sido una planta carnívora solo le ayudo a llorar luego de oír un grito, un chillido, una cosa horrible pronunciarse en la plaza. Los pájaros volando como bien hubiera liberando mil gatos no era para nada una buena señal. Las rodillas de Rhiannon temblaban mientras que su cuerpecito retrocedía de manera instintiva. ¿Por qué todo era tan aterrador en el reino de los hechiceros? En su casa las cosas no se daban de una manera tan horrible, o al menos lo que conocía. Su escoba la empujaba un poco, instándole a montarla, pero Rhiannon estaba aun un poco petrificada cuando escuchaba claro el sonido de algo acercándose. Por su parte, uno de los gemelos impuso orden y directivas de evacuación. Si no hubiera estado tan asustada capaz le habría dado gracia como apuro a su hermano con desespero. Luego se acerco hacia ella, pero no tuvo tiempo de reaccionar o decir algo, cuando fue cargada como una bolsa de papas, a su escoba, y a su mismo hermano. El muchacho corría de manera veloz y había que hacer merito para hacerlo cargando cosas tan pesadas como lo eran dos cuerpos y una escoba encantada.
Finalmente cuando la carrera ceso, muy delicadamente la hizo sentó en su banco junto a su escoba y el cayo sentado en el piso. Rhiannon lo observaba aun como si no creyera que pasaba, llamándole la atención el fuego que expulsaba de su rostro, mas sin olvidarse del peligro latente. –Ah… Esto….- Murmuro por unos segundos mientras su escoba le acomodaba un poco el sombrero que había quedado desaliñado. -¿Creen que…. Haya un monstruo planta…? Algo así… Como que come carne….- Añadio, mientras intentaba sonreír para no molestar más al gemelo de ojos rojos, aunque claramente nerviosa. No era muy buena idea buscar enfadarlo por lo que veía, pues si manipulaba el fuego, era como encerrarse en una fogata si perdía el control del mismo. Mantuvo el silencio por unos segundos, hasta que tuvo una idea. Podría ayudar a los gemelos a salir si también lo necesitaban, cosa de la cual estaba segura luego de lo acontecido.
-Oye, vuela y dime por donde podemos salir de aquí…- Le dijo a su escoba con una renovada emoción, pero evitando cerrar sus puños debido a que sus palmas aun ardía. La escoba se contorsiono un poco, aceptando la propuesta mientras se disparaba hacia el cielo, contemplando un posible camino para huir. La bruja contemplaba con expectativa y una sonrisa confiada cuando noto que algo no iba demasiado bien. Su carita se desdibujo a medida que la escoba se movía arriba, bajando de golpe. –Creo que algo… No anda bien…..- Dijo, mirando a los gemelos con un aura oscura. La escoba cuando llego al piso, se retorcía de una manera violenta, como si quisiera explicar algo. Rhiannon no la entendía del todo, pero si capto que necesitaba ver por sobre los setos. –Ah…. Ayúdame…- Dijo a la escoba, mientras se agarraba de ella con sus brazos, sin subirse del todo. No hizo falta que la elevara demasiado para que viera lo que le deseaba explicar. –¡Ay,no! ¡Debemos salir de aquí rápido! – Exclamo mientras la escoba la devolvía de nuevo a tierra. -¡Los setos están creciendo, están formando una cúpula! ¡Nos van a encerrar!- Dijo, preocupada mientras miraba a los chicos casi a punto de llorar.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
En Kil’Daggoth las cosas no eran nunca lo que parecían ser. Era algo que habían aprendido en el poco tiempo que llevaban en ese lado del mundo. Lo que tampoco habían esperado Eíri y Enid, era que en un lugar supuestamente pacífico como la plaza Orichalcum fueran a encontrarse con plantas absurdamente peligrosas.
El anuncio de la joven bruja no pareció sorprenderles lo más mínimo en aquel momento. Era obvio que si las plantas habían decidido revolucionarse en un sentido hostil –y bien extraño– su siguiente movimiento sería el de atrapar a todos los que se encontraban paseando por la plaza.
¿Se los iban a comer? La jovencita había preguntado si había plantas que comían carne. La respuesta era algo fácil, para cualquiera que no estuviera a punto de estallar en un ataque de nervios: si, las plantas podían comer carne. Al menos, las plantas carnívoras.
—¡No llores! —dijo Eíri, su expresión preocupada aún tenía algo de ese aire ido, que indicaba que aún no se le había pasado los efectos de lo que fuese que hubiese en el polen de las flores que les habían seudo-secuestrado para jugar con ellos—. Vamos a salir de aquí, y no nos va a pasar nada —aseguró, acercándose a la bruja y terminando de sacudirle el polvo, tratando de que no se viera tan desaliñada.
Enid asintió, pensando de forma lógica lo mejor que podían hacer ahora era salir. Evidentemente. La chica del sombrero grande de bruja aseguraba que los setos –probablemente los exteriores– estaban creciendo de manera que pudieran capturarles. No era inteligente usar el fuego, porque podían prender todo el laberinto y no era cuestión de destruir un lugar tan único e importante del reino de Kil’Daggoth. Además, no iban a quemar algo tan bonito solo porque algunas plantas anduvieran locas.
—Buscaremos la salida y nos abriremos paso, ahora no podemos dejarnos llevar por el pánico —añadió Enid, agachándose frente a la chica—.Te llevo, tu escoba parece cansada y no podemos dejar que vayas corriendo sin un zapato.
—Sería muy poco amable de nuestra parte~ —Eíri soltó una risita suave y le dio un suave toquecito a la bruja en la espalda, antes de ayudarla a subirse a la espalda de su hermano—. Por cierto, él es Enid y yo soy Eíri —volvió a reírse mientras les daba pequeños empujoncitos—Eni~d lo que sea que hayan soltado –¡A lo mejor hay varios!– creo que vienen hacía aquí, será mejor que nos pongamos en marcha~ —añadió Eíri mientras tomaba a la escoba de la joven bruja y salía correteando por otro de los caminos.
Enid soltó un suspiro y cuando se aseguró de que su nueva acompañante estaba bien, salió tras su hermano. Por suerte, Eíri iba deteniéndose de forma que no hubiera forma de que pudieran perderse. Durante los primeros tramos que tomaron, no parecía que hubiese nada extraño, quitan la sombra de los setos exteriores que seguían alzándose sobre la plaza.
—¡Vaya, mira~d! —exclamó Eíri señalando casi hiperactivamente algunas de las flores que habían comenzado a aparecer por las paredes hechas con setos que marcaban los diferentes caminos del laberinto. De ellas habían nacido grandes y hermosas flores, sus pétalos eran de colores vivos y de su centro sobresalían finas filigranas traslucidas que parecían ir cambiando de luminosidad de forma muy suave—. ¡Se parecen a las jarras carnívoras! —sólo que las que estaba señalando, eran casi tan altas como Eíri.
Enid se detuvo un momento, para observar las gigantescas flores, que se mantenían inmóviles hasta que parecían notar algo que sus filigranas se movían casi rabiosas escupiendo púas contra el suelo.
— Notan las vibraciones de la tierra , será mejor que vayamos con cuidado. El proceso de digestión de estas plantas ha de ser realmente doloroso.
—Para sus presas ¿no? —Eíri se rió, mientras observaba el camino y se disponía a andar–. Ojalá fuésemos elfos o duendes~
El anuncio de la joven bruja no pareció sorprenderles lo más mínimo en aquel momento. Era obvio que si las plantas habían decidido revolucionarse en un sentido hostil –y bien extraño– su siguiente movimiento sería el de atrapar a todos los que se encontraban paseando por la plaza.
¿Se los iban a comer? La jovencita había preguntado si había plantas que comían carne. La respuesta era algo fácil, para cualquiera que no estuviera a punto de estallar en un ataque de nervios: si, las plantas podían comer carne. Al menos, las plantas carnívoras.
—¡No llores! —dijo Eíri, su expresión preocupada aún tenía algo de ese aire ido, que indicaba que aún no se le había pasado los efectos de lo que fuese que hubiese en el polen de las flores que les habían seudo-secuestrado para jugar con ellos—. Vamos a salir de aquí, y no nos va a pasar nada —aseguró, acercándose a la bruja y terminando de sacudirle el polvo, tratando de que no se viera tan desaliñada.
Enid asintió, pensando de forma lógica lo mejor que podían hacer ahora era salir. Evidentemente. La chica del sombrero grande de bruja aseguraba que los setos –probablemente los exteriores– estaban creciendo de manera que pudieran capturarles. No era inteligente usar el fuego, porque podían prender todo el laberinto y no era cuestión de destruir un lugar tan único e importante del reino de Kil’Daggoth. Además, no iban a quemar algo tan bonito solo porque algunas plantas anduvieran locas.
—Buscaremos la salida y nos abriremos paso, ahora no podemos dejarnos llevar por el pánico —añadió Enid, agachándose frente a la chica—.Te llevo, tu escoba parece cansada y no podemos dejar que vayas corriendo sin un zapato.
—Sería muy poco amable de nuestra parte~ —Eíri soltó una risita suave y le dio un suave toquecito a la bruja en la espalda, antes de ayudarla a subirse a la espalda de su hermano—. Por cierto, él es Enid y yo soy Eíri —volvió a reírse mientras les daba pequeños empujoncitos—Eni~d lo que sea que hayan soltado –¡A lo mejor hay varios!– creo que vienen hacía aquí, será mejor que nos pongamos en marcha~ —añadió Eíri mientras tomaba a la escoba de la joven bruja y salía correteando por otro de los caminos.
Enid soltó un suspiro y cuando se aseguró de que su nueva acompañante estaba bien, salió tras su hermano. Por suerte, Eíri iba deteniéndose de forma que no hubiera forma de que pudieran perderse. Durante los primeros tramos que tomaron, no parecía que hubiese nada extraño, quitan la sombra de los setos exteriores que seguían alzándose sobre la plaza.
—¡Vaya, mira~d! —exclamó Eíri señalando casi hiperactivamente algunas de las flores que habían comenzado a aparecer por las paredes hechas con setos que marcaban los diferentes caminos del laberinto. De ellas habían nacido grandes y hermosas flores, sus pétalos eran de colores vivos y de su centro sobresalían finas filigranas traslucidas que parecían ir cambiando de luminosidad de forma muy suave—. ¡Se parecen a las jarras carnívoras! —sólo que las que estaba señalando, eran casi tan altas como Eíri.
Enid se detuvo un momento, para observar las gigantescas flores, que se mantenían inmóviles hasta que parecían notar algo que sus filigranas se movían casi rabiosas escupiendo púas contra el suelo.
— Notan las vibraciones de la tierra , será mejor que vayamos con cuidado. El proceso de digestión de estas plantas ha de ser realmente doloroso.
—Para sus presas ¿no? —Eíri se rió, mientras observaba el camino y se disponía a andar–. Ojalá fuésemos elfos o duendes~
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Sus ojitos parecían que en cualquier momento iban a colapsar y empezar a llorar. Lo bueno fue que los gemelos no permanecieron ajenos a esto, y rápidamente recibió animo por parte de ambos para que mantuviera valiente. Claro, obviamente cargar con una “niña” llorando no iba a facilitar absolutamente nada. El gemelo de ojos azules muy amablemente se acerco a ella, sacudiendo un poco del polvo que aun tenía en sus ropas con mucho cuidado, mientras que el gemelo de ojos rojos se agachaba para brindarle mas apoyo psicológico. En verdad ambos eran muy amables, cosa que en realidad podría incluso sorprenderle tratándose de Kil´Daggoth, por lo que pensaría más tarde que ellos en realidad no eran de allí. –G.Gracias…- Murmuro un poco mas apenada, y con un leve sonrojo en sus mejillas que no era porque estaba agitada.
Aunque mientras arreglaban como movilizarse, uno de ellos saco un tema muy importante. Estaban corriendo por sus vidas, y lo cierto era que aun no conocían sus nombres. -¡Oh, que torpe soy, tampoco me he presentado aun!- Dijo, devolviendo por unos momentos el ánimo vivaracho al que estaba acostumbrada a portar. –Un gustazo el poder conocerlos, Enid, Eíri. Mi nombre es Rhiannon.- Diría, mientras ahora con sus bracitos se sujetaba de los hombros de Enid quien había sido dictaminado como su “caballito” por su hermano al haberla empujado suavemente hacia su espalda. Por suerte, la bruja sería muy liviana debido a su contextura, y el muchacho se veía fuerte, por lo que supondría que no iba a dar muchos problemas. Y en caso de tenerlos, intentaría ayudar lo mas posible, aunque significara que su escoba deba chamuscarse sus pajas volando o ella tuviera que correr sin un zapato.
Fue cuando Eíri tomo a su escoba –a la cual de haber tenido una cara, seguro que la desgraciada estaría con una sonrisa de oreja a oreja por estar siendo sostenida por un muchacho tan bien parecido -, dijo risueño algo que le inquieto un poco. Rhiannon por suerte ahora estaba “detrás” de todos, logrando evitar de ese modo que se viera como su cara de deformo suavemente a una con preocupación. –Oye Enid, realmente no soy buena en batalla, pero en mi bolso capaz tenga algo que nos pueda ayudar a salir de aquí…- Comentó al gemelo que la iba cargando, mientras observaba como el otro se adelantaba sin alejarse demasiado, tanteando el terreno. No avanzaron realmente demasiado cuando notaron como una llamativa planta aparecia cerca suyo. Sin duda alguna era un espécimen hermoso, pero no le gustaba en lo absoluto a Rhiannon que tuviera tanta vitalidad en sus filamentos y que sea por mucho mas grande que ella.
-Creo que no es grande por nada… ¿Creen que puedan tener lianas o algo como lo que me persiguió hace rato…?- Pregunto mas preocupada, pues ciertamente no era igual a la planta que en su momento le ataco, no parecía ser mejor planta respecto a la otra. Unos comentarios más de Eíri le hicieron tragar saliva, pero debía felicitar al muchacho de mantener una actitud tan relajada mientras las cosas se daban como se estaban dando. Se llamo al silencio por uso cuantos segundos, mientras pensaba si había un modo seguro de pasar. Sus ojos se mostraron serios, e inclusive casi enojados mientras repasaba mentalmente muchas de sus lecciones de herbología que le pudieran ser útiles en estas circunstancias. –Caminar sin tocar el piso….- Murmuro por lo bajo, mientras mordía suavemente su labio. –Una poción antigravedad podría ser buena…- Dijo, mientras hacia memoria si poseía en su bolso alguna dosis de la misma.
Aunque mientras arreglaban como movilizarse, uno de ellos saco un tema muy importante. Estaban corriendo por sus vidas, y lo cierto era que aun no conocían sus nombres. -¡Oh, que torpe soy, tampoco me he presentado aun!- Dijo, devolviendo por unos momentos el ánimo vivaracho al que estaba acostumbrada a portar. –Un gustazo el poder conocerlos, Enid, Eíri. Mi nombre es Rhiannon.- Diría, mientras ahora con sus bracitos se sujetaba de los hombros de Enid quien había sido dictaminado como su “caballito” por su hermano al haberla empujado suavemente hacia su espalda. Por suerte, la bruja sería muy liviana debido a su contextura, y el muchacho se veía fuerte, por lo que supondría que no iba a dar muchos problemas. Y en caso de tenerlos, intentaría ayudar lo mas posible, aunque significara que su escoba deba chamuscarse sus pajas volando o ella tuviera que correr sin un zapato.
Fue cuando Eíri tomo a su escoba –a la cual de haber tenido una cara, seguro que la desgraciada estaría con una sonrisa de oreja a oreja por estar siendo sostenida por un muchacho tan bien parecido -, dijo risueño algo que le inquieto un poco. Rhiannon por suerte ahora estaba “detrás” de todos, logrando evitar de ese modo que se viera como su cara de deformo suavemente a una con preocupación. –Oye Enid, realmente no soy buena en batalla, pero en mi bolso capaz tenga algo que nos pueda ayudar a salir de aquí…- Comentó al gemelo que la iba cargando, mientras observaba como el otro se adelantaba sin alejarse demasiado, tanteando el terreno. No avanzaron realmente demasiado cuando notaron como una llamativa planta aparecia cerca suyo. Sin duda alguna era un espécimen hermoso, pero no le gustaba en lo absoluto a Rhiannon que tuviera tanta vitalidad en sus filamentos y que sea por mucho mas grande que ella.
-Creo que no es grande por nada… ¿Creen que puedan tener lianas o algo como lo que me persiguió hace rato…?- Pregunto mas preocupada, pues ciertamente no era igual a la planta que en su momento le ataco, no parecía ser mejor planta respecto a la otra. Unos comentarios más de Eíri le hicieron tragar saliva, pero debía felicitar al muchacho de mantener una actitud tan relajada mientras las cosas se daban como se estaban dando. Se llamo al silencio por uso cuantos segundos, mientras pensaba si había un modo seguro de pasar. Sus ojos se mostraron serios, e inclusive casi enojados mientras repasaba mentalmente muchas de sus lecciones de herbología que le pudieran ser útiles en estas circunstancias. –Caminar sin tocar el piso….- Murmuro por lo bajo, mientras mordía suavemente su labio. –Una poción antigravedad podría ser buena…- Dijo, mientras hacia memoria si poseía en su bolso alguna dosis de la misma.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Haciendo caso a Enid, Eíri había vuelto a pegarse a ellos y a no moverse. Teniendo en cuenta que él seguía siendo el único con claros signos de no estar del todo en sus cabales, el otro gemelo había decidido que lo mejor era no dejarle demasiado a sus anchas para evitar el tenerle que sacarle de las tripas de alguna flor carnívora, como las que había en aquel pasillo, por ejemplo.
El hecho es que no podían perder mucho tiempo, y tampoco podían hacer cualquier tontería que pudiera llevarles a ser tragados por una flor gigante o azotados por algún tipo de planta humanoide que iba asustando a todos los que se tropezaban con él.
—¿Una poción antigravedad? —preguntó Eíri, con una expresión curiosa, mostrando interés por primera vez en algo desde que habían despertado después de ser drogados por las florecitas—. He leído sobre ellas, son difíciles de hacer. Primero, porque los ingredientes no los encuentras en todas las tiendas, y si encuentras alguno suele ser muy caro –y aquí no estamos para gastar almas–. Otra razón, es porque es endemoniadamente complicado el prepararla en su medida justa. A veces algunos se pasan y terminan como un globo de helio.
Enid asintió, replicando que estaba seguro que ninguno de ellos quería terminar como un “globo de helio” y esperó con infinita paciencia que Rhiannon explorara los rincones de su bolso en busca de la poción, si es que la tenía. A veces tenía que tirar de Eíri, cuando éste trataba de acercarse a una de las flores carnívoras gigantes para tratar de tocar alguno de los pétalos.
Levantó la mirada, para ver cuánto había crecido el muro-cúpula que trataba de encerrarles en el laberinto, y al notar como este seguía su avance, lento pero sin pausa, no pudo evitar preocuparse. Sin llegar a expresarlo, no podía cuando tenía que concentrarse en evitar que Eíri desistiera en sus intentos de ser comida para plantas y sacarlos a los tres –cuatro, si contaba la escoba– de ahí a salvo y con el mínimo de rasguños posibles. Por suerte, Rhiannon podría ser más útil que Eíri en ese momento –ella, al menos, no estaba drogada–.
—Chicos~ No quiero molestar, prometo que no tiene nada que ver otra vez con robarnos una de esas flores —comenzó a decir Eíri, esbozando una sonrisa medio ausente y señaló la pared que se encontraba a la derecha de los tres—. Están saliendo más.
Y en efecto, Eíri no se estaba inventando nada. De algún modo, mientras esperaban si Rhiannon encontraba algo que con suerte les ayudaría a atravesar ese pasillo, por la pared-seto de su derecha, habían comenzado a aparecer otras flores idénticas a las que ya había, un poco más pequeñas porque estaban comenzando a crecer. A una velocidad asombrosa, cabía resaltar. Aquel fenómeno pese a que a los gemelos les resultaba muy familiar –porque habían visto crecer flores, frutas y ramas de las cabezas de algunos celestes, como el lindo de Skylet– nunca lo habían visto de ese modo. Para crecer de esa manera, se necesitaba mucha energía. ¿Cuál era la que estaban usando las plantas del laberinto?
¿De dónde salía toda esa energía –mágica, además–?
Cómo no podían en ese momento depender de las pociones que Rhiannon, y dentro de poco estarían dentro del ángulo de tiro de las flores y aún no sabían exactamente los efectos de aquellas púas, así que lo mejor que podían hacer en aquel momento era volver por dónde habían venido y tomar otro de los pasillos. No podía arriesgarse a quemar a las plantas. Si estaban actuando de aquel modo por influencia externa, no eran ellas quienes debían pagar.
Así pues, Enid se aseguró de que Rhiannon estuviera sujetándose fuerte, para luego tirar de su hermano y encaminarse a otra parte. Que fuese, aparentemente, más segura. Lo importante era no detenerse.
—¿Habías venido antes a la Plaza, Rhiannon? —preguntó Enid, con un deje curiosos—. Es solo que algo me dice que este comportamiento en la “fauna” y la flora de este lugar no es el usual. Pero no sé qué es lo que les ha hecho comportarse así… Debe de haber algún modo en el que podamos restaurar las cosas. Dejarlas como estaban al principio.
El hecho es que no podían perder mucho tiempo, y tampoco podían hacer cualquier tontería que pudiera llevarles a ser tragados por una flor gigante o azotados por algún tipo de planta humanoide que iba asustando a todos los que se tropezaban con él.
—¿Una poción antigravedad? —preguntó Eíri, con una expresión curiosa, mostrando interés por primera vez en algo desde que habían despertado después de ser drogados por las florecitas—. He leído sobre ellas, son difíciles de hacer. Primero, porque los ingredientes no los encuentras en todas las tiendas, y si encuentras alguno suele ser muy caro –y aquí no estamos para gastar almas–. Otra razón, es porque es endemoniadamente complicado el prepararla en su medida justa. A veces algunos se pasan y terminan como un globo de helio.
Enid asintió, replicando que estaba seguro que ninguno de ellos quería terminar como un “globo de helio” y esperó con infinita paciencia que Rhiannon explorara los rincones de su bolso en busca de la poción, si es que la tenía. A veces tenía que tirar de Eíri, cuando éste trataba de acercarse a una de las flores carnívoras gigantes para tratar de tocar alguno de los pétalos.
Levantó la mirada, para ver cuánto había crecido el muro-cúpula que trataba de encerrarles en el laberinto, y al notar como este seguía su avance, lento pero sin pausa, no pudo evitar preocuparse. Sin llegar a expresarlo, no podía cuando tenía que concentrarse en evitar que Eíri desistiera en sus intentos de ser comida para plantas y sacarlos a los tres –cuatro, si contaba la escoba– de ahí a salvo y con el mínimo de rasguños posibles. Por suerte, Rhiannon podría ser más útil que Eíri en ese momento –ella, al menos, no estaba drogada–.
—Chicos~ No quiero molestar, prometo que no tiene nada que ver otra vez con robarnos una de esas flores —comenzó a decir Eíri, esbozando una sonrisa medio ausente y señaló la pared que se encontraba a la derecha de los tres—. Están saliendo más.
Y en efecto, Eíri no se estaba inventando nada. De algún modo, mientras esperaban si Rhiannon encontraba algo que con suerte les ayudaría a atravesar ese pasillo, por la pared-seto de su derecha, habían comenzado a aparecer otras flores idénticas a las que ya había, un poco más pequeñas porque estaban comenzando a crecer. A una velocidad asombrosa, cabía resaltar. Aquel fenómeno pese a que a los gemelos les resultaba muy familiar –porque habían visto crecer flores, frutas y ramas de las cabezas de algunos celestes, como el lindo de Skylet– nunca lo habían visto de ese modo. Para crecer de esa manera, se necesitaba mucha energía. ¿Cuál era la que estaban usando las plantas del laberinto?
¿De dónde salía toda esa energía –mágica, además–?
Cómo no podían en ese momento depender de las pociones que Rhiannon, y dentro de poco estarían dentro del ángulo de tiro de las flores y aún no sabían exactamente los efectos de aquellas púas, así que lo mejor que podían hacer en aquel momento era volver por dónde habían venido y tomar otro de los pasillos. No podía arriesgarse a quemar a las plantas. Si estaban actuando de aquel modo por influencia externa, no eran ellas quienes debían pagar.
Así pues, Enid se aseguró de que Rhiannon estuviera sujetándose fuerte, para luego tirar de su hermano y encaminarse a otra parte. Que fuese, aparentemente, más segura. Lo importante era no detenerse.
—¿Habías venido antes a la Plaza, Rhiannon? —preguntó Enid, con un deje curiosos—. Es solo que algo me dice que este comportamiento en la “fauna” y la flora de este lugar no es el usual. Pero no sé qué es lo que les ha hecho comportarse así… Debe de haber algún modo en el que podamos restaurar las cosas. Dejarlas como estaban al principio.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
-Bueno… Tienes razón…- Murmuraria Rhiannon mientras detiene por unos segundos la búsqueda que tenia dentro de su bolso. Aunque pronto volveria a acudir a su búsqueda, mientras hundía sus brazos dentro de su bolso encantado, el cual obviamente tenia mas espacio del que parecía a simple vista. –Algo debo tener que pueda ayudarnos a salir de aquí…- Dijo, mientras mordía su labio, metiéndose lo mas que podía en el bolso, haciendo memoria táctil para cada cosa que sus dedos tocaban, y que por suerte, estaban organizadas de un modo que al palpar forma de botella y grabado en ellas, pudiera determinar de que cosa se trataba. Estaría muy pero muy inmersa en su búsqueda, hasta que oyó a Eíri hacer una observación bastante importante.
-Demonios, es como si tuvieran un supermega fertilizante a su disposición…- Mencionaría ella, mientras saca de su bolso un pequeño frasco, que en realidad esta vacio. Si bien Rhiannon no tenía una pasión a su alcance que lograra detener a las plantas, podría darse mañana de crear una solución. Aunque para eso, obviamente necesitaría una muestra del veneno o las propiedades de las espinas que esta planta lanzaba como modo de defensa. Se alejo un poco de los gemelos, teniendo mucha precaución a la hora de acercarse a el suelo que había sido impregnado con espinas. Lo analizo rápidamente, y determino cual era la espina que mas cerca se encontraba en el rango mas seguro. Usando su magia, con su mano llamó a la espina, que se desenterró del piso y voló suavemente hacia el frasco, el cual luego cerro y metió dentro de su bolso. ]b]–Quizás me sirva después.- [/b]Diría, mientras volvía presurosa con los muchachos, ya empezando a ignorar un poco el hecho de que le faltaba un zapato y superando paulatina pero indemne la horrible molestia que supone pisar un piso de materia natural con lo que es una media.
-Si había venido antes, Enid. Encontre plantas bastante geniales para las posiones, pero es una lastima que es dificil ubicarse en este lugar, porque cambia de manera constante.- Respondio ante su interrogante, mientras seguía caminando a su lado, sacándose algunas que otras pequeñas ramas que aun persistían en su cabello. A pesar de la situación, se la veía un poco mas calmada que momentos atrás. Podria ser obviamente , que ya se sentía en plena confianza con los nuevos compañeros que tenia ahora. Aun asi, para el ojo observador, se notaba en su mirada que estaba preocupada por lo que podría pasar. –No soy realmente una experta, per haría falta en serio un gran hechicero para poder mover a todas las plantas aquí. Al menos solo… No sé cómo pueden nutrirse para ser tan activas, considerando que en serio aquí el sol des demasiado pobre…- Argumento, mientras desviaba su mirada hacia los setos que los rodeaban. Y mientras hacía eso, cayó en cuenta de una posibilidad bastante obvia.
-¡Oigan! ¡Capaz que su fuente de energía es el lago de mana que está aquí!- Añadiria como un comentario de un tópico ya por demás cerrado. Se detuvo unos instantes, mientras su frente se arrugaba un tanto buscando respuestas. –Aun así… ¿Quién le ordenaria a las plantas que nos intenten encerrar? Creo que es mucho esfuerzo solo para capturarnos a nosotros…- Dijo, un poco duditativa. Es que claro, eran poco botin si sus cuerpos –cosa que esperaba en serio, que no sea lo que buscaban- tuvieran que repartirse entre toda la plaza que parecía más un parque por su extensión. Se acaricio un poco su mentón, mientras sus ojitos se paseaban por el piso y un poco a sus costados, observando el lugar como si eso fuera a darle alguna clase de respuesta. Su escoba, mientras tanto, la termino empujando por su espalda, haciendo que se tropezara de golpe y dándole un buen susto. -¡Oye, más tranquila, que no ves que estoy toda lastimadita!- Reclama con un muy exagerado tono de molestia, mientras se da vuelta, para inmediatamente seguir retrocediendo hasta chocarse con los gemelos. Las plantas se movían, y reconocía en el suelo las hojas de la enredadera que de manera bastante ágil iban creciendo en una intricada trampa que podría atraparlos a todos.
-¡Corramos chicos, es lo que me persiguió antes!- Sentencio con un infarto en la puerta de su corazón, mientras sus rodillas tiemblan de tan solo recordar la vil manera en que le arrebataron su zapato.
-Demonios, es como si tuvieran un supermega fertilizante a su disposición…- Mencionaría ella, mientras saca de su bolso un pequeño frasco, que en realidad esta vacio. Si bien Rhiannon no tenía una pasión a su alcance que lograra detener a las plantas, podría darse mañana de crear una solución. Aunque para eso, obviamente necesitaría una muestra del veneno o las propiedades de las espinas que esta planta lanzaba como modo de defensa. Se alejo un poco de los gemelos, teniendo mucha precaución a la hora de acercarse a el suelo que había sido impregnado con espinas. Lo analizo rápidamente, y determino cual era la espina que mas cerca se encontraba en el rango mas seguro. Usando su magia, con su mano llamó a la espina, que se desenterró del piso y voló suavemente hacia el frasco, el cual luego cerro y metió dentro de su bolso. ]b]–Quizás me sirva después.- [/b]Diría, mientras volvía presurosa con los muchachos, ya empezando a ignorar un poco el hecho de que le faltaba un zapato y superando paulatina pero indemne la horrible molestia que supone pisar un piso de materia natural con lo que es una media.
-Si había venido antes, Enid. Encontre plantas bastante geniales para las posiones, pero es una lastima que es dificil ubicarse en este lugar, porque cambia de manera constante.- Respondio ante su interrogante, mientras seguía caminando a su lado, sacándose algunas que otras pequeñas ramas que aun persistían en su cabello. A pesar de la situación, se la veía un poco mas calmada que momentos atrás. Podria ser obviamente , que ya se sentía en plena confianza con los nuevos compañeros que tenia ahora. Aun asi, para el ojo observador, se notaba en su mirada que estaba preocupada por lo que podría pasar. –No soy realmente una experta, per haría falta en serio un gran hechicero para poder mover a todas las plantas aquí. Al menos solo… No sé cómo pueden nutrirse para ser tan activas, considerando que en serio aquí el sol des demasiado pobre…- Argumento, mientras desviaba su mirada hacia los setos que los rodeaban. Y mientras hacía eso, cayó en cuenta de una posibilidad bastante obvia.
-¡Oigan! ¡Capaz que su fuente de energía es el lago de mana que está aquí!- Añadiria como un comentario de un tópico ya por demás cerrado. Se detuvo unos instantes, mientras su frente se arrugaba un tanto buscando respuestas. –Aun así… ¿Quién le ordenaria a las plantas que nos intenten encerrar? Creo que es mucho esfuerzo solo para capturarnos a nosotros…- Dijo, un poco duditativa. Es que claro, eran poco botin si sus cuerpos –cosa que esperaba en serio, que no sea lo que buscaban- tuvieran que repartirse entre toda la plaza que parecía más un parque por su extensión. Se acaricio un poco su mentón, mientras sus ojitos se paseaban por el piso y un poco a sus costados, observando el lugar como si eso fuera a darle alguna clase de respuesta. Su escoba, mientras tanto, la termino empujando por su espalda, haciendo que se tropezara de golpe y dándole un buen susto. -¡Oye, más tranquila, que no ves que estoy toda lastimadita!- Reclama con un muy exagerado tono de molestia, mientras se da vuelta, para inmediatamente seguir retrocediendo hasta chocarse con los gemelos. Las plantas se movían, y reconocía en el suelo las hojas de la enredadera que de manera bastante ágil iban creciendo en una intricada trampa que podría atraparlos a todos.
-¡Corramos chicos, es lo que me persiguió antes!- Sentencio con un infarto en la puerta de su corazón, mientras sus rodillas tiemblan de tan solo recordar la vil manera en que le arrebataron su zapato.
Rhiannon- Mensajes : 56
Localización : En mi casa
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Enid comenzaba a estar cansado de tener que correr de un lado a otro esquivando peligros varios. Las florcitas que iban por ahí drogando a todo lo que se encontraban, las plantas carnívoras que comenzaban a aparecer por el seto y lanzaban dardos paralizadores, y ahora una planta gigante que usaba enredaderas para atraparles. Si fuera por el gemelo de ojos carmesí, las habría quemado a todas. Pero no podía, respeto ante todas las cosas vivas, por muy cabronas que se estuvieran poniendo.
—Bien, pensemos mientras nos ponemos a correr, seguro que eso lo podemos hacer todos —soltó Enid, a quien el positivismo y la paciencia le estaban abandonando. Lo dicho, no le gustaba correr de un lado a otro sin saber porque estaban corriendo y de quien—. Me parece razonable pensar que estén abasteciéndose de lago de mana para reproducirse, hacerse más fuertes y bláhs. Pero lo que hacen sigue teniendo un costo muy amplio de energía. ¿Cuán grande es el lago de mana?
Siguió corriendo por un tiempo más, deteniéndose sólo para comprobar que las lianas que seguían persiguiéndoles no hubieran tomado a ninguno rehén, ya fuera Rhiannon, su escoba o Eíri. Notó que su hermano estaba algo más sereno pero no quería tentar a la suerte, a su hermano Eíri le sentaba fatal cualquier substancia que contribuyera a las desinhibiciones de alto nivel. Por lo mismo, siempre trataba que estuviera pegado a él, no tenía ganas de sacarle de la tripa vegetal de ninguna flor carnívora.
La intención de Enid era tratar de llegar al lago de mana. Observar cómo se encontraba, si había bajado su caudal, si la flora y la fauna eran unas u otras. Todos habían llegado a la clara conclusión de que algo había pasado, que las plantas habían decidido dejar sus amables caras para encerrarlos. Pero sólo Rhiannon –y quizás uno de los gemelos– había hecho una pregunta aún más interesante.
¿A qué venía tanto trabajo? ¿Por qué aquellas plantas se habían visto obligadas a tomar energía prestada del lago de mana? ¿Había alguien tras aquellas acciones? ¿Había alguien a quien debían atrapar de verdad? ¿Por qué tanto esfuerzo y malgasto de recursos?
—Algo de todo esto no tiene sentido —admitió Enid, instándoles a seguir corriendo hacia el interior del laberinto, dónde se suponía que encontrarían el lago de mana—. No entiendo nada de lo que está pasando, y ahora mismo no se me ocurre un modo de salir aquí
—Quememos el laberinto –sugirió Eíri entre risitas, era obvio que aún no se le pasaba el efecto de lo que aquellas florcitas habían hecho con ellos.
—Eso no. No vamos a destruir patrimonio cultural por muy difícil que nos lo estén poniendo —dijo Enid, en un tono que no permitía quejas y siguió caminando—.Creo que estamos cerca del lago de mana, será mejor que sigamos. La planta con lianas no tardará en encontrarnos—repuso Enid, haciendo un gesto con la mano y apresurando la marcha.
Como fuere, no tenía pensado morir en aquel lugar, a manos de un montón de plantas que, en realidad, le convertían en una bomba de relojería.
—Bien, pensemos mientras nos ponemos a correr, seguro que eso lo podemos hacer todos —soltó Enid, a quien el positivismo y la paciencia le estaban abandonando. Lo dicho, no le gustaba correr de un lado a otro sin saber porque estaban corriendo y de quien—. Me parece razonable pensar que estén abasteciéndose de lago de mana para reproducirse, hacerse más fuertes y bláhs. Pero lo que hacen sigue teniendo un costo muy amplio de energía. ¿Cuán grande es el lago de mana?
Siguió corriendo por un tiempo más, deteniéndose sólo para comprobar que las lianas que seguían persiguiéndoles no hubieran tomado a ninguno rehén, ya fuera Rhiannon, su escoba o Eíri. Notó que su hermano estaba algo más sereno pero no quería tentar a la suerte, a su hermano Eíri le sentaba fatal cualquier substancia que contribuyera a las desinhibiciones de alto nivel. Por lo mismo, siempre trataba que estuviera pegado a él, no tenía ganas de sacarle de la tripa vegetal de ninguna flor carnívora.
La intención de Enid era tratar de llegar al lago de mana. Observar cómo se encontraba, si había bajado su caudal, si la flora y la fauna eran unas u otras. Todos habían llegado a la clara conclusión de que algo había pasado, que las plantas habían decidido dejar sus amables caras para encerrarlos. Pero sólo Rhiannon –y quizás uno de los gemelos– había hecho una pregunta aún más interesante.
¿A qué venía tanto trabajo? ¿Por qué aquellas plantas se habían visto obligadas a tomar energía prestada del lago de mana? ¿Había alguien tras aquellas acciones? ¿Había alguien a quien debían atrapar de verdad? ¿Por qué tanto esfuerzo y malgasto de recursos?
—Algo de todo esto no tiene sentido —admitió Enid, instándoles a seguir corriendo hacia el interior del laberinto, dónde se suponía que encontrarían el lago de mana—. No entiendo nada de lo que está pasando, y ahora mismo no se me ocurre un modo de salir aquí
—Quememos el laberinto –sugirió Eíri entre risitas, era obvio que aún no se le pasaba el efecto de lo que aquellas florcitas habían hecho con ellos.
—Eso no. No vamos a destruir patrimonio cultural por muy difícil que nos lo estén poniendo —dijo Enid, en un tono que no permitía quejas y siguió caminando—.Creo que estamos cerca del lago de mana, será mejor que sigamos. La planta con lianas no tardará en encontrarnos—repuso Enid, haciendo un gesto con la mano y apresurando la marcha.
Como fuere, no tenía pensado morir en aquel lugar, a manos de un montón de plantas que, en realidad, le convertían en una bomba de relojería.
Irrlicht- Mensajes : 43
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
El control es una cualidad que es bueno remarcar si se busca apreciar la seriedad o la discreción. ¿Qué tanto puede ser apreciada si se habla de la seguridad? La supervivencia siempre debe ser superior en todo aspecto, aferrarse a las felicidades de la vida por sobre las decisiones de una maleza con vida que a veces otorga paz, en otras ocasiones resulta ser agresiva, llena de hambre a causa del hedonismo de quien rige sobre ese jardín tan maravilloso que viene a ser la Plaza Orichalcum. El Rey de ese lugar no se deja llevar por el gobierno establecido en Kil'Daggoth, varios políticos prefieren guardar silencio e inclinar sus cabezas ante el monarca de las flores vivientes, o ignorarle cuando frecuentan el lugar con la intención de admirar el entorno que se muestra como orgullo del regente. Sin embargo, no falta el caso de los investigadores que acuden a extraer la flora inusual creada por "V" la cual sirve para crear toda clase de sustancias, desde venenos y medicinas, hasta potentes perfumes o afrodisíacos que le dan fama a este reino por la cantidad de pociones que pueden salir al mercado gracias a esto, sin que el monarca tenga el menor crédito por esto. Es algo irritable, una conducta que no perdonará.
- ¿¡Pero que están haciendo ahí!? ¡Váyanse! ¡El Rey se ha enojado! ¡La Plaza los devorará en su juicio! - Les advierte desde el cielo un cuervo que hace uso de sus alas para alejarse del jardín, igual que varias otras aves ya se han ido tras el inminente peligro que enfrentan todos los seres que no pertenezcan al reino vegetal. Insectos, pequeños mamíferos, todos buscan refugio, solo el pájaro de color negro ha tomado la decencia de decirles al menos la razón de que todo se estremezca antes de retomar vuelo y perderse lejos. Alguien sin duda pagará por perturbar al Rey.
No hay que malinterpretar esto, ni los gemelos Ryugamine ni la bruja dimensional son culpables de los cambios agitados en el jardín viviente, por lo menos no en una totalidad evidente. Pecan por supuesto de caer en una conducta similar al responsable, por lo que no quedan exentos del castigo que las plantas pretenden preparar para ellos. Entre los laberintos hechos de hojas y ramas bien colocadas, se oculta aquel que extrae los beneficios de la tierra tras descubrir que las raíces de la vegetación se torna mucho más valiosa una vez que bebe directamente del Lago de Mana. Por supuesto, las semillas nacidas del monarca del jardín poseen un peso conceptual mayor, la autoridad de crecer sin morir y aceptar el deber de defender el dominio de las plantas que bien podría ser una aldea en miniatura completamente independiente, si tan solo no tuviesen que someterse sin oposición a quien se encuentra ocupando el trono del castillo de Asiph. Esa es la razón de que la plaza Orichalcum intente convertirse en un domo cerrado donde devorar lo que se encuentra lastimando sus cimientos... Y es cuando la voz del magnífico se hace escuchar.
- ¿Quien ha de ser aquel que mutila este dominio? Desollado será quien cause dolor a los que se encuentran bajo mi potestad... - Si la voz que se pronunciara con un eco que cubre toda la plaza fuese más potente, seguramente no sería tan ponzoñosa y seductora como lo es. Indica ser la voz de un hombre, que solo basta eso para hacer que las lianas se calmen, las hojas se vuelven mansas y el laberinto comienza a ceder, modificando por si solo sus caminos para guiar directamente al centro del mismo. Los Gemelos y Rhiannon se encuentran ahora en un corredor recién formado por la maleza laberíntica, uno que guía al corazón de la plaza, donde a lo lejos se puede ver una rosa excesivamente grande en medio de un arreglo floral que consta en un círculo hecho de lirios. - Y con eso, quiero decir que estoy enojado... Muy enojado. Frustrado, porque aun con el trono de este segmento, no logro encontrar al culpable... - La tierra a los pies de los tres visitantes se hace una masa viviente en cuestión de segundos, lianas transparentes sin espinas les aprisionan sin aplicar una presión constrictora que pueda causarle asfixia, de verdad siendo membranas propias subterráneas del propio monarca de Orichalcum.
Los tres son de inmediato atraídos ante la flor gigantesca que bien podría ser del tamaño del torso de un hombre adulto, dejándolos solo a centímetros de separación entre ellos y el circulo de lirios que rodea a la gran rosa. - En sus cuerpos no puedo percibir responsabilidad... Absoluta. Pretenden llevarse a uno de mis súbditos, sin dejar nada a cambio. ¿Debería yo, apropiarme de ustedes? Esta carne que atrapada está en las raíces de mi estructura... Podría disfrutarla a diario... - Los tentáculos incoloros se pasean alrededor de las extremidades de aquellos que comparten el mismo aspecto físico, demostrando con vil sutileza que por muy suave que sea su textura, poseen una estructura que puede aprisionar incluso a una bestia descontrolada del Nexo; ese recinto natural es una corte real, donde el dictador posee un poder digno de ganarse el título incluso entre Kil'Daggoth. - Pero, soy un Dios generoso... Les daré la oportunidad de llevarse a todos mis sirvientes cuantas veces lo deseen, y de pasar por la Plaza Orichalcum con total tranquilidad y privacidad nuevamente... Si hacen algo por mí. Acepten, y serán recompensados con un obsequio que ridiculizará a otros en el área de las pociones... Pero si rechazan, entonces me entretendré con sus cuerpos y sus almas... Ah, y la pequeña, a ella la devoraré sin dejar rastro alguno. - Al haber decretado sus condiciones, finalmente la calma llega, pero no la libertad. Las membranas anularán cualquier intento de pelea en cuestión de segundos... Sería una batalla inútil.
Los lirios danzan de un lado a otro maravillados por la voz de su monarca. Una planta enorme surge desde la tierra con un tallo excesivamente grueso, y una flor con forma de boca que se abre siniestra esperando que la respuesta sea negarse para así tragarse a Rhiannon y consumir hasta su alma. Las aves aprovechan la calma para acercarse curiosas desde arriba del muro, igual que ardillas y otros animales pequeños que se acercan a ver una atrocidad, o una buena decisión. - Oigan, tienen todavía posibilidades, deberían aceptar... - Una ardilla les sugiere desde su posición, cosa que no tarda en crear el murmullo entre los animales. La planta carnívora pareció disgustarse por eso, sin embargo a la expectativa se mantuvo. Ya será cosa de estos aventureros decidir si escuchar la voluntad del rey, o abandonar la idea de volver a ver la luz.
- ¿¡Pero que están haciendo ahí!? ¡Váyanse! ¡El Rey se ha enojado! ¡La Plaza los devorará en su juicio! - Les advierte desde el cielo un cuervo que hace uso de sus alas para alejarse del jardín, igual que varias otras aves ya se han ido tras el inminente peligro que enfrentan todos los seres que no pertenezcan al reino vegetal. Insectos, pequeños mamíferos, todos buscan refugio, solo el pájaro de color negro ha tomado la decencia de decirles al menos la razón de que todo se estremezca antes de retomar vuelo y perderse lejos. Alguien sin duda pagará por perturbar al Rey.
No hay que malinterpretar esto, ni los gemelos Ryugamine ni la bruja dimensional son culpables de los cambios agitados en el jardín viviente, por lo menos no en una totalidad evidente. Pecan por supuesto de caer en una conducta similar al responsable, por lo que no quedan exentos del castigo que las plantas pretenden preparar para ellos. Entre los laberintos hechos de hojas y ramas bien colocadas, se oculta aquel que extrae los beneficios de la tierra tras descubrir que las raíces de la vegetación se torna mucho más valiosa una vez que bebe directamente del Lago de Mana. Por supuesto, las semillas nacidas del monarca del jardín poseen un peso conceptual mayor, la autoridad de crecer sin morir y aceptar el deber de defender el dominio de las plantas que bien podría ser una aldea en miniatura completamente independiente, si tan solo no tuviesen que someterse sin oposición a quien se encuentra ocupando el trono del castillo de Asiph. Esa es la razón de que la plaza Orichalcum intente convertirse en un domo cerrado donde devorar lo que se encuentra lastimando sus cimientos... Y es cuando la voz del magnífico se hace escuchar.
- ¿Quien ha de ser aquel que mutila este dominio? Desollado será quien cause dolor a los que se encuentran bajo mi potestad... - Si la voz que se pronunciara con un eco que cubre toda la plaza fuese más potente, seguramente no sería tan ponzoñosa y seductora como lo es. Indica ser la voz de un hombre, que solo basta eso para hacer que las lianas se calmen, las hojas se vuelven mansas y el laberinto comienza a ceder, modificando por si solo sus caminos para guiar directamente al centro del mismo. Los Gemelos y Rhiannon se encuentran ahora en un corredor recién formado por la maleza laberíntica, uno que guía al corazón de la plaza, donde a lo lejos se puede ver una rosa excesivamente grande en medio de un arreglo floral que consta en un círculo hecho de lirios. - Y con eso, quiero decir que estoy enojado... Muy enojado. Frustrado, porque aun con el trono de este segmento, no logro encontrar al culpable... - La tierra a los pies de los tres visitantes se hace una masa viviente en cuestión de segundos, lianas transparentes sin espinas les aprisionan sin aplicar una presión constrictora que pueda causarle asfixia, de verdad siendo membranas propias subterráneas del propio monarca de Orichalcum.
Los tres son de inmediato atraídos ante la flor gigantesca que bien podría ser del tamaño del torso de un hombre adulto, dejándolos solo a centímetros de separación entre ellos y el circulo de lirios que rodea a la gran rosa. - En sus cuerpos no puedo percibir responsabilidad... Absoluta. Pretenden llevarse a uno de mis súbditos, sin dejar nada a cambio. ¿Debería yo, apropiarme de ustedes? Esta carne que atrapada está en las raíces de mi estructura... Podría disfrutarla a diario... - Los tentáculos incoloros se pasean alrededor de las extremidades de aquellos que comparten el mismo aspecto físico, demostrando con vil sutileza que por muy suave que sea su textura, poseen una estructura que puede aprisionar incluso a una bestia descontrolada del Nexo; ese recinto natural es una corte real, donde el dictador posee un poder digno de ganarse el título incluso entre Kil'Daggoth. - Pero, soy un Dios generoso... Les daré la oportunidad de llevarse a todos mis sirvientes cuantas veces lo deseen, y de pasar por la Plaza Orichalcum con total tranquilidad y privacidad nuevamente... Si hacen algo por mí. Acepten, y serán recompensados con un obsequio que ridiculizará a otros en el área de las pociones... Pero si rechazan, entonces me entretendré con sus cuerpos y sus almas... Ah, y la pequeña, a ella la devoraré sin dejar rastro alguno. - Al haber decretado sus condiciones, finalmente la calma llega, pero no la libertad. Las membranas anularán cualquier intento de pelea en cuestión de segundos... Sería una batalla inútil.
Los lirios danzan de un lado a otro maravillados por la voz de su monarca. Una planta enorme surge desde la tierra con un tallo excesivamente grueso, y una flor con forma de boca que se abre siniestra esperando que la respuesta sea negarse para así tragarse a Rhiannon y consumir hasta su alma. Las aves aprovechan la calma para acercarse curiosas desde arriba del muro, igual que ardillas y otros animales pequeños que se acercan a ver una atrocidad, o una buena decisión. - Oigan, tienen todavía posibilidades, deberían aceptar... - Una ardilla les sugiere desde su posición, cosa que no tarda en crear el murmullo entre los animales. La planta carnívora pareció disgustarse por eso, sin embargo a la expectativa se mantuvo. Ya será cosa de estos aventureros decidir si escuchar la voluntad del rey, o abandonar la idea de volver a ver la luz.
Última edición por The Oldest One el Vie Sep 26, 2014 1:35 am, editado 1 vez
The Oldest One- Mensajes : 37
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Si tenía que correr una vez más, seguramente iba a preferir que su escoba la arrastre mas allá de que se le clavaran espinas y se ensuciara entera. Total, ya estaba descalza y notaba que la planta de su media empezaba romperse. Eso, o la cantidad de fango y tierra mojada que piso hizo que su piel sintiera como si caminara sin nada mas. Tras una larga corrida, finalmente se pudieron detener. Bueno, al menos ella que necesitaba recobrar el aire. Rhiannon se agarraba de las rodillas mientras sacaba la lengua cual perro agitado. Nunca fue buena en deportes, por lo que huir constantemente no era su mayor virtud. Su escoba le refregaba un poco la espalda tratando de recomponerla y de que siga al menos caminando. Su andar parecía mas el de un muerto que un vivo.
Enid hablaba en voz alta, rescatando las posibles teorías que manejaban a esa altura. La pequeña bruja prefirió quedarse callada para recuperar el aire. Mas ante el peligro, no consideraba bajo ninguna circunstancia el tomar alguna acción mas agresiva. Los siguió instando a caminar, decidiendo que el lago era el mejor lugar si querían estar a salvo. -Ojala el brillo del lago nos pueda guiar…- Menciona preocupada, cuando oye una voz crepitante que grita algo desde el cielo. Su escoba y ella parecen mirar hacia arriba, cuando un gran cuervo pasa volando con una advertencia aterradora. Si buscaban a un responsable, ahora tenían un nombre. Era el “Rey”…. ¿De qué?
No llego siquiera a preguntárselo cuando sintió algo que se subía por sus piernas, apretándola con mucha fuerza y tirándola al piso. Chillo como un puerquito llorón, mientras se sacudia y la llenaba de desesperación el ser arrastrada con una velocidad increíble hacia quien sabe donde. Escucha una voz poderosa hablar mientras es llevada, convulsionando entre las lianas trasnparentes que sin duda son mas fuerte que ella. Su escoba que se ha salvado del destino se ser atrapada, sobrevuela a su lado mientras se asegura de llevar su sombrero que se le ha caído entre tanto alboroto de ser raptados.
Por fin son “liberados” de las ramas, cuando llegan a su destino final, pues les han dejado atados para evitar que se escapen un poco. Rhiannon casi convulsiona al ver la flor, y recordando el aroma termina siendo el mismo que reconoció en la figura humanoide que se encontró primero. Temblando se arrastra hacia uno de sus gemelos –al cual no pudo ver a sus ojos que era su forma de diferenciarlos-, murmurando mientras tenia lagrimas ya escapando por sus mejillas. –Tengo miedo…- Y claro que lo tenía, porque ella había llegado ahí para llevarse algunas plantas. Ahora iba a ser esclava –o así entendió primero- por el Rey de las plantas… Que era una flor… Irónicamente como todo en ese mundo, mas grande que ella. Aunque posteriormente, con un chispazo de adultez termino de entender a que se refería cuando dijo “carnes” y “disfrutar” al ver las lianas que los llevaron acercándose a sus piernas. Aun mas aterrada salto sobre el gemelo en que busco refugio, ya largándose a llorar como una niña pequeña.
-No, no quiero, no quiero, nononononooooooo- Lloraba de manera inconsolable mientras las lágrimas brotaban a borbotones de sus ojos y pataleaba intentando alejar las enredaderas. Aunque de nada servían, porque no era ni fuerte y solo parecían harasearles para meterles mas miedo. Guardo silencio entonces, cuando el hombre de la flor puso un PERO. Un pero que la enmudeció, llenándola de esperanzas de que podrían capaz salir ilesos del lugar. Hasta la última aclaración, que fue demasiado para su pobre condición mental que simplemente la hizo colapsar. Cayo dura, desmayada ante la idea de ser comida en caso de fallar a su pedido. No solo había perdido su zapato, sino la ultima pizca de valor para seguir escuchando.
Enid hablaba en voz alta, rescatando las posibles teorías que manejaban a esa altura. La pequeña bruja prefirió quedarse callada para recuperar el aire. Mas ante el peligro, no consideraba bajo ninguna circunstancia el tomar alguna acción mas agresiva. Los siguió instando a caminar, decidiendo que el lago era el mejor lugar si querían estar a salvo. -Ojala el brillo del lago nos pueda guiar…- Menciona preocupada, cuando oye una voz crepitante que grita algo desde el cielo. Su escoba y ella parecen mirar hacia arriba, cuando un gran cuervo pasa volando con una advertencia aterradora. Si buscaban a un responsable, ahora tenían un nombre. Era el “Rey”…. ¿De qué?
No llego siquiera a preguntárselo cuando sintió algo que se subía por sus piernas, apretándola con mucha fuerza y tirándola al piso. Chillo como un puerquito llorón, mientras se sacudia y la llenaba de desesperación el ser arrastrada con una velocidad increíble hacia quien sabe donde. Escucha una voz poderosa hablar mientras es llevada, convulsionando entre las lianas trasnparentes que sin duda son mas fuerte que ella. Su escoba que se ha salvado del destino se ser atrapada, sobrevuela a su lado mientras se asegura de llevar su sombrero que se le ha caído entre tanto alboroto de ser raptados.
Por fin son “liberados” de las ramas, cuando llegan a su destino final, pues les han dejado atados para evitar que se escapen un poco. Rhiannon casi convulsiona al ver la flor, y recordando el aroma termina siendo el mismo que reconoció en la figura humanoide que se encontró primero. Temblando se arrastra hacia uno de sus gemelos –al cual no pudo ver a sus ojos que era su forma de diferenciarlos-, murmurando mientras tenia lagrimas ya escapando por sus mejillas. –Tengo miedo…- Y claro que lo tenía, porque ella había llegado ahí para llevarse algunas plantas. Ahora iba a ser esclava –o así entendió primero- por el Rey de las plantas… Que era una flor… Irónicamente como todo en ese mundo, mas grande que ella. Aunque posteriormente, con un chispazo de adultez termino de entender a que se refería cuando dijo “carnes” y “disfrutar” al ver las lianas que los llevaron acercándose a sus piernas. Aun mas aterrada salto sobre el gemelo en que busco refugio, ya largándose a llorar como una niña pequeña.
-No, no quiero, no quiero, nononononooooooo- Lloraba de manera inconsolable mientras las lágrimas brotaban a borbotones de sus ojos y pataleaba intentando alejar las enredaderas. Aunque de nada servían, porque no era ni fuerte y solo parecían harasearles para meterles mas miedo. Guardo silencio entonces, cuando el hombre de la flor puso un PERO. Un pero que la enmudeció, llenándola de esperanzas de que podrían capaz salir ilesos del lugar. Hasta la última aclaración, que fue demasiado para su pobre condición mental que simplemente la hizo colapsar. Cayo dura, desmayada ante la idea de ser comida en caso de fallar a su pedido. No solo había perdido su zapato, sino la ultima pizca de valor para seguir escuchando.
Rhiannon- Mensajes : 56
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Ambos gemelos observaron con curiosidad al cuervo, mientras se alejaba. A ninguno de los dos le pareció una locura que hubiera un Rey en aquel pequeño mundo dentro del reino de Kil’Daggoth. Se comprendía, porque sólo como aquella figura de autoridad podría haber hecho semejante despliegue de acción.
¿Pero por qué, por qué se había enfadado? ¿Qué era lo que se había hecho para ofender a tal entidad?
Y entonces la voz se hizo escuchar. La voz que ambos supusieron que pertenecía al Gran Monarca de aquel lugar. Para su sorpresa, los setos y otra vegetación comenzó a moverse, a apartarse para crear un pasillo que les condujera al centro del laberinto. Pero no pudieron dar un paso. Algo les atrapó, no podían verlo, pero por su tacto podían deducir que eran lianas. Lianas invisibles, increíble. Maravilloso.
Eíri agarró con fuerza la bolsa, por miedo de que algunos de sus frascos de fuego napalm saliesen y provocase algo que les llevara a la muerte segura. Con la mano libre, tomó la de su hermano, apretándola fuerte. Tenía que controlarse, para no enfurecer más a aquellas criaturas, y eso significaba no prenderse fuego por la sorpresa y la adrenalina. Enid se mantuvo en silencio, pero no por ello podía decirse que no estuviera alterado. Simplemente no era el momento de perder la cabeza.
—No me siento bien, Enid —Eíri cerró los ojos, abrazándose como pudo a su hermano y cerró los ojos. Casi parecía no inmutarse por el hecho de que estuvieran siendo arrastrados por lianas invisibles.
Sin saber cómo, Enid terminó siendo abrazado tanto por su hermano como por Rhiannon, uno porque necesitaba calmarse y la otra porque estaba aterrada. Cualquiera lo estaría ante la tentativa de ser comidos por una planta carnívora. Observó a quien se había descrito como dios, ignorando las convulsiones extrañas de la planta carnívora, miró fijamente a la enrome rosa, pese a lo maravillosa que le habría parecido en otro momento, ahora Enid no podía evitar observarle con cierta ira, mientras notaba el cuerpo inconsciente de Rhiannon y el fuerte agarre de su hermano. Sus cabellos pronto flamearon hasta prenderse en llamas, y así lo hizo parte de su rostro, incluso en las manchas que se extendían en su mejilla y cuello salían pequeñas lenguas de fuego, ahora azul. Inofensivo por ahora.
— Hay diferentes maneras de decir las cosas, oh, mi lord, Dios generoso —comenzó a decir, estaba cansado de aguantarse el malhumor que toda esa situación le estaba provocando—. Si sólo dependiera de mí, estallaría cual supernova sólo para que no tuviera la maravillosa oportunidad de alimentarse de un ser tan espléndido y único como somos mi hermano y yo —comenzó a decir Enid, recordaba vagamente los comentarios que a veces su madre hacía sobre ser tan volátil como su padre cuando era joven, lo mucho que se molestaba cuando usaban otras personas para obligarle a hacer algo—. Con pedirlo hubiera sido suficiente, señor Dios. ¿Necesita que hagamos algo por usted? Pues sólo tiene que pedirlo, sin amenazas. Si puede percibir cosas de nuestro cuerpo, sabría que no nos negaríamos. ¿Por qué? ¿Alguien les está robando, haciendo daño? ¿Qué es lo que quiere que hagamos? —sus cabellos volvieron a llamear antes de volver a su normalidad, miró a la rosa , a aquella criatura maravillosa que era señor y dios de aquel lugar—. Puede que no seamos de aquí, pero hemos crecido muy unidos a Madre, el señor Dios me recuerda a ella. Así que pese a la molestia que me causa el que amenace con devorarnos. Aceptamos. ¿Qué es lo que debemos hacer por usted?
Observó de reojo a la ardilla parlante, y reconoció de entre el grupo que había aparecido al escuchar la voz de su monarca, a las flores que les habían drogado y habían dejado a Eíri en un estado completamente inútil –la mayor parte del tiempo–, que parecían estar riéndose.
Era evidente que no les habían dejado ninguna alternativa, al fin y al cabo, a ninguno de los tres les apetecía convertirse en abono de las plantas de la Plaza de Orichalcum. Por ello mismo, Enid decidió permanecer en silencio y esperar, esperar a que el monarca les dijese qué era lo que quería que hicieran por él. Lo que fuese, lo harían.
¿Pero por qué, por qué se había enfadado? ¿Qué era lo que se había hecho para ofender a tal entidad?
Y entonces la voz se hizo escuchar. La voz que ambos supusieron que pertenecía al Gran Monarca de aquel lugar. Para su sorpresa, los setos y otra vegetación comenzó a moverse, a apartarse para crear un pasillo que les condujera al centro del laberinto. Pero no pudieron dar un paso. Algo les atrapó, no podían verlo, pero por su tacto podían deducir que eran lianas. Lianas invisibles, increíble. Maravilloso.
Eíri agarró con fuerza la bolsa, por miedo de que algunos de sus frascos de fuego napalm saliesen y provocase algo que les llevara a la muerte segura. Con la mano libre, tomó la de su hermano, apretándola fuerte. Tenía que controlarse, para no enfurecer más a aquellas criaturas, y eso significaba no prenderse fuego por la sorpresa y la adrenalina. Enid se mantuvo en silencio, pero no por ello podía decirse que no estuviera alterado. Simplemente no era el momento de perder la cabeza.
—No me siento bien, Enid —Eíri cerró los ojos, abrazándose como pudo a su hermano y cerró los ojos. Casi parecía no inmutarse por el hecho de que estuvieran siendo arrastrados por lianas invisibles.
Sin saber cómo, Enid terminó siendo abrazado tanto por su hermano como por Rhiannon, uno porque necesitaba calmarse y la otra porque estaba aterrada. Cualquiera lo estaría ante la tentativa de ser comidos por una planta carnívora. Observó a quien se había descrito como dios, ignorando las convulsiones extrañas de la planta carnívora, miró fijamente a la enrome rosa, pese a lo maravillosa que le habría parecido en otro momento, ahora Enid no podía evitar observarle con cierta ira, mientras notaba el cuerpo inconsciente de Rhiannon y el fuerte agarre de su hermano. Sus cabellos pronto flamearon hasta prenderse en llamas, y así lo hizo parte de su rostro, incluso en las manchas que se extendían en su mejilla y cuello salían pequeñas lenguas de fuego, ahora azul. Inofensivo por ahora.
— Hay diferentes maneras de decir las cosas, oh, mi lord, Dios generoso —comenzó a decir, estaba cansado de aguantarse el malhumor que toda esa situación le estaba provocando—. Si sólo dependiera de mí, estallaría cual supernova sólo para que no tuviera la maravillosa oportunidad de alimentarse de un ser tan espléndido y único como somos mi hermano y yo —comenzó a decir Enid, recordaba vagamente los comentarios que a veces su madre hacía sobre ser tan volátil como su padre cuando era joven, lo mucho que se molestaba cuando usaban otras personas para obligarle a hacer algo—. Con pedirlo hubiera sido suficiente, señor Dios. ¿Necesita que hagamos algo por usted? Pues sólo tiene que pedirlo, sin amenazas. Si puede percibir cosas de nuestro cuerpo, sabría que no nos negaríamos. ¿Por qué? ¿Alguien les está robando, haciendo daño? ¿Qué es lo que quiere que hagamos? —sus cabellos volvieron a llamear antes de volver a su normalidad, miró a la rosa , a aquella criatura maravillosa que era señor y dios de aquel lugar—. Puede que no seamos de aquí, pero hemos crecido muy unidos a Madre, el señor Dios me recuerda a ella. Así que pese a la molestia que me causa el que amenace con devorarnos. Aceptamos. ¿Qué es lo que debemos hacer por usted?
Observó de reojo a la ardilla parlante, y reconoció de entre el grupo que había aparecido al escuchar la voz de su monarca, a las flores que les habían drogado y habían dejado a Eíri en un estado completamente inútil –la mayor parte del tiempo–, que parecían estar riéndose.
Era evidente que no les habían dejado ninguna alternativa, al fin y al cabo, a ninguno de los tres les apetecía convertirse en abono de las plantas de la Plaza de Orichalcum. Por ello mismo, Enid decidió permanecer en silencio y esperar, esperar a que el monarca les dijese qué era lo que quería que hicieran por él. Lo que fuese, lo harían.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Esa demostración de temple, ese coraje a la hora de enfrentar al abismo sin tener en cuenta la diferencia de poderes, ese brillo tan excelente que las almas emiten cuando no le temen a algo que en antaño fue regente de un planeta entero y que los de su raza son famosos por conquistar galaxias enteras. Enid, a ti te recompensaría como uno de mis hijos si tu ambición fuese todavía más grande, pero por ahora te felicito en el silencio y el anonimato, con la bendición de que a partir de hoy estarás bajo mi vista, por inadvertida que pueda ser. Retomando la situación, solo se puede hablar de lo retorcido que llega a ser la entidad apodada como "V" a la hora de imponer su regla. ¿Qué es aquello que pueda considerarse de generoso en sus acciones? El tirano está tanto complacido como enternecido por el llanto infantil de la bruja dimensional que no tarda en quebrarse y colapsar ante la amenaza de la completa desaparición, de igual modo no puede evitar deleitarse con la idea de someter a algo como el gemelo que da la cara por el grupo, tal como todo Rey siente felicidad al poder subyugar algo que se le opone.
- Oh, pero de otra manera yo me sentiría poco autoritario. ¿Sabes? Soy alguien que ha estado estigmatizado y traumatizado por mucho tiempo debido a que debo lidiar con la idea de que no soy el superior de mi especie. No es fácil ser yo, sufro a diario con esta carga... - Para completar su extraño sentido del humor, ríe levemente luego de haberse victimizado. Libera a los capturados por sus lianas al convencerse de que lo van a asistir, por mucho que el quiera usar el término "Lo van a servir". - Oh, por favor, no te auto destruyas. Reconstruir tu cuerpo sería algo un poco trabajoso, no me especializo en otra cosa que no sean plantas... No porque no pueda, sino porque es tedioso. - Para un ser con el potencial mágico capaz de dominar una esfera planetaria, un jardín es algo demasiado minúsculo, pero a la vez estricto. No creará nada que no sea parte del reino vegetal, por lo que construir cuerpos tan especiales como los de los gemelos sería algo de verdad molesto, por el hecho de su arrogancia, igual que aquellos tiranos que no soportan el hecho de ver imperfección en sus obras.
La palabra de Enid es tomada como una afirmación por "V", y por mi parte como narrador de todo esto, me hace sentir satisfecho. "V" muestra que su palabra tiene peso al retirar la planta carnívora de la vista, ordenada a que descienda al subsuelo, para alivio del grupo de animales que no estarían libres de una posible decisión de comerlos a causa del voluble ánimo del dictador. - Es esplendido... Ser considerado algo similar a una figura paternal. Es un halago que no deba recurrir a otra clase de manipulaciones como la magia cósmica para ganarme su... Aceptación. No es sorpresa tampoco... Sé que soy algo magnífico. - Para cuando esa frase finaliza, los lirios suspiran similar al encanto que tendrían un grupo de mujeres atadas por siempre a un enamoramiento sin fundamento, con voces que bien podrían tener féminas que rondaran sus viente años. - No me disculparé por mis acciones, más seré muy amable con ustedes al calmar su angustia, o su ira, antes de dejarles partir en búsqueda de lo que deseo. - Una de las membranas se pasea con la delicadeza de una caricia por el rostro de Enid, sin ocasionar nada en particular, nada más inyectando en su cabeza la idea de la seguridad frente la corte del Rey. Eiri, sin embargo, solo recibiría una caricia similar para dejarle respirar otro poco de ese veneno que le ha "drogado" al punto de no dejarlo pensar con claridad; es algo que necesitará. La pequeña durmiente será despertada de su sueño luego de ver a la imagen del Rey, en un aspecto que refleja una enorme cercanía con la belleza máxima que pueda tener un hombre humanoide.
- Escuchen bien, porque aceptar mi encargo les dejará la posibilidad de realizar un contrato conmigo si realizan adecuadamente mi petición. Como verán, ser un Dios deja muchos beneficios la mayoría de las oportunidades, pero a veces existen... Recursos, que se pueden usar en nuestra contra debido a la divinidad que poseemos. Hay cierta persona usando uno de estos elementos aquí, en mi jardín, para ocultar su presencia e impedir que lo destruya por ladrón. - La mención de eso basta para hacer murmurar en conmoción al grupo de animales en lo alto de los muros de maleza, entre curiosidad y alerta con la idea de que pueda que ellos sean los considerados ladrones. - De quien hablo es un hechicero... O hechicera, que convirtió un segmento de mis dominios en su taller mágico y como sanguijuela está extrayendo el infinito flujo de mana del lago que recibe esta tierra. Tengo entendido que está consumiendo igual que como lo haría una planta, razón de que yo haya intentado antes engullir todo por medio de la agresión, probando si tenía esa providencia que varios llaman... Suerte. - Tras esa explicación de la causa de las alteraciones en Orichalcum, las lianas retoman su actividad una vez más para sujetar el pie descalzo de la pobre chica, quien ha sufrido una herida evidente en el mismo tras haber perdido su zapato. Una flor de color purpura se acerca a la chica y rocía con néctar la zona de la herida para limpiar todo el lodo acumulado sobre su extremidad y entre sus dedos. Acto seguido, las membranas toman esa flor alargada y la parten en dos, un sacrificio para permitir que los nutrientes del cuerpo separado sirvan como ungüento sobre el lugar sangrante, siendo una cura inmediata administrada por un Dios. Un vendaje con hojas alargadas termina el procedimiento, y el zapato extraviado de la chica es colocado de vuelta en ella.
- Quiero que encuentren a esa persona, quiero que detengan sus actividades, quiero que me traigan su cabeza. Les daré una recompensa adicional a lo que he prometido si en sus manos está ese resultado de la decapitación. Vayan, cumplan con mi voluntad, ustedes seguro que podrán encontrarlo; no detecto nada de divinidad en ustedes. - De ese modo "V" los despacha de su corte real. El Laberinto vuelve a configurarse y a abrir el camino para continuarlo. Es el momento, jóvenes... Vayan y persigan al enemigo de esta deidad de locura y aberración. Vuelvan vencedores.
- Oh, pero de otra manera yo me sentiría poco autoritario. ¿Sabes? Soy alguien que ha estado estigmatizado y traumatizado por mucho tiempo debido a que debo lidiar con la idea de que no soy el superior de mi especie. No es fácil ser yo, sufro a diario con esta carga... - Para completar su extraño sentido del humor, ríe levemente luego de haberse victimizado. Libera a los capturados por sus lianas al convencerse de que lo van a asistir, por mucho que el quiera usar el término "Lo van a servir". - Oh, por favor, no te auto destruyas. Reconstruir tu cuerpo sería algo un poco trabajoso, no me especializo en otra cosa que no sean plantas... No porque no pueda, sino porque es tedioso. - Para un ser con el potencial mágico capaz de dominar una esfera planetaria, un jardín es algo demasiado minúsculo, pero a la vez estricto. No creará nada que no sea parte del reino vegetal, por lo que construir cuerpos tan especiales como los de los gemelos sería algo de verdad molesto, por el hecho de su arrogancia, igual que aquellos tiranos que no soportan el hecho de ver imperfección en sus obras.
La palabra de Enid es tomada como una afirmación por "V", y por mi parte como narrador de todo esto, me hace sentir satisfecho. "V" muestra que su palabra tiene peso al retirar la planta carnívora de la vista, ordenada a que descienda al subsuelo, para alivio del grupo de animales que no estarían libres de una posible decisión de comerlos a causa del voluble ánimo del dictador. - Es esplendido... Ser considerado algo similar a una figura paternal. Es un halago que no deba recurrir a otra clase de manipulaciones como la magia cósmica para ganarme su... Aceptación. No es sorpresa tampoco... Sé que soy algo magnífico. - Para cuando esa frase finaliza, los lirios suspiran similar al encanto que tendrían un grupo de mujeres atadas por siempre a un enamoramiento sin fundamento, con voces que bien podrían tener féminas que rondaran sus viente años. - No me disculparé por mis acciones, más seré muy amable con ustedes al calmar su angustia, o su ira, antes de dejarles partir en búsqueda de lo que deseo. - Una de las membranas se pasea con la delicadeza de una caricia por el rostro de Enid, sin ocasionar nada en particular, nada más inyectando en su cabeza la idea de la seguridad frente la corte del Rey. Eiri, sin embargo, solo recibiría una caricia similar para dejarle respirar otro poco de ese veneno que le ha "drogado" al punto de no dejarlo pensar con claridad; es algo que necesitará. La pequeña durmiente será despertada de su sueño luego de ver a la imagen del Rey, en un aspecto que refleja una enorme cercanía con la belleza máxima que pueda tener un hombre humanoide.
- Escuchen bien, porque aceptar mi encargo les dejará la posibilidad de realizar un contrato conmigo si realizan adecuadamente mi petición. Como verán, ser un Dios deja muchos beneficios la mayoría de las oportunidades, pero a veces existen... Recursos, que se pueden usar en nuestra contra debido a la divinidad que poseemos. Hay cierta persona usando uno de estos elementos aquí, en mi jardín, para ocultar su presencia e impedir que lo destruya por ladrón. - La mención de eso basta para hacer murmurar en conmoción al grupo de animales en lo alto de los muros de maleza, entre curiosidad y alerta con la idea de que pueda que ellos sean los considerados ladrones. - De quien hablo es un hechicero... O hechicera, que convirtió un segmento de mis dominios en su taller mágico y como sanguijuela está extrayendo el infinito flujo de mana del lago que recibe esta tierra. Tengo entendido que está consumiendo igual que como lo haría una planta, razón de que yo haya intentado antes engullir todo por medio de la agresión, probando si tenía esa providencia que varios llaman... Suerte. - Tras esa explicación de la causa de las alteraciones en Orichalcum, las lianas retoman su actividad una vez más para sujetar el pie descalzo de la pobre chica, quien ha sufrido una herida evidente en el mismo tras haber perdido su zapato. Una flor de color purpura se acerca a la chica y rocía con néctar la zona de la herida para limpiar todo el lodo acumulado sobre su extremidad y entre sus dedos. Acto seguido, las membranas toman esa flor alargada y la parten en dos, un sacrificio para permitir que los nutrientes del cuerpo separado sirvan como ungüento sobre el lugar sangrante, siendo una cura inmediata administrada por un Dios. Un vendaje con hojas alargadas termina el procedimiento, y el zapato extraviado de la chica es colocado de vuelta en ella.
- Quiero que encuentren a esa persona, quiero que detengan sus actividades, quiero que me traigan su cabeza. Les daré una recompensa adicional a lo que he prometido si en sus manos está ese resultado de la decapitación. Vayan, cumplan con mi voluntad, ustedes seguro que podrán encontrarlo; no detecto nada de divinidad en ustedes. - De ese modo "V" los despacha de su corte real. El Laberinto vuelve a configurarse y a abrir el camino para continuarlo. Es el momento, jóvenes... Vayan y persigan al enemigo de esta deidad de locura y aberración. Vuelvan vencedores.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Por unos segundos la falta de consciencia la ayudo a recomponerse a nivel físico. Un sueño muy pero muy ligero, que iba a transcurrir mientras Enid y el Rey intercambiaban palabras. Claro, ella jamás lograría saber de la valentía del gemelo de ojos rojos, pues su consciencia estaba en un plano bastante lejano. Pero ya cuando estuviera en su casa, su escoba le contaría mejor seguramente como se había desarrollado todo, que a pesar de no tener ojos ni boca, podía ver y hablar de manera muy fluida…
Aun así, Rhiannon aunque ausente en el “mundo real”, no lo está de ese país fantástico que son los sueños. No va a recordar tampoco que habría estado haciendo, o si en realidad estaba soñando antes. Solo recordaría la figura de un hombre muy bello que se le acercaba demasiado y le soplaba en su cara lo que parecía ser un sacudón de aire perfumado… Y luego simplemente despertó, tomando una bocanada de aire, empujándose suavemente con sus brazos, como quien la hubieran resucitado. Sus ojos aun algo espantados recorrían el lugar, acomodándose en el espacio y tiempo. Recorrio a todo el reino de las flores , mientras aun conservaba un poco de miedo. Mas el Rey del Jardín empieza a hablar.
Va a escuchar atenta sus razones, a las cuales quitándole los improvistos anteriores, tendrían razón de ser. No estaba bien nutrirse de manera abusiva de una fuente de poder, mas si esta es… ¿Natural…? No ayudaba a la verdadera magia a desarrollarse, pero era más fácil hacer todo de ese modo… Era muy tramposo. Su rostro se había suavizado en cuanto al estrés que le suponía ser atrapada por una planta parlante, hasta que nuevamente las lianas se movieron tomándola de su pie. Rhiannon chilla un poco asustada, queriendo moverse pero siendo completamente inútil. Incapaz de responder con fuerza física, ve como una flor morada se acerca hacia su pie descalzo
-Pero que..- Murmura un poco tartamuda, reaccionando y retrayéndose al sentir el néctar rociado en su pie, para ver como acto seguido como las lianas sacrificaban a la flor, poniéndola en sus pies. -¡Oooye! Tshch…. Eso hace cosquillas… Jaja…- Diría mientras se contorsiona en el suelo producto de los toques en su planta del pie, siendo torturada de un modo inusual. Tras unos segundos, siente una leve presión en su pie y finalmente mientras recupera el aire de su riza forzada, ve con alegría a su zapato volver a ella. -¡Zapato! ¡Izquierdo te extraño!- Dijo, casi renovada mientras subía su pie, contemplándolo como alguien que jamás tuvo uno.
Mas la risa terminó muy pronto. La orden era muy clara: debían encontrar a la bruja o brujo, y cortarle la cabeza, llevándosela de nuevo. La pequeña bruja miro a ambos gemelos un poco aterrada, sin querer tomárselo en serio. Ella no mataba… Y no quería matar. Solo había matado a unas cuantas moscas y solo con mucho valor se atrevía a enfrentarse a cucarachas y arañas… ¿Cómo se supone que iba a hacer eso…? No es que le agradará la idea de ser comida, pero matar era un asunto muy difícil. Se levanto en silencio del piso, mientras caminaba de nuevo hacia el laberinto con un temple muy preocupado. O le gustaba esa condición para permanecer viva. Solo una vez que con los gemelos estaban lejos del rey, se animo a preguntar.
-Chicos… ¿En serio le vamos a cortar la cabeza a alguien…?- Diría, mientras su boquita de manera inconsciente empieza a curvarse hacia abajo, como una niñita a la que acaban de decirle que no le compraran su muñeca por falta de dinero.
Aun así, Rhiannon aunque ausente en el “mundo real”, no lo está de ese país fantástico que son los sueños. No va a recordar tampoco que habría estado haciendo, o si en realidad estaba soñando antes. Solo recordaría la figura de un hombre muy bello que se le acercaba demasiado y le soplaba en su cara lo que parecía ser un sacudón de aire perfumado… Y luego simplemente despertó, tomando una bocanada de aire, empujándose suavemente con sus brazos, como quien la hubieran resucitado. Sus ojos aun algo espantados recorrían el lugar, acomodándose en el espacio y tiempo. Recorrio a todo el reino de las flores , mientras aun conservaba un poco de miedo. Mas el Rey del Jardín empieza a hablar.
Va a escuchar atenta sus razones, a las cuales quitándole los improvistos anteriores, tendrían razón de ser. No estaba bien nutrirse de manera abusiva de una fuente de poder, mas si esta es… ¿Natural…? No ayudaba a la verdadera magia a desarrollarse, pero era más fácil hacer todo de ese modo… Era muy tramposo. Su rostro se había suavizado en cuanto al estrés que le suponía ser atrapada por una planta parlante, hasta que nuevamente las lianas se movieron tomándola de su pie. Rhiannon chilla un poco asustada, queriendo moverse pero siendo completamente inútil. Incapaz de responder con fuerza física, ve como una flor morada se acerca hacia su pie descalzo
-Pero que..- Murmura un poco tartamuda, reaccionando y retrayéndose al sentir el néctar rociado en su pie, para ver como acto seguido como las lianas sacrificaban a la flor, poniéndola en sus pies. -¡Oooye! Tshch…. Eso hace cosquillas… Jaja…- Diría mientras se contorsiona en el suelo producto de los toques en su planta del pie, siendo torturada de un modo inusual. Tras unos segundos, siente una leve presión en su pie y finalmente mientras recupera el aire de su riza forzada, ve con alegría a su zapato volver a ella. -¡Zapato! ¡Izquierdo te extraño!- Dijo, casi renovada mientras subía su pie, contemplándolo como alguien que jamás tuvo uno.
Mas la risa terminó muy pronto. La orden era muy clara: debían encontrar a la bruja o brujo, y cortarle la cabeza, llevándosela de nuevo. La pequeña bruja miro a ambos gemelos un poco aterrada, sin querer tomárselo en serio. Ella no mataba… Y no quería matar. Solo había matado a unas cuantas moscas y solo con mucho valor se atrevía a enfrentarse a cucarachas y arañas… ¿Cómo se supone que iba a hacer eso…? No es que le agradará la idea de ser comida, pero matar era un asunto muy difícil. Se levanto en silencio del piso, mientras caminaba de nuevo hacia el laberinto con un temple muy preocupado. O le gustaba esa condición para permanecer viva. Solo una vez que con los gemelos estaban lejos del rey, se animo a preguntar.
-Chicos… ¿En serio le vamos a cortar la cabeza a alguien…?- Diría, mientras su boquita de manera inconsciente empieza a curvarse hacia abajo, como una niñita a la que acaban de decirle que no le compraran su muñeca por falta de dinero.
Rhiannon- Mensajes : 56
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Era difícil calificar una reunión como aquella, de las más surrealistas a las que Enid había asistido. Tardó un poco en ponerse de píe, principalmente porque debía esperar a que primero lo hicieran Rhiannon y Eíri, el cual pareció despertarse cuando la membrana rozó su mejilla, parecía tan fresco como una lechuga con el detalle de que a cada pocos segundos el pelo se le prendía fuego.
Cuando se despidieron de la corte y de su extraño señor, ambos gemelos comenzaron a caminar por el pasillo que se les había abierto, cavilando en lo que se suponía que habían accedido a hacer. Eíri se rió por lo bajo, por lo hilarante que le había parecido el comentario del Dios acerca de la carente divinidad en ellos. ¿Era bueno, no? Pensaba el de ojos verdosos, teniendo en cuenta que sus padres a pesar de ser de los seres más antiguos que existían, eran de esas personitas que por su trabajo habían presenciado, participado y auspiciado la caída de muchos dioses.
— Qué bueno~ —masculló por lo bajo Eíri, ignorando olímpicamente la mirada que le dedicaba su hermano. Parecía estar pletórico por ninguna razón aparente.
Enid no llegó a decir nada porque la voz de Rhiannon le hizo dejar atrás el asunto de su hermano en un estado absurdamente demencial. Los dos chicos observaron a la joven bruja, sus expresiones eran realmente neutras y quizás, tan sólo, mostraban algo de curiosidad. Aquella pregunta, aquella expresión triste que les ofrecía a ambos ante la idea de tener que matar a alguien. Era gracioso, casi entrañable.
— Rhiannon, no es sólo el hecho de que hayamos dado nuestra palabra en qué lo haríamos, es probable que la persona que esté haciendo esto no se detenga sin oponer resistencia —comenzó a decir Enid, encogiéndose de hombros, mientras seguía caminando por el laberinto.
— Es esa persona o nosotros. Es una regla fundamental de supervivencia. Lamento mucho que tengas que encontrarte con un dilema como este, pero si no es hoy, volverás a verte en una situación parecida mañana o dentro de poco tiempo —añadió Eíri, y escupió una lengua de llamas azuladas—. Sin contar que esta persona está comprometiendo la identidad de todo ser vivo que se encuentra aquí y también ha puesto nuestras vidas en peligro por sus propios fines. Tiene que pagar. Y si no decide dejar de hacer las cosas de manera diplomática, se hará lo que deba hacerse. Es una cabeza a cambio de muchas más vidas, no lo encuentro tan horroroso —sentenció, dándole unas palmaditas en el hombro a la joven bruja que trataban de ser confortantes.
Sin contar con que ambos aparecieron en aquel mundo en los peores momentos de las tierras del Este, ambos gemelos habían visto demasiadas cosas en su no aparente larga vida. Lo suficiente para aprender a la fuerza de que las cosas no siempre salían como uno quería, que a veces se debía pasar por encima de las inocentes creencias que se tenían. Madurar en los mundos que habían visitado por medio de sus jefes en la Pirámide, no se trataba de crecer y fingir que se comprendían las responsabilidades, el deber y actuar como los demás se esperan que uno haga. Ellos, a la fuerza, habían aprendido que crecer también significaba hacerse lo suficientemente fuertes y, a veces, fríos y racionales para asimilar y soportar las veces en las que la muerte y la sangre eran la única opción.
Ser cívicos en sociedades corruptas, egoístas y aberrantes era de ilusos.
Como ya no tenían, aparentemente, que correr por sus vidas, Eíri decidió detenerse para inspeccionar la tierra del lugar. También abrió su bolsa para sacar una de sus botellitas vacías de cristal y los pocos bártulos que había llevado consigo para hacer un estudio superficial y básico de la tierra.
—Deberíamos encontrar el sector que han estado usando para extraer el mana. Cuando se extrae algo de la tierra en gran cantidad el suelo se agota. Aparecen bichos, las plantas enferman. Sería fácil reconocerlo, aunque nos llevase tiempo. Sabemos que quien sea que ande por aquí no podrá salir. Está tan encerrado como nosotros —comentó Eíri y suspiró, casi roncando en el proceso. Como si se hubiera aburrido a sí mismo mientras se explicaba.
—Es cierto que por algo tenemos que empezar. Él mismo no sabía ni por dónde encontrarle. Pero encontrar su zona de trabajo no nos asegura que encontremos al ladrón de mana ahí —añadió Enid, encogiéndose de hombros—. ¡No te comas la tierra! —farfulló, y le dio un manotazo a Eíri para que, en efecto, dejara de meterse trocitos de tierra en la boca. Su hermano le respondió en un silencioso y pronunciado puchero y las llamas que ahora asomaban por sus orejas se extendieron casi medio metro antes de volver a menguar.
—¿Sabes hacer radares mágicos, Rhiannon? —preguntó de pronto, Eíri, esbozando una sonrisa casi infantil—. Como hechizos de detección –yo aún no sé–. Uno que detecte la tierra sana, como la que hay aquí, llena de minerales y mana. Que haga música linda hasta que ~~ ya no detecte nada, y entonces habremos encontrado la tierra agotada y por lo tanto el lugar de trabajo de esa persona. Ahí al menos podríamos encontrar algo que nos sirva ¿no? ¿no?
Enid se contuvo para no poner los ojos en blanco o gruñir cuando su hermano se le subió a la espalda, mientras seguía murmurando cosas y agitaba el frasco de cristal en el que había metido la tierra sana para estudiarla. Se concentró para fingir normalidad y miró a Rhiannon, era cierto que no tenían nada por dónde empezar y siempre cabía la posibilidad de que el ladrón no se hubiera movido de su zona de trabajo por ser un área que conocía y por ende, en la que sabría defenderse mejor. O a lo mejor estaría correteando cual pollo descabezado. Algo que Enid no sopesaba, al tener en cuenta que quien fuera había trazado un plan inteligente que había echado a perder por la codicia.
—¿Crees que puedas hacerlo? —le preguntó a la bruja, rindiéndose al final al favor de la teoría de su hermano en vista de que estaba demasiado terco con ello y no le apetecía tener que discutir o dejarle inconsciente por si le necesitaban más adelante.
Cuando se despidieron de la corte y de su extraño señor, ambos gemelos comenzaron a caminar por el pasillo que se les había abierto, cavilando en lo que se suponía que habían accedido a hacer. Eíri se rió por lo bajo, por lo hilarante que le había parecido el comentario del Dios acerca de la carente divinidad en ellos. ¿Era bueno, no? Pensaba el de ojos verdosos, teniendo en cuenta que sus padres a pesar de ser de los seres más antiguos que existían, eran de esas personitas que por su trabajo habían presenciado, participado y auspiciado la caída de muchos dioses.
— Qué bueno~ —masculló por lo bajo Eíri, ignorando olímpicamente la mirada que le dedicaba su hermano. Parecía estar pletórico por ninguna razón aparente.
Enid no llegó a decir nada porque la voz de Rhiannon le hizo dejar atrás el asunto de su hermano en un estado absurdamente demencial. Los dos chicos observaron a la joven bruja, sus expresiones eran realmente neutras y quizás, tan sólo, mostraban algo de curiosidad. Aquella pregunta, aquella expresión triste que les ofrecía a ambos ante la idea de tener que matar a alguien. Era gracioso, casi entrañable.
— Rhiannon, no es sólo el hecho de que hayamos dado nuestra palabra en qué lo haríamos, es probable que la persona que esté haciendo esto no se detenga sin oponer resistencia —comenzó a decir Enid, encogiéndose de hombros, mientras seguía caminando por el laberinto.
— Es esa persona o nosotros. Es una regla fundamental de supervivencia. Lamento mucho que tengas que encontrarte con un dilema como este, pero si no es hoy, volverás a verte en una situación parecida mañana o dentro de poco tiempo —añadió Eíri, y escupió una lengua de llamas azuladas—. Sin contar que esta persona está comprometiendo la identidad de todo ser vivo que se encuentra aquí y también ha puesto nuestras vidas en peligro por sus propios fines. Tiene que pagar. Y si no decide dejar de hacer las cosas de manera diplomática, se hará lo que deba hacerse. Es una cabeza a cambio de muchas más vidas, no lo encuentro tan horroroso —sentenció, dándole unas palmaditas en el hombro a la joven bruja que trataban de ser confortantes.
Sin contar con que ambos aparecieron en aquel mundo en los peores momentos de las tierras del Este, ambos gemelos habían visto demasiadas cosas en su no aparente larga vida. Lo suficiente para aprender a la fuerza de que las cosas no siempre salían como uno quería, que a veces se debía pasar por encima de las inocentes creencias que se tenían. Madurar en los mundos que habían visitado por medio de sus jefes en la Pirámide, no se trataba de crecer y fingir que se comprendían las responsabilidades, el deber y actuar como los demás se esperan que uno haga. Ellos, a la fuerza, habían aprendido que crecer también significaba hacerse lo suficientemente fuertes y, a veces, fríos y racionales para asimilar y soportar las veces en las que la muerte y la sangre eran la única opción.
Ser cívicos en sociedades corruptas, egoístas y aberrantes era de ilusos.
Como ya no tenían, aparentemente, que correr por sus vidas, Eíri decidió detenerse para inspeccionar la tierra del lugar. También abrió su bolsa para sacar una de sus botellitas vacías de cristal y los pocos bártulos que había llevado consigo para hacer un estudio superficial y básico de la tierra.
—Deberíamos encontrar el sector que han estado usando para extraer el mana. Cuando se extrae algo de la tierra en gran cantidad el suelo se agota. Aparecen bichos, las plantas enferman. Sería fácil reconocerlo, aunque nos llevase tiempo. Sabemos que quien sea que ande por aquí no podrá salir. Está tan encerrado como nosotros —comentó Eíri y suspiró, casi roncando en el proceso. Como si se hubiera aburrido a sí mismo mientras se explicaba.
—Es cierto que por algo tenemos que empezar. Él mismo no sabía ni por dónde encontrarle. Pero encontrar su zona de trabajo no nos asegura que encontremos al ladrón de mana ahí —añadió Enid, encogiéndose de hombros—. ¡No te comas la tierra! —farfulló, y le dio un manotazo a Eíri para que, en efecto, dejara de meterse trocitos de tierra en la boca. Su hermano le respondió en un silencioso y pronunciado puchero y las llamas que ahora asomaban por sus orejas se extendieron casi medio metro antes de volver a menguar.
—¿Sabes hacer radares mágicos, Rhiannon? —preguntó de pronto, Eíri, esbozando una sonrisa casi infantil—. Como hechizos de detección –yo aún no sé–. Uno que detecte la tierra sana, como la que hay aquí, llena de minerales y mana. Que haga música linda hasta que ~~ ya no detecte nada, y entonces habremos encontrado la tierra agotada y por lo tanto el lugar de trabajo de esa persona. Ahí al menos podríamos encontrar algo que nos sirva ¿no? ¿no?
Enid se contuvo para no poner los ojos en blanco o gruñir cuando su hermano se le subió a la espalda, mientras seguía murmurando cosas y agitaba el frasco de cristal en el que había metido la tierra sana para estudiarla. Se concentró para fingir normalidad y miró a Rhiannon, era cierto que no tenían nada por dónde empezar y siempre cabía la posibilidad de que el ladrón no se hubiera movido de su zona de trabajo por ser un área que conocía y por ende, en la que sabría defenderse mejor. O a lo mejor estaría correteando cual pollo descabezado. Algo que Enid no sopesaba, al tener en cuenta que quien fuera había trazado un plan inteligente que había echado a perder por la codicia.
—¿Crees que puedas hacerlo? —le preguntó a la bruja, rindiéndose al final al favor de la teoría de su hermano en vista de que estaba demasiado terco con ello y no le apetecía tener que discutir o dejarle inconsciente por si le necesitaban más adelante.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Su pregunta no tuvo realmente la respuesta que estaba esperando. Al parecer los gemelos habían tomado el asunto mucho mas calmos de lo que ella se lo imaginaba, por lo que podía asumir tras de eso bastante cosas. Aunque la idea de que los muchachos ya hubieran masacrado a alguien era algo muy probable -considerando como actuaban todos en ese mundo- prefirió guardar silencio ante sus palabras, mientras les seguía bastante pensativa. Hasta su misma escoba se puso a su lado, separando las pajas de su cola para simular que caminaba, cosa que por lo general alegraba y hacia reír a Rhiannon, pero no… No funciono.
-Supongo que tienen razón…- Pensaria, mientras pateaba con desgano una piedrita en el suelo. Estaba bastante absorta en lo que debían de hacer, por lo que estaba determinada a que si se encontraban con esa persona, iba a taparse los ojos. Y luego, por supuesto, iba a ignorar la cabeza a menos que el Rey Planta se hiciera presente en ese mismo lugar. Suspiraba. Si su padre supiera que ha colaborado en el asesinado de lo que probablemente era otro hechicero, seguramente era otra muerta mas. Sus ojos se veian algo perdidos, hasta que finalmente la voz de Eíri, sobresaltándola. Él le explicaría con mas detalle lo que quería que la joven bruja lograra, terminando de ser presionada por Enid. Si ambos se lo pedían, debía dar su mejor esfuerzo, y eso significaría pensar algo…
-Aha… Esto… Creo que, puedo hacerlo.- Respondió algo nerviosa, mientras se sentaba en el piso y tomaba su bolso. Suspiro, con un temple más concentrado. ¡Podía hacerlo, PODIA! La cuestión es que debería hacer un poco de esfuerzo para acordarse de que sello en particular era el que debía de emplear, pues había muchísimos para lograr tal cosa. –Bueno… Veamos, era así….- Murmuro, mientras sacaba una varita de sauce de su bolso, y sobre la tierra húmeda empezaba a dibujar un círculo, con algunos símbolos adentros. Esa era la estructura básica, por lo que estaba segura que no habría error alguno. Ya lo mas complicado era hacer los signos y ángulos propios del hechizo que quería hacer. A ese punto, habiendo avanzo bastante en el trazo, se detuvo. Cerro sus ojos, mientras intentaba recordar el orden de los manuales que tenían las guías para sellos de este tipo. –Mmmmmh….. Persona, espíritu, almas, aura menor… Poder… ¿Flujo…? Como mana….. Y Prana……. Prana….- Murmuraba, como si estuviera en un examen. Salto de repente, corriendo otra vez a su bolso.
-Aquí, no, no, tu no, no no… Demonios, estoy segura que tenia de estas…. Hum… - Empezó a decir, mientras metía sus brazos y su cabeza cada vez más dentro del bolso. En unos segundos más, casi el bolso se estaba comiendo hasta la cintura de Rhiannon, cosa que parecía imposible pues el mismo no era en realidad más grande que su sombrero. Finalmente, un grito ahogado por la tela del mismo se oyó, anunciando que al fin encontró eso que buscaba con tanto secreto.
-Miren chicos, aquí tengo tres piedras preciosas.- Diria, mientras comienza a salir del bolso con algunas plumas sobre su cabello que se han pegado a ella. Extendiendo su mano derecha, se pueden observar justamente eso. Tres pequeñas piedras preciosas, de diferentes colores. Una es azul, otra es rosa, y finalmente la ultima que es verde. Luego de mostrarlas, con cuidado de no pisar ninguna línea, a puntitas de pies va a acomodar a las mismas en puntos opuestos, formando un triangulo dentro del sello que ha dibujado. –La piedra azul va a detectar el mana del lago… La rosa nos dirá donde hay influencia del Rey Planta… La verde nos deberá decir en donde el mana del lago se transforma y donde no llega el poder del Rey Planta. Ahora, por favor, pase lo que pase…. No entren al sello antes de que me despierte…- Explicaría, mientras finalmente da un salto al medio del sello y cuida nuevamente, de no romper las líneas que ha dibujado con la varita de sauce.
-Septentrio, meridies, occidens et orientis…. Haec est mea diligentia transit…. Adprobate rei gemmis… unde omnis.- Hablo, clara y siendo seria, perfil que no le pegaba en lo absoluto. Como bien termino de pronunciar esas palabras, sus ojos brillaron por unos segundos, cayendo desplomada sobre el sello. Las mismas líneas terminaron iluminándose, para posteriormente empezar a iluminar todo con líneas en el suelo con rayas rosas y azules. Mas a lo lejos, un débil brillo verde se podía advertir. Mas que nada por las mismas plantas que se hacían lugar en el jardín, señalando el tercer camino que la bruja mostro.
Unos segundos pasaron, hasta que de a poco la pequeña bruja parpadeo, volviendo sus ojos a la normalidad. –Ah… ¿Fun…. funciono?-
-Supongo que tienen razón…- Pensaria, mientras pateaba con desgano una piedrita en el suelo. Estaba bastante absorta en lo que debían de hacer, por lo que estaba determinada a que si se encontraban con esa persona, iba a taparse los ojos. Y luego, por supuesto, iba a ignorar la cabeza a menos que el Rey Planta se hiciera presente en ese mismo lugar. Suspiraba. Si su padre supiera que ha colaborado en el asesinado de lo que probablemente era otro hechicero, seguramente era otra muerta mas. Sus ojos se veian algo perdidos, hasta que finalmente la voz de Eíri, sobresaltándola. Él le explicaría con mas detalle lo que quería que la joven bruja lograra, terminando de ser presionada por Enid. Si ambos se lo pedían, debía dar su mejor esfuerzo, y eso significaría pensar algo…
-Aha… Esto… Creo que, puedo hacerlo.- Respondió algo nerviosa, mientras se sentaba en el piso y tomaba su bolso. Suspiro, con un temple más concentrado. ¡Podía hacerlo, PODIA! La cuestión es que debería hacer un poco de esfuerzo para acordarse de que sello en particular era el que debía de emplear, pues había muchísimos para lograr tal cosa. –Bueno… Veamos, era así….- Murmuro, mientras sacaba una varita de sauce de su bolso, y sobre la tierra húmeda empezaba a dibujar un círculo, con algunos símbolos adentros. Esa era la estructura básica, por lo que estaba segura que no habría error alguno. Ya lo mas complicado era hacer los signos y ángulos propios del hechizo que quería hacer. A ese punto, habiendo avanzo bastante en el trazo, se detuvo. Cerro sus ojos, mientras intentaba recordar el orden de los manuales que tenían las guías para sellos de este tipo. –Mmmmmh….. Persona, espíritu, almas, aura menor… Poder… ¿Flujo…? Como mana….. Y Prana……. Prana….- Murmuraba, como si estuviera en un examen. Salto de repente, corriendo otra vez a su bolso.
-Aquí, no, no, tu no, no no… Demonios, estoy segura que tenia de estas…. Hum… - Empezó a decir, mientras metía sus brazos y su cabeza cada vez más dentro del bolso. En unos segundos más, casi el bolso se estaba comiendo hasta la cintura de Rhiannon, cosa que parecía imposible pues el mismo no era en realidad más grande que su sombrero. Finalmente, un grito ahogado por la tela del mismo se oyó, anunciando que al fin encontró eso que buscaba con tanto secreto.
-Miren chicos, aquí tengo tres piedras preciosas.- Diria, mientras comienza a salir del bolso con algunas plumas sobre su cabello que se han pegado a ella. Extendiendo su mano derecha, se pueden observar justamente eso. Tres pequeñas piedras preciosas, de diferentes colores. Una es azul, otra es rosa, y finalmente la ultima que es verde. Luego de mostrarlas, con cuidado de no pisar ninguna línea, a puntitas de pies va a acomodar a las mismas en puntos opuestos, formando un triangulo dentro del sello que ha dibujado. –La piedra azul va a detectar el mana del lago… La rosa nos dirá donde hay influencia del Rey Planta… La verde nos deberá decir en donde el mana del lago se transforma y donde no llega el poder del Rey Planta. Ahora, por favor, pase lo que pase…. No entren al sello antes de que me despierte…- Explicaría, mientras finalmente da un salto al medio del sello y cuida nuevamente, de no romper las líneas que ha dibujado con la varita de sauce.
-Septentrio, meridies, occidens et orientis…. Haec est mea diligentia transit…. Adprobate rei gemmis… unde omnis.- Hablo, clara y siendo seria, perfil que no le pegaba en lo absoluto. Como bien termino de pronunciar esas palabras, sus ojos brillaron por unos segundos, cayendo desplomada sobre el sello. Las mismas líneas terminaron iluminándose, para posteriormente empezar a iluminar todo con líneas en el suelo con rayas rosas y azules. Mas a lo lejos, un débil brillo verde se podía advertir. Mas que nada por las mismas plantas que se hacían lugar en el jardín, señalando el tercer camino que la bruja mostro.
Unos segundos pasaron, hasta que de a poco la pequeña bruja parpadeo, volviendo sus ojos a la normalidad. –Ah… ¿Fun…. funciono?-
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Ambos hermanos permanecieron en silencio mientras observaban como la joven bruja se preparaba para realizar el hechizo que habían sugerido. Por como lo explicaba parecía algo diferente, más sencillo y fácil de manejar, por lo que realmente sería muy útil si llegaba a funcionar.
Cuando Rhiannon comenzó a recitar su hechizo, ninguno de ellos pareció sorprenderse o extrañarse por las palabras que salían de su boca. Habían tenido suficiente tiempo en la Pirámide para estudiar y aprender, sus padres, su hermana Lya y hasta la alumna de su padre, Nyx y la hechicera compañera de ella, Amber, habían tratado de inculcarles un trocito de todo lo que ellos conocían, porque esa era la mejor forma de prepararles para todo el trabajo que les quedaba por delante como agentes de aquel lugar.
Era una lástima que su memoria a corto plazo estuviera hecha puré y no recordasen exactamente cuál era su misión allí.
En silencio ambos dejaron a un lugar recóndito de su mente las cosas de su hogar y a las personas que extrañaban. Tenían que concentrarse en su misión actual y no podían fallar. No sólo porque sus cabezas estaban en juego, sino porque también lo estaba la vida de Rhiannon y ninguno de ellos iba a dejar que tuviera que pasar por otro proceso vegetal traumatizante. Pese a que uno de ellos no estuviera exactamente en sus cabales.
Los dos habían estado observando a Rhiannon y sabían lo suficiente para saber que era una existencia relativamente pacífica e inocente como para tener que sufrir demasiadas injusticias seguidas. Desagraciadamente, según la experiencia que tenían ambos, eran ese tipo de personitas agradables y buenas, las que atraían los mayores problemas para ellos mismos. Como si ser bueno en aquel mundo acarrease con ello una especie de maldición absurda.
—¡Lo has hecho muy bien! —exclamó Eíri, siguiendo la misma línea hiperactiva que había estado usando desde que le habían drogado las plantas, con la excepción de que ahora parecía estar peor, si es que era posible. Sin previo aviso tomó a la joven bruja en volandas, ignorando la expresión entre sorprendida, irritada y pasmada que Enid intentaba suavizar en vano—. Te llevo, para darte las gracias. No te preocupes, no quemo. Solo a veces, pero tú no entrarías en esas. Ja ja~
—La línea verde está algo alejada —comento Enid, quien no pudo evitar sacar una llamarada de la boca mientras intentaba pasar por alto los comentarios aleatorios de su hermano y que, para su desgracia, él comprendía aunque no quisiera. Señaló la senda iluminada por la línea verde y esbozó una sonrisa amistosa, cordial—. Lo has hecho muy bien Rhiannon, es la primera vez que veo un hechizo de rastreo de ese tipo. Muy efectivo.
Eíri asintió varias veces mientras se ponía en marcha y seguía los pasos de su hermano, la manera en la que caminaba tan relajado y casi alegre, daba la falsa sensación de que estuvieran ahí para pasar un rato divertido. A veces se contenía para no tararear o tratar de dar un impulso gigante con una llamarada –porque no quería asustar ni hacer daño a Rhiannon– o simplemente comenzar a gritar de forma aleatoria porque así lo sentía. Desinhibición total.
—J aja ja, ustedes sí que podrán encontrarlo, no detecto nada de divinidad en ustedes —repitió Eíri, soltando un par de risitas al recordar las palabras del “Gran Monarca”, se mordió el labio inferior y suspiró—. No soy vegano.
Enid se giró una sola vez, para mirar a su hermano de un modo algo fulminante, queriéndole recordar que no estaban ahí de recreo y que sus vidas –y la de Rhiannon– dependían del éxito de aquella misión. Y era difícil concentrarse y pensar en una posible estrategia si él estaba todo el rato soltando lo primero que se le venía en gana.
Y entonces, por suerte para ellos, comenzaron a aparecer los primeros signos dela tierra gastada. Al principio las hojas de los setos se veían como quemadas, algunas tenían agujeros y otras estaban grises, completamente arrugadas. Daba una incómoda sensación de que las pobres plantas habían estado sufriendo, y probablemente lo habían hecho antes de morir. Ante la visión, Eíri se calló de golpe y miró con cierta triste el cambio de paisaje, resultaba lastimoso mirarlo.
—… —el gemelo de ojos verdes suspiró cabizbajo y dejó a Rhiannon en el suelo, dado que cabía la posibilidad de que en breve tuvieran que enfrentarse al culpable de aquello—. Ahora resulta comprensible —comentó Eíri, mientras seguía el camino.
—Debe estar por aquí, así que id con cuidado y estad alertas —dijo Enid, torciendo los labios en una mueca de desagrado—. Si la persona que ha hecho esto ha sido lo suficientemente inteligente para ocultarse de la parte contratante de nuestro contrato verbal de trabajo temporal, no habrá ido muy lejos, teniendo en cuenta que esta es la única zona en la que el señor Dios no ha podido llegar, aun —comentó, encogiéndose de hombros—.Si fuera inteligente no saldría dónde él puede hacer que sea devorado por plantas carnívoras… ¿Qué es eso?
Enid se había detenido de golpe, cuando en el camino encontró una máquina no muy grande, pero si extraña, que parecía tener gran parte de su mecanismo enterrado en la tierra. Expulsaba por unos pequeños orificios algún tipo de gas extraño de color morado, por la forma de rosca que tenían dichos agujeros, era obvio que alguien había desenroscado los tubos u otros recipientes que debían haber estado almacenando ese gas. ¿Qué clase de máquina era aquella?
Cuando Rhiannon comenzó a recitar su hechizo, ninguno de ellos pareció sorprenderse o extrañarse por las palabras que salían de su boca. Habían tenido suficiente tiempo en la Pirámide para estudiar y aprender, sus padres, su hermana Lya y hasta la alumna de su padre, Nyx y la hechicera compañera de ella, Amber, habían tratado de inculcarles un trocito de todo lo que ellos conocían, porque esa era la mejor forma de prepararles para todo el trabajo que les quedaba por delante como agentes de aquel lugar.
Era una lástima que su memoria a corto plazo estuviera hecha puré y no recordasen exactamente cuál era su misión allí.
En silencio ambos dejaron a un lugar recóndito de su mente las cosas de su hogar y a las personas que extrañaban. Tenían que concentrarse en su misión actual y no podían fallar. No sólo porque sus cabezas estaban en juego, sino porque también lo estaba la vida de Rhiannon y ninguno de ellos iba a dejar que tuviera que pasar por otro proceso vegetal traumatizante. Pese a que uno de ellos no estuviera exactamente en sus cabales.
Los dos habían estado observando a Rhiannon y sabían lo suficiente para saber que era una existencia relativamente pacífica e inocente como para tener que sufrir demasiadas injusticias seguidas. Desagraciadamente, según la experiencia que tenían ambos, eran ese tipo de personitas agradables y buenas, las que atraían los mayores problemas para ellos mismos. Como si ser bueno en aquel mundo acarrease con ello una especie de maldición absurda.
—¡Lo has hecho muy bien! —exclamó Eíri, siguiendo la misma línea hiperactiva que había estado usando desde que le habían drogado las plantas, con la excepción de que ahora parecía estar peor, si es que era posible. Sin previo aviso tomó a la joven bruja en volandas, ignorando la expresión entre sorprendida, irritada y pasmada que Enid intentaba suavizar en vano—. Te llevo, para darte las gracias. No te preocupes, no quemo. Solo a veces, pero tú no entrarías en esas. Ja ja~
—La línea verde está algo alejada —comento Enid, quien no pudo evitar sacar una llamarada de la boca mientras intentaba pasar por alto los comentarios aleatorios de su hermano y que, para su desgracia, él comprendía aunque no quisiera. Señaló la senda iluminada por la línea verde y esbozó una sonrisa amistosa, cordial—. Lo has hecho muy bien Rhiannon, es la primera vez que veo un hechizo de rastreo de ese tipo. Muy efectivo.
Eíri asintió varias veces mientras se ponía en marcha y seguía los pasos de su hermano, la manera en la que caminaba tan relajado y casi alegre, daba la falsa sensación de que estuvieran ahí para pasar un rato divertido. A veces se contenía para no tararear o tratar de dar un impulso gigante con una llamarada –porque no quería asustar ni hacer daño a Rhiannon– o simplemente comenzar a gritar de forma aleatoria porque así lo sentía. Desinhibición total.
—J aja ja, ustedes sí que podrán encontrarlo, no detecto nada de divinidad en ustedes —repitió Eíri, soltando un par de risitas al recordar las palabras del “Gran Monarca”, se mordió el labio inferior y suspiró—. No soy vegano.
Enid se giró una sola vez, para mirar a su hermano de un modo algo fulminante, queriéndole recordar que no estaban ahí de recreo y que sus vidas –y la de Rhiannon– dependían del éxito de aquella misión. Y era difícil concentrarse y pensar en una posible estrategia si él estaba todo el rato soltando lo primero que se le venía en gana.
Y entonces, por suerte para ellos, comenzaron a aparecer los primeros signos dela tierra gastada. Al principio las hojas de los setos se veían como quemadas, algunas tenían agujeros y otras estaban grises, completamente arrugadas. Daba una incómoda sensación de que las pobres plantas habían estado sufriendo, y probablemente lo habían hecho antes de morir. Ante la visión, Eíri se calló de golpe y miró con cierta triste el cambio de paisaje, resultaba lastimoso mirarlo.
—… —el gemelo de ojos verdes suspiró cabizbajo y dejó a Rhiannon en el suelo, dado que cabía la posibilidad de que en breve tuvieran que enfrentarse al culpable de aquello—. Ahora resulta comprensible —comentó Eíri, mientras seguía el camino.
—Debe estar por aquí, así que id con cuidado y estad alertas —dijo Enid, torciendo los labios en una mueca de desagrado—. Si la persona que ha hecho esto ha sido lo suficientemente inteligente para ocultarse de la parte contratante de nuestro contrato verbal de trabajo temporal, no habrá ido muy lejos, teniendo en cuenta que esta es la única zona en la que el señor Dios no ha podido llegar, aun —comentó, encogiéndose de hombros—.Si fuera inteligente no saldría dónde él puede hacer que sea devorado por plantas carnívoras… ¿Qué es eso?
Enid se había detenido de golpe, cuando en el camino encontró una máquina no muy grande, pero si extraña, que parecía tener gran parte de su mecanismo enterrado en la tierra. Expulsaba por unos pequeños orificios algún tipo de gas extraño de color morado, por la forma de rosca que tenían dichos agujeros, era obvio que alguien había desenroscado los tubos u otros recipientes que debían haber estado almacenando ese gas. ¿Qué clase de máquina era aquella?
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Las razones son argumentos que pueden sobrar en lugares donde la lógica es inexistente y la anarquía funciona como una imitación distorsionada de orden. No es necesario comprender el funcionamiento de las cosas, mucho menos los motivos de las mismas, guiados a veces por un incomprensible deseo de ser algo que destaque de alguna manera, por lo general perjudicial para muchos, o para pocos, que en contrapeso resultan mas importantes. Los descubrimientos causan felicidad junto a los enigmas que traen consigo, sin ser excepción aquellos que pueden representar demasiado peligro, no por lo que son sino por los efectos colaterales que pueden ocasionar, como lo es la ira de algo que se considera a sí mismo un Dios. Los tres aventureros hacen un hallazgo singular, pues solo los muy locos o los demasiado insensatos se atreverían a construir un armatoste de semejantes dimensiones, justo en los dominios de un tirano que puede reclamar la vida de quien quiera con la facilidad de un capricho injusto. La máquina sin duda no es tan grande a los ojos de curiosos, cosa que difiere del punto de vista de los afectados, quien lo consideran una abominable fabrica que vampiriza la tierra, o eso diría cualquier planta a la que se le pregunte.
Las interrogantes son predecibles, acertadas. ¿Qué es exactamente? ¿Quién lo ha construido? ¿Cuál es su función? El maestro artífice de ese dispositivo es un estudioso de las artes de la alquimia y la botánica, alguien que tomo un curso diferente y mas arriesgado para desvelar los secretos de la panacea sin acercarse demasiado a los elementos necesarios para crear una piedra filosofal. Sabe bien, que llevar sus investigaciones hasta ese punto le hará tomar caminos que no tardarían en perderle en los intrincados pasajes que representa el conocimiento del elixir de la vida eterna, además de algo que es de mayor importancia: no tiene tiempo. Él es joven, apenas ha de estar en su adolescencia, lo que carece no es de valentía, sino de experiencia nada mas, al ser tan imprudente y tonto como para creer que burlaría a una deidad enloquecida de una panteón cósmico que se caracteriza por llevar a sus enemigos a la locura antes de esclavizarlos o aniquilarlos. Suerte ha tenido que las protecciones de su familia le fueron enseñadas antes de estos eventos, o de lo contrario no podría mantenerse oculto en un velo que lo hace invisible para el Rey V.
- Ustedes... ¿C-C-Como encontraron este lugar? ¿Q-Que hacen a-aquí? - El muchacho se muestra, dejándose ver al salir de su escondite, detrás del propio aparato que ha ensamblado. La piel del chico es algo pálida, no ha tenido una alimentación adecuada al estar consumiendo por semanas solo una píldora que actúa como suplemento nutritivo y proteico para los soldados. Su cabello ha perdido coloración al haberse expuesto demasiado a las energías que extrae y sintetiza la máquina. Sus ojos han ido cambiando de pigmentación debido a los mismos factores, inflados en una corrupción tan sutil que les ha dejado con una coloración anormal. Sin embargo, lejos del demacrado estado que puede aparentar, su cuerpo se encuentra bajo los efectos de poderosas drogas estimulantes que han logrado mantenerlo en pie, cuerdo, siempre vigilante y despierto en todo ese tiempo. Una forma sutil de autodestrucción, por una de las ya mencionadas razones que poco importan en este lugar donde la lógica falla. - ¿Han v-v-venido a llevarse mis notas? No les dejare ver mis notas, no les diré donde las tengo. Si se perdieron camino al lago s-solo tienen que seguir el camino de su izquierda, n-no se tienen que acercar m-mas.
El muchacho, sin decir ni su nombre ni sus actividades, se esconde mas en la protección que representa resguardarse detrás de su máquina, mientras que por descuido deja ver entre los múltiples tubos arraigados en la tierra, un arma muy peculiar que es empleada por varios apotecarios en los reinos de Miryathir y Kil'Daggoth, quien sabe cuántos habrán fuera de los mismos. Consiste en una pistola de gran calibre, que en lugar de un barril posee una jeringa con tamaño y dimensión aproximado al antebrazo de un adulto, siendo adjuntada una aguja de veinte centímetros hecha de mithril. En lugar de poseer un clip vertical que se deslice en la empuñadura, ha sido reemplazado por cuatro cilindros llenos de químicos de colores cambiantes justo arriba de la ya mencionada jeringa. Un arma empleada por aquellos que favorecen las prácticas científicas y se atreven a armonizarlas con magia, no necesariamente es un artefacto usado para matar, en realidad funciona como un excelente extractor de material orgánico que gracias a la densidad que posee permite atravesar duras superficies. Por supuesto, en este caso, es usado para la defensa del chico.
La inquietud del chico lo hace dar otro vistazo por un costado de la cobertura que le brinda su máquina, para encontrar que sus visitantes aún no se han marchado como les dijo. - O-Oigan... Se tienen que ir, van a hacer que me descubran. Y-Ya les dije que no les enseñaré nada... A no ser... Q-Que ustedes vinieron por mi... - Asustado chico, que esconde los cuadernos de páginas sueltas en los bolsillos arcanos de su abrigo, con la esperanza de que esos tres de quienes desconfía no se atrevan a acercarse a robar sus anotaciones. Traga saliva, nervioso, buscando en otros bolsillos los viales que contienen las sustancias mortales que se han de adaptar a su arma, entre el montón de pastillas y capsulas que lo han mantenido trabajando día y noche sin dormir ni comer. - ¡N-No se acerquen! ¡E-Estoy armado y voy a disparar! ¡T-T-Tengo ácidos que los van a derretir si intentan hacer algo! - El chico, de espaldas contra su aparato, espera lo peor mientras siente como la adrenalina hace su trabajo e incrementa su ritmo cardíaco y hace que la sudoración sea visible e inmediata. Toma un puñado de píldoras de su abrigo y las lanza a su boca, tragando esa sobredosis con ayuda de un líquido verdoso que consume de un frasco. Una suerte de calmante para el escenario que imaginó en sus lúcidas pesadillas. Las opciones para los gemelos y la bruja son simples en comparación a las del pobre torturado. ¿Se acercarán por curiosidad al chico? ¿Le matarán sin piedad tal como Vulthoom quiere? Algo quizás aprendan si logran calmarlo y hacerle hablar, o por otra parte, matarlo les permitirá que se queden con sus notas y su curiosa arma.
Las interrogantes son predecibles, acertadas. ¿Qué es exactamente? ¿Quién lo ha construido? ¿Cuál es su función? El maestro artífice de ese dispositivo es un estudioso de las artes de la alquimia y la botánica, alguien que tomo un curso diferente y mas arriesgado para desvelar los secretos de la panacea sin acercarse demasiado a los elementos necesarios para crear una piedra filosofal. Sabe bien, que llevar sus investigaciones hasta ese punto le hará tomar caminos que no tardarían en perderle en los intrincados pasajes que representa el conocimiento del elixir de la vida eterna, además de algo que es de mayor importancia: no tiene tiempo. Él es joven, apenas ha de estar en su adolescencia, lo que carece no es de valentía, sino de experiencia nada mas, al ser tan imprudente y tonto como para creer que burlaría a una deidad enloquecida de una panteón cósmico que se caracteriza por llevar a sus enemigos a la locura antes de esclavizarlos o aniquilarlos. Suerte ha tenido que las protecciones de su familia le fueron enseñadas antes de estos eventos, o de lo contrario no podría mantenerse oculto en un velo que lo hace invisible para el Rey V.
- Ustedes... ¿C-C-Como encontraron este lugar? ¿Q-Que hacen a-aquí? - El muchacho se muestra, dejándose ver al salir de su escondite, detrás del propio aparato que ha ensamblado. La piel del chico es algo pálida, no ha tenido una alimentación adecuada al estar consumiendo por semanas solo una píldora que actúa como suplemento nutritivo y proteico para los soldados. Su cabello ha perdido coloración al haberse expuesto demasiado a las energías que extrae y sintetiza la máquina. Sus ojos han ido cambiando de pigmentación debido a los mismos factores, inflados en una corrupción tan sutil que les ha dejado con una coloración anormal. Sin embargo, lejos del demacrado estado que puede aparentar, su cuerpo se encuentra bajo los efectos de poderosas drogas estimulantes que han logrado mantenerlo en pie, cuerdo, siempre vigilante y despierto en todo ese tiempo. Una forma sutil de autodestrucción, por una de las ya mencionadas razones que poco importan en este lugar donde la lógica falla. - ¿Han v-v-venido a llevarse mis notas? No les dejare ver mis notas, no les diré donde las tengo. Si se perdieron camino al lago s-solo tienen que seguir el camino de su izquierda, n-no se tienen que acercar m-mas.
El muchacho, sin decir ni su nombre ni sus actividades, se esconde mas en la protección que representa resguardarse detrás de su máquina, mientras que por descuido deja ver entre los múltiples tubos arraigados en la tierra, un arma muy peculiar que es empleada por varios apotecarios en los reinos de Miryathir y Kil'Daggoth, quien sabe cuántos habrán fuera de los mismos. Consiste en una pistola de gran calibre, que en lugar de un barril posee una jeringa con tamaño y dimensión aproximado al antebrazo de un adulto, siendo adjuntada una aguja de veinte centímetros hecha de mithril. En lugar de poseer un clip vertical que se deslice en la empuñadura, ha sido reemplazado por cuatro cilindros llenos de químicos de colores cambiantes justo arriba de la ya mencionada jeringa. Un arma empleada por aquellos que favorecen las prácticas científicas y se atreven a armonizarlas con magia, no necesariamente es un artefacto usado para matar, en realidad funciona como un excelente extractor de material orgánico que gracias a la densidad que posee permite atravesar duras superficies. Por supuesto, en este caso, es usado para la defensa del chico.
La inquietud del chico lo hace dar otro vistazo por un costado de la cobertura que le brinda su máquina, para encontrar que sus visitantes aún no se han marchado como les dijo. - O-Oigan... Se tienen que ir, van a hacer que me descubran. Y-Ya les dije que no les enseñaré nada... A no ser... Q-Que ustedes vinieron por mi... - Asustado chico, que esconde los cuadernos de páginas sueltas en los bolsillos arcanos de su abrigo, con la esperanza de que esos tres de quienes desconfía no se atrevan a acercarse a robar sus anotaciones. Traga saliva, nervioso, buscando en otros bolsillos los viales que contienen las sustancias mortales que se han de adaptar a su arma, entre el montón de pastillas y capsulas que lo han mantenido trabajando día y noche sin dormir ni comer. - ¡N-No se acerquen! ¡E-Estoy armado y voy a disparar! ¡T-T-Tengo ácidos que los van a derretir si intentan hacer algo! - El chico, de espaldas contra su aparato, espera lo peor mientras siente como la adrenalina hace su trabajo e incrementa su ritmo cardíaco y hace que la sudoración sea visible e inmediata. Toma un puñado de píldoras de su abrigo y las lanza a su boca, tragando esa sobredosis con ayuda de un líquido verdoso que consume de un frasco. Una suerte de calmante para el escenario que imaginó en sus lúcidas pesadillas. Las opciones para los gemelos y la bruja son simples en comparación a las del pobre torturado. ¿Se acercarán por curiosidad al chico? ¿Le matarán sin piedad tal como Vulthoom quiere? Algo quizás aprendan si logran calmarlo y hacerle hablar, o por otra parte, matarlo les permitirá que se queden con sus notas y su curiosa arma.
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Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
Como bien abrió sus ojitos, parpadeo unos segundos para asegurarse que todo estaba bien. Ambos gemelos seguían allí, para que en menos de un segundo Eíri la levantara como quien levanta una pluma haciéndole dar vueltas, con una sobrecargada energía que expelía una felicidad un tanto extraña, por no decir otra cosa. Rhiannon abrió sus ojos de par en par con un gesto de sorpresa, no pudiendo evitar recordar cuando sus hermanos mayores le hacían eso cuando querían celebrarla… Hasta esos días, antes de que finalmente partiera. Mas el juego acabo de golpe, cuando el gemelo que la tenía en brazos la termino cargando en su espalda a modo de agradecimiento. La pequeña bruja algo mareada, por simple instinto se aferro de sus hombros, cual bebe koala se sube a su madre. No hacía falta pensar mucho que Enid no le había caído en gracia tantas volteretas en esa situación.
-¡Ah, gracias! Es lo menos que podría hacer ahora….- Respondió con una sonrisa un poco forzada a la felicitación del muchacho de ojos rojos. Era consciente de que estaban en un momento bastante delicado, y debían apurarse en la mayor medida posible. Si no acababan mal por un lado, bien podrian hacerlo por el otro. La marcha comenzó, en busca del camino que la luz verde marca como sendero. Y aunque ella no este caminando, ciertamente es un alivio saber al menos donde dirigirse por el momento. Aunque ni bien terminaran de llegar, supondría otro momento de estrés. Matar a alguien no estaba justamente entre sus intereses, menos el hecho de tener que llevar una cabeza a un Dios que simplemente le pareció un poco loco, pues no entiende en que momento paso de amenazarles con comerlos a simplemente librarlos con la condición de una encomienda. Ya se encargaría de preguntar mejor, si es que el asunto se solucionaba rápido.
-¿Entonces solo comes carne…?- Preguntó Rhiannon a Eíri, que encontró su comentario tan descolocado como una oportunidad de crear un poco de platica, para combatir la tensión ambiental. Aunque no llegarían a hablar mucho, pues el camino simplemente parecía llegar a su fin, pero no era definitivo. El paisaje caracterizado por el verde y las pinceladas de colores diversos de flores y frutos, se había convertido en una cosa completamente devastado. Podría compararlo con el jardín de su madre cuando ácaros mágicos se habían apropiado del huerto, en combinación con algunas babosas de fuego… Pero era peor. Hasta la misma tierra se notaba fea. Si no estaba seca, estaba fangosa y con un aroma a podredumbre que hacia arrugar la nariz. El silencio se apodero de los tres, aunque no era una significativa conquista sobre Enid que vino bastante callado todo el camino. Eíri bajo a la pelirrosada, quedando ella bastante cohibida por como las plantas yacían muertas como si hubieran sido aniquiladas en una agonía espantosa. Su escoba se paró a su lado, haciendo que ella automáticamente la tomara con su diestra, por si era necesario hacer algo…
Enid los puso alerta. Los haría caminar con cautela mientras les seguía explicando sus temores de que pudieran ser atacados por lo que hizo, hasta que algo lo pasmo. Rhiannon que iba a la par de Eíri, camino unos pasos más para ver mejor que era lo que le sorprendió, y vaya que la dejo sorprendida también. Hasta la aparición de cierto personaje. El responsable de todo. ¡Vaya que parecida insginificante el mequetrefe!
-¡O-oye cálmate!- Gritó la bruja también un tanto nerviosa, mas porque logro ver el arma en sus manos que el hecho de que el responsable de todo la atemorizara. Aun así se aferro a su escoba con fuerza. El muchachito seguía hablando con miedo; obviamente estaba seguro de que el Rey Planta iba a tomar represalias. Hablo solo y muy rápido, dando indicaciones para que se fueran, y paranoiqueando respecto a unos apuntes hasta la finalidad de ser lo que eran, enviados del Rey Planta. Rhiannon observaba preocupada, más que nada porque tenía miedo de lo que estuviera en esa pistola la dejara como la planta. Sería bueno calmarlo, ósea, mentirle.
-¿¡Ahhh….!? ¡Oye…. Cálmate! ¡Ni siquiera sabemos quién eres…!- Diría, con un tono nervioso, que simplemente ayudaba a darle credibilidad al discurso. –Piensen algo.- Susurro, muy suave. Su plan de momento era tratar de despistar un poco al muchacho, y darles tiempo a los gemelos, más precisamente Enid, pensara algo que hacer. No consideraba que fuera seguro simplemente enfrentarlo de manera directa. –Y… ¡Llegamos aquí porque notamos que las plantas estaban enfermas!- Gritó, excusando su presencia en ese lugar, lo cual podría ser bastante coherente… -¿Acaso estas tratando de curar a las plantas?- Preguntó, con una bien fingida inocencia. Su mente estaba trabajando a mucha velocidad para crear una mentira creíble. -¡Yo también quiero curarlas! ¡Te podría ayudar si es eso, se mucho muchísimo de pociones! ¡Muchísimo!-Añadió, siendo realmente quizás una de las peores mentiras de las que venía diciendo. Empezando a temblar un poco, intentó controlarse, gritando nuevamente para cubrir cualquier sospechoso silencio de los muchachos.
-¡No digan eso chicos! ¡Es OBVIO que esa máquina la puso el para saber qué les pasa a las plantas!- Añadió, rogando que si el muchacho la oyera y viera, pudiera tragarse sus mentiras como lo hacían su madre cuando intentaba zafar de alguna situación. Las lágrimas acumuladas en sus ojos, le daban un brillo especial y demasiado tierno, que funcionaba mejor cuando quien la miraba era más alto que ella. Rezar, era lo que le quedaba de momento. Si el muchacho cedía un poco, podría quitarle con su magia el arma que tenía al primer descuido.
-¡Ah, gracias! Es lo menos que podría hacer ahora….- Respondió con una sonrisa un poco forzada a la felicitación del muchacho de ojos rojos. Era consciente de que estaban en un momento bastante delicado, y debían apurarse en la mayor medida posible. Si no acababan mal por un lado, bien podrian hacerlo por el otro. La marcha comenzó, en busca del camino que la luz verde marca como sendero. Y aunque ella no este caminando, ciertamente es un alivio saber al menos donde dirigirse por el momento. Aunque ni bien terminaran de llegar, supondría otro momento de estrés. Matar a alguien no estaba justamente entre sus intereses, menos el hecho de tener que llevar una cabeza a un Dios que simplemente le pareció un poco loco, pues no entiende en que momento paso de amenazarles con comerlos a simplemente librarlos con la condición de una encomienda. Ya se encargaría de preguntar mejor, si es que el asunto se solucionaba rápido.
-¿Entonces solo comes carne…?- Preguntó Rhiannon a Eíri, que encontró su comentario tan descolocado como una oportunidad de crear un poco de platica, para combatir la tensión ambiental. Aunque no llegarían a hablar mucho, pues el camino simplemente parecía llegar a su fin, pero no era definitivo. El paisaje caracterizado por el verde y las pinceladas de colores diversos de flores y frutos, se había convertido en una cosa completamente devastado. Podría compararlo con el jardín de su madre cuando ácaros mágicos se habían apropiado del huerto, en combinación con algunas babosas de fuego… Pero era peor. Hasta la misma tierra se notaba fea. Si no estaba seca, estaba fangosa y con un aroma a podredumbre que hacia arrugar la nariz. El silencio se apodero de los tres, aunque no era una significativa conquista sobre Enid que vino bastante callado todo el camino. Eíri bajo a la pelirrosada, quedando ella bastante cohibida por como las plantas yacían muertas como si hubieran sido aniquiladas en una agonía espantosa. Su escoba se paró a su lado, haciendo que ella automáticamente la tomara con su diestra, por si era necesario hacer algo…
Enid los puso alerta. Los haría caminar con cautela mientras les seguía explicando sus temores de que pudieran ser atacados por lo que hizo, hasta que algo lo pasmo. Rhiannon que iba a la par de Eíri, camino unos pasos más para ver mejor que era lo que le sorprendió, y vaya que la dejo sorprendida también. Hasta la aparición de cierto personaje. El responsable de todo. ¡Vaya que parecida insginificante el mequetrefe!
-¡O-oye cálmate!- Gritó la bruja también un tanto nerviosa, mas porque logro ver el arma en sus manos que el hecho de que el responsable de todo la atemorizara. Aun así se aferro a su escoba con fuerza. El muchachito seguía hablando con miedo; obviamente estaba seguro de que el Rey Planta iba a tomar represalias. Hablo solo y muy rápido, dando indicaciones para que se fueran, y paranoiqueando respecto a unos apuntes hasta la finalidad de ser lo que eran, enviados del Rey Planta. Rhiannon observaba preocupada, más que nada porque tenía miedo de lo que estuviera en esa pistola la dejara como la planta. Sería bueno calmarlo, ósea, mentirle.
-¿¡Ahhh….!? ¡Oye…. Cálmate! ¡Ni siquiera sabemos quién eres…!- Diría, con un tono nervioso, que simplemente ayudaba a darle credibilidad al discurso. –Piensen algo.- Susurro, muy suave. Su plan de momento era tratar de despistar un poco al muchacho, y darles tiempo a los gemelos, más precisamente Enid, pensara algo que hacer. No consideraba que fuera seguro simplemente enfrentarlo de manera directa. –Y… ¡Llegamos aquí porque notamos que las plantas estaban enfermas!- Gritó, excusando su presencia en ese lugar, lo cual podría ser bastante coherente… -¿Acaso estas tratando de curar a las plantas?- Preguntó, con una bien fingida inocencia. Su mente estaba trabajando a mucha velocidad para crear una mentira creíble. -¡Yo también quiero curarlas! ¡Te podría ayudar si es eso, se mucho muchísimo de pociones! ¡Muchísimo!-Añadió, siendo realmente quizás una de las peores mentiras de las que venía diciendo. Empezando a temblar un poco, intentó controlarse, gritando nuevamente para cubrir cualquier sospechoso silencio de los muchachos.
-¡No digan eso chicos! ¡Es OBVIO que esa máquina la puso el para saber qué les pasa a las plantas!- Añadió, rogando que si el muchacho la oyera y viera, pudiera tragarse sus mentiras como lo hacían su madre cuando intentaba zafar de alguna situación. Las lágrimas acumuladas en sus ojos, le daban un brillo especial y demasiado tierno, que funcionaba mejor cuando quien la miraba era más alto que ella. Rezar, era lo que le quedaba de momento. Si el muchacho cedía un poco, podría quitarle con su magia el arma que tenía al primer descuido.
Rhiannon- Mensajes : 56
Localización : En mi casa
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
La aparición del niño era algo inesperado, al principio. Enid contuvo un suspiro irritado, casi molesto consigo mismo al no haber previsto que un trabajo como aquel no podía ser tan simple. ¿Cómo iban a decapitar a un niño? Le miraba, con todos esos trastos estúpidos encima, amenazándoles con ácidos.
Estúpida ternurita.
Parecía un poco más joven que su hermano menor, y lo más gracioso es que tenían ese aire común, de no haber dormido por estar enfrascado en su trabajo, incluso las ojeras de panda se les hacían familiares. Era una ironía cruel, que parecían haberla preparado exclusivamente para ellos.
—¿Por qué debería pensar algo? —increpó Eíri de un modo casi tan repentino que provocó que Enid diera un leve salto por el sobresalto. El gemelo de ojos verdes miraba a Rhiannon, como si no sólo no supiera de qué hablaba, sino que además pensara que ella también había perdido la cabeza—. Me estoy hartando de todas estas personitas amenazando con sus increíbles ysensuales armas. ¿Por qué no puedo tener una igual? ¡Es muy frustrante!
Eíri volvió a observar a la bruja y a su hermano, antes de volver a fijar la vista en la máquina, el arma curiosa y lo poco que podía entrever del chico. Como si no fuese consciente del peligro que pudieran estar corriendo en ese momento, al igual que tampoco comprendía el compromiso en el que pondría a Enid, en el caso que tuviera que defenderle para evitar que él fuese derretido por uno de los ácidos que el niño quería dispararles sino se marchaban.
—¿La has hecho tú? —preguntó Eíri, con una curiosidad tal, que poco parecía caberle dentro—. ¿Qué aleaciones has usado? ¿Hay oro verdad? Creo que puedo olerlo, y además reconozco algunas de las runas que has usado. ¿Has usado vínculos simpáticos? Es una obra soberbia, una máquina como pocas —añadió Eíri, pareciendo haberse olvidado de las plantas y que aquella máquina que parecía estar admirando era la culpable del mal que acaecía a las mismas—. Yo me centro más en la fabricación de armas, pero mi hermano menor es un genio. Probablemente podría deducir con facilidad lo que has usado y los pasos seguidos para crearla. Buen inventor, maravilloso alquimista. Muy joven, se parece a nuestra madre. ¿Verdad, Enid? ¡A Mel le encantaría! Os llevaríais bien, quizás —ladeó la cabeza, pensativo y, como si hubiera recordado algo, se puso de rodillas y con movimientos algo adormilados comenzó a rebuscar algo dentro de su mochila.
Enid, que permanecía inmóvil tratando de no parecer preocupado por sentirse que estaba rodeado de locos –con excepción, quizás, de Rhiannon– se limitó a asentir a las palabras de Eíri. No quería tratar de silenciarle, porque la obra que habían desplegado su compañera temporal y su hermano, con un poco de suerte, podían desconcertar al niño y quizás bajarle la guardia. En caso de que sólo hiciera que se pusiera en guardia o tratarles de atacar, debería ver si con la magia de destrucción podía obstruir el arma curiosa con la que estaba amenazándoles.
—¡Aquí está, te lo enseño! ¡Mira! —Eíri sacó una de las botellas de cristal que solía cargar con él, cuando se la observaba bajo luz natural, se podían percibir varios símbolos inscritos en la superficie del envase. Era un, hechizo, una obra aparentemente simple de alquimia que usaba la magia arcana con el propósito traicionero de encerrar cosas en su interior, solo aquellas criaturas que tuvieran su raza inscrita podrían ser atrapadas, por lo mismo era inservible para atrapar a cualquiera de los que estaban ahí presentes. Para añadir más, debía seguirse un proceso lento y muy específico, con las herramientas adecuadas.
Después de alzarla en al aire, para admirarla, Eíri la hizo rodar por el suelo, hasta dónde se encontraba el joven: —No sé si reconocerás el tipo de escritura arcana, pero en ciertos mundos se conoce a esto como sello de Salomón. Sirve para encerrar a ciertos tipos de Djinn y algunas razas específicas de demonios. ¿Ves que los vínculos naturales y genéricos de raza están escritos? —preguntó soltando una carcajada—. ¿Cómo lo has hecho con esta máquina? Me refiero a que, el mana es una fuente propia de magia difícil de contener, no tiene un código concreto al que se pueda enlazar. ¿Cómo lo has hecho para que la máquina no explote por el flujo energético? ¿Un círculo de escape? ¿Es por el material? ¿Has usado hilos de zinc, quizás de cobre? ¿Los has mezclado con mineraloides, obsidiana? ¿Azabache? ¿Limonita?
Enid escuchaba la verborrea de su hermano, cada vez con los parpados más abiertos y de vez en cuando, lanzaba alguna que otra mirada a Rhiannon, para advertirle que lo mejor era mantenerse en guardia, por si –los dioses no lo quisieran– tuvieran que lidiar con dos lunáticos –uno por el cansancio y la paranoia, y el otro por sólo cierto Dios sabría qué– al mismo tiempo. El mayor de los gemelos, deseó en su fuero interno que al menos aquella especie de cólico alquímico que estaba saliendo a escopetazos de la boca de su hermano, sirviera para algo. Aunque fuese tan sólo por distracción o terminaría por noquearle.
Estúpida ternurita.
Parecía un poco más joven que su hermano menor, y lo más gracioso es que tenían ese aire común, de no haber dormido por estar enfrascado en su trabajo, incluso las ojeras de panda se les hacían familiares. Era una ironía cruel, que parecían haberla preparado exclusivamente para ellos.
—¿Por qué debería pensar algo? —increpó Eíri de un modo casi tan repentino que provocó que Enid diera un leve salto por el sobresalto. El gemelo de ojos verdes miraba a Rhiannon, como si no sólo no supiera de qué hablaba, sino que además pensara que ella también había perdido la cabeza—. Me estoy hartando de todas estas personitas amenazando con sus increíbles y
Eíri volvió a observar a la bruja y a su hermano, antes de volver a fijar la vista en la máquina, el arma curiosa y lo poco que podía entrever del chico. Como si no fuese consciente del peligro que pudieran estar corriendo en ese momento, al igual que tampoco comprendía el compromiso en el que pondría a Enid, en el caso que tuviera que defenderle para evitar que él fuese derretido por uno de los ácidos que el niño quería dispararles sino se marchaban.
—¿La has hecho tú? —preguntó Eíri, con una curiosidad tal, que poco parecía caberle dentro—. ¿Qué aleaciones has usado? ¿Hay oro verdad? Creo que puedo olerlo, y además reconozco algunas de las runas que has usado. ¿Has usado vínculos simpáticos? Es una obra soberbia, una máquina como pocas —añadió Eíri, pareciendo haberse olvidado de las plantas y que aquella máquina que parecía estar admirando era la culpable del mal que acaecía a las mismas—. Yo me centro más en la fabricación de armas, pero mi hermano menor es un genio. Probablemente podría deducir con facilidad lo que has usado y los pasos seguidos para crearla. Buen inventor, maravilloso alquimista. Muy joven, se parece a nuestra madre. ¿Verdad, Enid? ¡A Mel le encantaría! Os llevaríais bien, quizás —ladeó la cabeza, pensativo y, como si hubiera recordado algo, se puso de rodillas y con movimientos algo adormilados comenzó a rebuscar algo dentro de su mochila.
Enid, que permanecía inmóvil tratando de no parecer preocupado por sentirse que estaba rodeado de locos –con excepción, quizás, de Rhiannon– se limitó a asentir a las palabras de Eíri. No quería tratar de silenciarle, porque la obra que habían desplegado su compañera temporal y su hermano, con un poco de suerte, podían desconcertar al niño y quizás bajarle la guardia. En caso de que sólo hiciera que se pusiera en guardia o tratarles de atacar, debería ver si con la magia de destrucción podía obstruir el arma curiosa con la que estaba amenazándoles.
—¡Aquí está, te lo enseño! ¡Mira! —Eíri sacó una de las botellas de cristal que solía cargar con él, cuando se la observaba bajo luz natural, se podían percibir varios símbolos inscritos en la superficie del envase. Era un, hechizo, una obra aparentemente simple de alquimia que usaba la magia arcana con el propósito traicionero de encerrar cosas en su interior, solo aquellas criaturas que tuvieran su raza inscrita podrían ser atrapadas, por lo mismo era inservible para atrapar a cualquiera de los que estaban ahí presentes. Para añadir más, debía seguirse un proceso lento y muy específico, con las herramientas adecuadas.
Después de alzarla en al aire, para admirarla, Eíri la hizo rodar por el suelo, hasta dónde se encontraba el joven: —No sé si reconocerás el tipo de escritura arcana, pero en ciertos mundos se conoce a esto como sello de Salomón. Sirve para encerrar a ciertos tipos de Djinn y algunas razas específicas de demonios. ¿Ves que los vínculos naturales y genéricos de raza están escritos? —preguntó soltando una carcajada—. ¿Cómo lo has hecho con esta máquina? Me refiero a que, el mana es una fuente propia de magia difícil de contener, no tiene un código concreto al que se pueda enlazar. ¿Cómo lo has hecho para que la máquina no explote por el flujo energético? ¿Un círculo de escape? ¿Es por el material? ¿Has usado hilos de zinc, quizás de cobre? ¿Los has mezclado con mineraloides, obsidiana? ¿Azabache? ¿Limonita?
Enid escuchaba la verborrea de su hermano, cada vez con los parpados más abiertos y de vez en cuando, lanzaba alguna que otra mirada a Rhiannon, para advertirle que lo mejor era mantenerse en guardia, por si –los dioses no lo quisieran– tuvieran que lidiar con dos lunáticos –uno por el cansancio y la paranoia, y el otro por sólo cierto Dios sabría qué– al mismo tiempo. El mayor de los gemelos, deseó en su fuero interno que al menos aquella especie de cólico alquímico que estaba saliendo a escopetazos de la boca de su hermano, sirviera para algo. Aunque fuese tan sólo por distracción o terminaría por noquearle.
Irrlicht- Mensajes : 43
Localización : Dónde nos lleve el viento (?)
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
¿Qué infortunios pueden involucrar a aquellos que son malinterpretados por un juicio adelantado basado en el egoísmo? ¿De parte de quien se puede estar en situaciones tan ambiguas? Un joven que se ha lanzado directo al peligro, con claro conocimiento de las consecuencias implicadas en sus acciones, que resultan en la ira justificada de un dios caracterizado por ser una entidad maligna, a la par de un señor del infierno del Orden, tal como lo sería Satán. Por otra parte, está Vulthoom, una enloquecida deidad que se ha apoderado del jardín de un reino en el plano material, lejos de sus dominios en otro planeta de otro universo que también ha sido enlazado al Nexo, y que por la voluntad de este tirano las plantas y animales se han visto en la obligación de convertirse en sus súbditos y esclavos, amenazados con la premisa de que serán consumidos en cuerpo y alma si no rinden pleitesía y se colocan al servicio del desquiciado alienígena.
¿Qué destino le puede deparar a alguien que se atreve a robar el icor del suelo que pertenece a un tirano? El Lago de Mana es un privilegio que fue reclamado por el panteón de estos Dioses del Caos para manifestar cosas que no son tan comunes en la cotidianidad, haciéndolo un aditivo perfecto para un reino que se jacta de ser el más apartado a lo predecible y lo lógico, por lo que extraer las propiedades del mismo justo de los dominios de un cruel dictador es una falta que se paga con la humillante muerte. Sin embargo… En esta ocasión los verdugos han de ser almas que pueden sentir piedad, y que no poseen un corazón frío como para llevar a cabo los comandos tan macabros de Vulthoom, por lo que el pobre alquimista, con apenas unos años de vida, tiene la oportunidad de sobrevivir dependiendo de que pueda hacer, o decir. La encrucijada no está sobre los hombros de ese chiquillo arriesgado que me causa entretenimiento por su manera de pensar, sino también en las manos de los gemelos Ryugamine y la hija menor de los Dempsey, que pueden dudar sobre la decapitación de este pequeño... Y con ello se exponen a la ira del Rey del Jardín.
- ¡N-NO! ¡U-Ustedes cálmense! ¡Yo estoy calmado! ¡Y puedo estarlo más si se van! - Tonto es, agitado se encuentra, desperdicia valioso aliento en gritar cuando puede mejor intentar razonar en la condición en que está. No dudo que pueda defenderse, ha consumido tantos estimulantes de batalla que en su estado sería capaz de enfrentar a los tres sin problemas, el detalle radica en el tiempo que pueda mantenerse en pie si utiliza todas esas drogas en un cuerpo que no ha sido optimizado para recibir esa clase de aumentos químicos. Lo positivo de la situación, es como en un principio la buena voluntad de Rhiannon busca descender la tensión y hostilidad al hablar y buscar un motivo que no deje caer demasiado culpa sobre el demacrado científico. - No... No me importan las plantas... N-No les incumbe lo que estoy haciendo... - ¿Por dónde empezar a explicar lo que hace él en ese lugar? ¿Por qué tentar al destino de esa forma? Ha de ser nobleza la respuesta, aprecio, y amor puro...
La astucia de los rastreadores se puede evidenciar, particularmente la de Eiri, quien con elogios pertinentes busca tranquilizar al alquimista en entrenamiento que ya ha sobrepasado varios tabúes de la ciencia, inspirado en las reglas de esa sociedad donde el éxito es excusa para cualquier locura. Parte de lo que el gemelo dice está en lo correcto, lo suficiente para captar el interés del niño, quien aun tembloroso se resguarda detrás del armatoste que no cesa de funcionar. - ... Si y no... Hay oro, mithril, y en lugar de usar fibra de carbono para los enlaces... U-Use adamantita... Q-Que n-no es flexible... Pero es lo que necesito... En cuanto a los vínculos... Usé un cerebro vivo... - Algo de confianza ha de depositar en ellos, solo por haber despertado la innata chispa que habita en los dotados de estas artes, y no hay punto en ocultar la verdad del funcionamiento de ese aparato. Es en pocas palabras un soporte vital...
- S-Si sabes cómo funciona... S-Sabrás para que sirve... - El muchacho traga saliva nuevamente, tan nervioso aun por la presencia de extraños, que no puede evitar llevarse píldoras continuamente a la boca y tragarlas sin asistencia de líquido alguno. Responde, sin contenerse, a todo lo que el gemelo le dice y comenta sin parar. Puede percibirlo como un intento por hacerlo bajar su guardia... Como también puede notar que no hay hostilidad en ninguno. Le gustaría, que de ser posible, se hubiesen conocido bajo otras condiciones, si no es que se trata todo de una farsa muy cruel. El aguijón es apartado solo un poco para que él pueda recibir el frasco que rodó hacia su dirección, lleno de curiosidad por el mismo, sin perder el hilo de lo que escucha y trazando a la vez sus propias conjeturas al respecto. No sería un alquimista si no hiciera tal cosa, ni mostrara interés por lo nuevo y misterioso... - ¿C-Como no saber quién es? El Ars Goetia... Es un grimorio fundacional... Ese conocimiento que viene de otro mundo... S-Sobre los señores del supuesto infierno... - No sabe si lo que acaba de recibir fue un regalo, por lo que deja el frasco de nuevo en el suelo, mientras se deja caer agotado sobre su máquina, producto de no haber tenido nada de descanso en todo ese tiempo. - ... No es complejo hacerlo... Si la máquina está viva. N-No te equivocaste en sus componentes... S-Solo quita la obsidiana y pon Amatista en el núcleo... Y cubre todo con metal viviente salido de Miryathir, luego de conectar un cerebro con todo y canal medular en el interior... A-Así mantienes vivo a un moribundo y le dejar beber vida directamente. Luego... E-Extraigo de la corteza cerebral la síntesis... Y si tengo suerte... Podré crear una panacea...
El muchacho exhala con pesar, luego de explicar con brevedad lo que está haciendo. Torturar un cerebro para luego extraer de él una cura definitiva... Sin un resultado evidente o esperanzador. Su mirada solo se devuelve a la bruja de cabellos rosa, ya sin apuntar a ninguno con su arma, mas solo manteniéndose apoyado sobre el trasto mecánico que, sin lugar a dudas, se ve peligroso. - T-Tu... Dijiste que sabes de pociones... ¿S-Sabes hacer una panacea? N-No quiero una piedra filosofal... Quiero una panacea... La necesito... O nada de esto habrá valido la pena... - Lastimero como él solo puede, reposa cansado, con su cabeza apoyada en el metal, escuchando el movimiento de la máquina en su interior. Sabe, que si se concentra lo suficiente, podría escuchar los gritos del alma atrapada en esa caja. Un sufrimiento que deja en ridículo la idea de una muerte dolorosa. Lamentable, que todo eso, es un mal necesario para algo a lo que se mantiene aferrado, y que con orgullo enfrenta hasta el final...
¿Qué destino le puede deparar a alguien que se atreve a robar el icor del suelo que pertenece a un tirano? El Lago de Mana es un privilegio que fue reclamado por el panteón de estos Dioses del Caos para manifestar cosas que no son tan comunes en la cotidianidad, haciéndolo un aditivo perfecto para un reino que se jacta de ser el más apartado a lo predecible y lo lógico, por lo que extraer las propiedades del mismo justo de los dominios de un cruel dictador es una falta que se paga con la humillante muerte. Sin embargo… En esta ocasión los verdugos han de ser almas que pueden sentir piedad, y que no poseen un corazón frío como para llevar a cabo los comandos tan macabros de Vulthoom, por lo que el pobre alquimista, con apenas unos años de vida, tiene la oportunidad de sobrevivir dependiendo de que pueda hacer, o decir. La encrucijada no está sobre los hombros de ese chiquillo arriesgado que me causa entretenimiento por su manera de pensar, sino también en las manos de los gemelos Ryugamine y la hija menor de los Dempsey, que pueden dudar sobre la decapitación de este pequeño... Y con ello se exponen a la ira del Rey del Jardín.
- ¡N-NO! ¡U-Ustedes cálmense! ¡Yo estoy calmado! ¡Y puedo estarlo más si se van! - Tonto es, agitado se encuentra, desperdicia valioso aliento en gritar cuando puede mejor intentar razonar en la condición en que está. No dudo que pueda defenderse, ha consumido tantos estimulantes de batalla que en su estado sería capaz de enfrentar a los tres sin problemas, el detalle radica en el tiempo que pueda mantenerse en pie si utiliza todas esas drogas en un cuerpo que no ha sido optimizado para recibir esa clase de aumentos químicos. Lo positivo de la situación, es como en un principio la buena voluntad de Rhiannon busca descender la tensión y hostilidad al hablar y buscar un motivo que no deje caer demasiado culpa sobre el demacrado científico. - No... No me importan las plantas... N-No les incumbe lo que estoy haciendo... - ¿Por dónde empezar a explicar lo que hace él en ese lugar? ¿Por qué tentar al destino de esa forma? Ha de ser nobleza la respuesta, aprecio, y amor puro...
La astucia de los rastreadores se puede evidenciar, particularmente la de Eiri, quien con elogios pertinentes busca tranquilizar al alquimista en entrenamiento que ya ha sobrepasado varios tabúes de la ciencia, inspirado en las reglas de esa sociedad donde el éxito es excusa para cualquier locura. Parte de lo que el gemelo dice está en lo correcto, lo suficiente para captar el interés del niño, quien aun tembloroso se resguarda detrás del armatoste que no cesa de funcionar. - ... Si y no... Hay oro, mithril, y en lugar de usar fibra de carbono para los enlaces... U-Use adamantita... Q-Que n-no es flexible... Pero es lo que necesito... En cuanto a los vínculos... Usé un cerebro vivo... - Algo de confianza ha de depositar en ellos, solo por haber despertado la innata chispa que habita en los dotados de estas artes, y no hay punto en ocultar la verdad del funcionamiento de ese aparato. Es en pocas palabras un soporte vital...
- S-Si sabes cómo funciona... S-Sabrás para que sirve... - El muchacho traga saliva nuevamente, tan nervioso aun por la presencia de extraños, que no puede evitar llevarse píldoras continuamente a la boca y tragarlas sin asistencia de líquido alguno. Responde, sin contenerse, a todo lo que el gemelo le dice y comenta sin parar. Puede percibirlo como un intento por hacerlo bajar su guardia... Como también puede notar que no hay hostilidad en ninguno. Le gustaría, que de ser posible, se hubiesen conocido bajo otras condiciones, si no es que se trata todo de una farsa muy cruel. El aguijón es apartado solo un poco para que él pueda recibir el frasco que rodó hacia su dirección, lleno de curiosidad por el mismo, sin perder el hilo de lo que escucha y trazando a la vez sus propias conjeturas al respecto. No sería un alquimista si no hiciera tal cosa, ni mostrara interés por lo nuevo y misterioso... - ¿C-Como no saber quién es? El Ars Goetia... Es un grimorio fundacional... Ese conocimiento que viene de otro mundo... S-Sobre los señores del supuesto infierno... - No sabe si lo que acaba de recibir fue un regalo, por lo que deja el frasco de nuevo en el suelo, mientras se deja caer agotado sobre su máquina, producto de no haber tenido nada de descanso en todo ese tiempo. - ... No es complejo hacerlo... Si la máquina está viva. N-No te equivocaste en sus componentes... S-Solo quita la obsidiana y pon Amatista en el núcleo... Y cubre todo con metal viviente salido de Miryathir, luego de conectar un cerebro con todo y canal medular en el interior... A-Así mantienes vivo a un moribundo y le dejar beber vida directamente. Luego... E-Extraigo de la corteza cerebral la síntesis... Y si tengo suerte... Podré crear una panacea...
El muchacho exhala con pesar, luego de explicar con brevedad lo que está haciendo. Torturar un cerebro para luego extraer de él una cura definitiva... Sin un resultado evidente o esperanzador. Su mirada solo se devuelve a la bruja de cabellos rosa, ya sin apuntar a ninguno con su arma, mas solo manteniéndose apoyado sobre el trasto mecánico que, sin lugar a dudas, se ve peligroso. - T-Tu... Dijiste que sabes de pociones... ¿S-Sabes hacer una panacea? N-No quiero una piedra filosofal... Quiero una panacea... La necesito... O nada de esto habrá valido la pena... - Lastimero como él solo puede, reposa cansado, con su cabeza apoyada en el metal, escuchando el movimiento de la máquina en su interior. Sabe, que si se concentra lo suficiente, podría escuchar los gritos del alma atrapada en esa caja. Un sufrimiento que deja en ridículo la idea de una muerte dolorosa. Lamentable, que todo eso, es un mal necesario para algo a lo que se mantiene aferrado, y que con orgullo enfrenta hasta el final...
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Localización : El Nexo
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
No sabía cómo disimular en ese instante, el momento en que Eíri tiro todo el plan por la borda. Si, debía de admitirlo, no es que fuera precisamente una gran estratega, pero consideraba al menos que lo que había propuesto al menos un ápice de sentido tenía. Es decir, el muchacho que tenían en frente seguramente en todos su cabales no estaba, y tampoco era productivo el alterarlo mas. Vaya uno a saber que clases de aditivos había ingerido apenas los vio, mas una cosa puede estar completamente la bruja: cualquier fórmula que se ingiera para aumentar los niveles X cosas, siempre tenían un contraindicativo directo, ya sea un efecto rebote pasado el tiempo de acción de la misma, o una falla en otras cualidades en el individuo –léase también esto último como pérdida de consciencia general-.
Y aunque eso simplemente la dejo completamente dura al lado de Enid, debía de admitir que su gemelo estaba llevando las cosas bastante bien, a pesar de ese clara “ausencia de sentido común” ya estaba demostrando hace rato, con su comportamiento despreocupado y sus risas fuera de lugar. Ella volteo a ver al gemelo ojirojo, para preguntar cómo sería ideal proceder en ese momento. Aunque antes de siquiera poder abrir su boca, la voz del chico extraño le llamo la atención, haciendo que de un salto en donde estaba parada.
-¿P…Panacea?..... Podría hacerla…. Si me dices que cosas quieres sanar…- Menciona, un poco dudosa. Una panacea según los alquimistas, es la cura a absolutamente todo, algo que es demasiado abarcativo, y por lo tanto, imposible. Es imposible de momento crear algo que pudiera arreglar distintas enfermedades opuestas con un mismo medicamento. No obstante, si verdaderamente conocía los males que debía enfrentarse, podría hacerlo. Quizás no en una sola, quizás en dos, pero cuando cabía la posibilidad de aislar un mal, las cosas podían curarse. Su padre al menos le supo enseñar con esas palabras cuando apenas comenzó con sus clases de pociones y justamente debió preparar la cura para una gripe que termino afectando a sus seis hermanos y su madre.
-¿Es para ti….? Si pudiera verte mas de cerca, podría ayudarte…. No te ves muy bien…- Pregunta ella ahora, con un tono un poco menos nervioso y por mucho, mas caritativo. El haberle mencionado esa palabra le hace pensar que quizás lo que necesita se debe a que justamente, él o alguien mas esta enfermo. Muy desesperado se debe de hallar para llegar a los extremos a los que ha alcanzado para hallar una cura si de eso se trata todo. Es mas, hasta seria ingenuo el pensar que justamente ella, una aprendiz de bruja con todas las letras, pudiera tener la solución. No obstante, algo le daba un poco de confianza. Desde que habia llegado a ese mundo, habia notado con cierta atención que muchos de los conocimientos mágicos que tenia eran radicalmente diferentes a los que se conocían y aplicaban normalmente en el dia a dia. La magia de Rhiannon no esta corrompida ni bañada por el caos, era una magia neutra de lo mas pura posible. Inclusive algunos de los mismos ingredientes que supo traer de su hogar –algunos que guardaba celosamente debido a que supuestamente dichas csas no existían en esa dimension-, podían dar resultados únicos en cuanto a pociones y brebajes se tratará.
Quizas seria algo estúpida, pero no era una novedad. Rhiannon con un temple bastante más piadoso, dio unos cuantos pasos hacia adelante, mientras su mirada sincera le deseaba explicar al muchacho que al menos por su parte, no se atrevería a hacerle daño.
-Quiero ayudarte… ¿Qué tienes…?- Pregunto, nuevamente.
Y aunque eso simplemente la dejo completamente dura al lado de Enid, debía de admitir que su gemelo estaba llevando las cosas bastante bien, a pesar de ese clara “ausencia de sentido común” ya estaba demostrando hace rato, con su comportamiento despreocupado y sus risas fuera de lugar. Ella volteo a ver al gemelo ojirojo, para preguntar cómo sería ideal proceder en ese momento. Aunque antes de siquiera poder abrir su boca, la voz del chico extraño le llamo la atención, haciendo que de un salto en donde estaba parada.
-¿P…Panacea?..... Podría hacerla…. Si me dices que cosas quieres sanar…- Menciona, un poco dudosa. Una panacea según los alquimistas, es la cura a absolutamente todo, algo que es demasiado abarcativo, y por lo tanto, imposible. Es imposible de momento crear algo que pudiera arreglar distintas enfermedades opuestas con un mismo medicamento. No obstante, si verdaderamente conocía los males que debía enfrentarse, podría hacerlo. Quizás no en una sola, quizás en dos, pero cuando cabía la posibilidad de aislar un mal, las cosas podían curarse. Su padre al menos le supo enseñar con esas palabras cuando apenas comenzó con sus clases de pociones y justamente debió preparar la cura para una gripe que termino afectando a sus seis hermanos y su madre.
-¿Es para ti….? Si pudiera verte mas de cerca, podría ayudarte…. No te ves muy bien…- Pregunta ella ahora, con un tono un poco menos nervioso y por mucho, mas caritativo. El haberle mencionado esa palabra le hace pensar que quizás lo que necesita se debe a que justamente, él o alguien mas esta enfermo. Muy desesperado se debe de hallar para llegar a los extremos a los que ha alcanzado para hallar una cura si de eso se trata todo. Es mas, hasta seria ingenuo el pensar que justamente ella, una aprendiz de bruja con todas las letras, pudiera tener la solución. No obstante, algo le daba un poco de confianza. Desde que habia llegado a ese mundo, habia notado con cierta atención que muchos de los conocimientos mágicos que tenia eran radicalmente diferentes a los que se conocían y aplicaban normalmente en el dia a dia. La magia de Rhiannon no esta corrompida ni bañada por el caos, era una magia neutra de lo mas pura posible. Inclusive algunos de los mismos ingredientes que supo traer de su hogar –algunos que guardaba celosamente debido a que supuestamente dichas csas no existían en esa dimension-, podían dar resultados únicos en cuanto a pociones y brebajes se tratará.
Quizas seria algo estúpida, pero no era una novedad. Rhiannon con un temple bastante más piadoso, dio unos cuantos pasos hacia adelante, mientras su mirada sincera le deseaba explicar al muchacho que al menos por su parte, no se atrevería a hacerle daño.
-Quiero ayudarte… ¿Qué tienes…?- Pregunto, nuevamente.
- Spoiler:
Lamento de corazón lo muchisimo que me he tardado en responder. Tuve un montón de cosas de por medio y otros momentos de ocio sin nada de inspiración. Espero que aun haya ganas de seguir con el rol, porque me gusta mucho este tema
Rhiannon- Mensajes : 56
Localización : En mi casa
Re: Laberintos y otras flores salvajes {Privado}
- Spoiler:
- No prob, a los gemelos también les encanta el tema <3, así que no te preocupes, seguiremos con el tema hasta terminarlo <3
—¿A quién estás tratando de salvar? —Preguntó Enid, mirándole con esa misma expresión que no había cambiado en nada, de todos modos no se movió de dónde estaba porque no quería alterarle y sabía que de los tres él era quien parecía más hostil.
—No te asustes, voy a acercarme —anunció Eíri mientras se acercaba al chico, desplazándose a cuatro patas, él sabía que podía alterarse pero era incapaz de comportarse con normalidad, a saber por qué; de algún modo ha ido tirando sus armas por el camino hasta llegar al joven mago y se sentaba a su lado—. Estás agotado, ven. Te daré energía sin ponzoñas de por medio —mientras dice eso Eíri alarga una mano hacia el chico desconocido a la espera que se la tome—. Era algo que hacíamos mucho con nuestro hermano pequeño, ahora Enid no podría porque está enfermo. Estate tranquilo, no te haremos nada. Te ayudaremos, pero tienes que explicárnoslo todo, sino, la eficacia del trabajo podría verse menguada, seguro que eso ya lo sabes. No podemos trabajar completamente a ciegas.
Enid torció los labios en una mueca contenida, no podía parar a su hermano y tampoco se sentía demasiado cómodo con la idea de ayudar al joven que acababa de dejarse caer sobre la máquina. No es que no sintiese la necesidad de ayudar, pero también era consciente de que por sus vidas habían prometido algo. Enid carraspeó, mientras volvía a observar al niño, comprendía porque a Eíri se le fueron esfumando las ganas de pensar en la “recompensa adicional” que les había prometido el dictador de ese lugar a cambio de que le trajesen la cabeza de aquel niño. Era impensable. Independientemente de lo que había hecho.
Evidentemente la única recompensa que prefería obtener en aquel momento no era la que pudiera darle el Dios de aquel pequeño mundo.
—Mis conocimientos en pociones son muy limitados, pero si necesitas asistencia en algo, Rhiannon, no dudes en pedírmelo —Dijo Enid, dirigiéndose directamente a la joven bruja, aunque era consciente de que no iba a poder hacer mucho en aquella situación quedarse quieto y tener paciencia no era algo que se le diese especialmente bien.
Estaba, evidentemente preocupado y alerta, porque aunque eran los únicos que habían sido enviados ahí, Enid no terminaba de fiarse de la situación planteada. ¿Realmente el monarca esperaba que ellos tres se encargasen del problema? Había quedado claro que el muchacho de la máquina pasaba desapercibido a los ojos del mismo, pero ellos tres no, él perfectamente podría identificar su presencia y desplazar a sus súbditos hasta ahí mismo si tenía la más mínima sospecha de que ellos no se encargarían del trabajo encomendado al completo.
—Sería mejor tener este lugar vigilado, ninguno de nosotros queremos que otros viajantes casuales encuentren este lugar —sugirió Enid, quien dio un par de pasos hacia atrás para poder mirar el camino que habían usado ellos para llegar hasta ahí—. Sería muy inoportuno.
Irrlicht- Mensajes : 43
Localización : Dónde nos lleve el viento (?)
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