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Saludando a un nacido (libre)

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Mensaje por Daniel Hall Jue Mayo 01, 2014 4:23 pm

Una figura que resaltaba por su blancura en piel y ropas entró al santuario, negándose con amabilidad a hacer compras a los comerciantes, diciendo que lo pensaría, que primero debía entrar a ofrecer sus respetos al dios. Poco a poco, dejaron de ofrecerle cosas mientras se adentraba, puesto que los que se encontraban a los alrededores comenzaron a notar cosas raras sobre ese individuo. Los mas ancianos lo veían vestido de largas y majestuosas túnicas, como las de un rey antiguo, en una ceremonia. Los mas jóvenes lo veían con ropa normal, excepto blanca, y aunque no había un consenso de lo que llevaba, todos coincidían en que llevaba un abrigo blanco. Aunque una señora notó que su túnica era muy simple, y tenía una enorme D en el pecho, como el tipo de camiseta que uno le pondría a un niño pequeño.

El joven pálido no le parecía importarle eso tanto, era algo natural que su apariencia se notara diferente. Sabía que pronto comenzarían a notar que la edad que le veían era diferente también dependiendo de quién lo veía. Era su naturaleza. Aunque procuraría que la mayoría de las personas pudiesen verlo de la misma forma, era capaz de hacerlo si se esforzaba, es solo que debía estar plenamente consciente de eso para conseguirlo, y no siempre lo estaba.

Admiró la figura del dios por varios momentos. Representaba el trabajo y el esfuerzo. Sabía que había sido creado como representación del esfuerzo que se hacía en el país, pero tanta gente le hacía ofrendas y lo adoraba, de manera que bien podía ser un dios. Y ya lo era así, aunque quizás solo él lo sabía.

-Naciste de una necesidad. Muchos como tú... han nacido y perecido, pero tu adoración es el trabajo... Tal vez, seas de los últimos en morir. Entonces, espero que sirvas bien a esta gente que te soñó lo suficiente, aun si su mayor ofrenda a ti llega a decaer...

Sacando una moneda de oro, la colocó en el altar de ofrendas, y salió caminando lentamente. Miró un anillo recubierto de plata, muy sencillo, y miró al niño que atendía el puesto.

-Quiero ese anillo -señaló el hombre pálido.

El pequeño, dudoso, miró el anillo. Iba a decirle su costo, pero el hombre de blanco lo interrumpió.

-Mira tu bolsillo. -el niño así lo hizo. Se sorprendió al ver ahí varias monedas de oro. Era mucho mas de lo que valía aquel anillo.

-Señor, no puedo...

-Algún día deberás trabajar muy duro para ganarte lo mismo que este anillo -el hombre pálido se colocó el anillo en su dedo medio-. Pero no es hoy. Lo que recibiste es el pago por una semana de trabajo. Ve a descansar, juega un poco, y vuelve a trabajar si así lo deseas. Eres muy joven para esto, pero no te impediré que hagas esta labor si decides hacerlo. Solo no te olvides de soñar.

El niño sonrió con alegría, pero el breve segundo en el que apartó su mirada, hizo que perdiera de vista al hombre de los ojos oscuros. Pensó en recoger todo e ir a jugar, pero también en que el día siguiente trabajaría con mucho mas esfuerzo, sabiendo que tal vez no tendría la misma suerte.

El de blanco miró de lejos al niño, y pudo sentir sus pequeños sueños despiertos del futuro. Sonrió levemente, y continuó su caminar...
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Mensaje por Aradia Jue Mayo 01, 2014 8:21 pm

La joven escondía su menudo cuerpo bajo una larga capa de color blanco azulado, con la capucha ocultando parcialmente su rostro. ¿Para que había ido hasta Miryathir? bien, la respuesta era fácil. Si bien dejar a los suyos era difícil para la semidiosa, era algo terriblemente necesario si quería devolver la prosperidad a su hogar y recuperar el honor y la pureza de la hechicería y la magia. Tenía que visitar el resto de lugares, investigar, averiguar motivos e intentar encontrar soluciones. Su pueblo la necesitaba. Por desgracia, su aura divina, fuerte, de respeto y su apariencia, hacían que le costase bastante pasar desapercibida. Caminaba con firmeza y confianza, sin bajar la guardia, sosteniendo el báculo firmemente entre sus manos y dispuesta a congelar a cualquiera que intentase atacarla.

Al caminar la gente la miraba y, en ocasiones, se apartaban de su camino. Otras veces le ofrecían cosas como comida o joyas. Ella las rechazaba con un movimiento de mano y apartando la mirada y seguía su camino. A penas abría la boca, salvo para lo imprescindible. Parecía altiva, incluso orgullosa, pero la realidad era otra muy distinta: timidez, recelo, lealtad y temor por lo suyos. ¿Había sido un error ir allí? Suspiró y decidió esconderse entre las sombras, tras unas columnas, para evitar llamar más la atención. Quería observarlo todo con tranquilidad, oculta bajo su capa. Tranquila en su frío. Una vez allí, todos pasaron de ella, no reparando en su presencia. Se puso a cavilar sobre el mundo, sobre el Caos, sobre el dolor producido en todos los reinos que había devastado, en los enfrentamientos entre pueblos....Cerró los ojos y tragó saliva. La realidad a la que se debían de enfrentar era horrorosa.

Fue entonces cuando lo vio.

Un joven de, aparentemente, su edad. Piel y cabello blancos y ojos oscuros. Ropas ceremoniales. Aura divina. Estaba claro que era un Aeon. Un Aeon entregándole dinero a un chiquillo a cambio de un humilde anillo. Escuchó sus palabras con atención, sin desviar la mirada. Aquello le llegó al corazón con la rapidez de una ventisca de nieve. Aradia dibujó una levísima sonrisa en su rostro y dio un paso, situándose junto a una columna, todavía semi-oculta por la capucha de su capa. Aquel personaje le resultaba ciertamente interesante....
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Mensaje por Daniel Hall Sáb Mayo 03, 2014 3:32 am

El hombre de blanco estaba satisfecho. Acababa de crear un sueño en aquel niño, uno que seguiría por mucho tiempo. No sabía en que podía evolucionar, pero era posible que se volviera algo de lo que se sentiría orgulloso de formar parte. Y no era la primera vez. Él podría ser clasificado como un Aeon, porque él es uno de los siete Eternos que resguardan el mundo cuando este aún no era uno, aún pese a su origen humano de hace unos cuantos años. Él es Sueño, y de una manera que solo una consciencia superior podría entender, lo había sido desde que el primer ser vivo del universo descansó. Simplemente la versión actual de él era otro aspecto del sueño del inicio de los tiempos. Y no es la primera vez que Sueño da parte de sí a otros seres vivos para forjar sus historias, ya sea las de sus vidas como las de las vidas de las ideas en sus cabezas.

Después de todo, los sueños y las historias no son mas que las sombras y fragmentos de las verdades, y esos pedazos de verdad son los que duran cuando los hechos se han vuelto polvo y cenizas, y se olvidan. ¿Qué otra forma tendría él, entonces, de resguardar el mundo de los sueños si no era ayudando a los soñadores a soñar?

Meditaba esos pensamientos cuando notó la mirada de una mujer, detrás de unas columnas. Sus ojos de cielo nocturno se cruzaron con los de ella. La manera en que estos se veían a distancia hacia imposible determinar hacia dónde miraban. Pero la expresión penetrante y la dirección de su rostro hacían obvia la dirección de su vista. Comenzó a caminar en dirección a la mujer encapuchada, moviéndose cuidadosamente entre las personas que se encontraban ahí.

-Tú... No estás cómoda aquí, ¿no es así? -le cuestionó inmediatamente el joven de blanco-. Puedo escoltarle en su estadía aquí, si así lo desea.
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Mensaje por Aradia Sáb Jul 26, 2014 3:04 pm

Decidió que era mejor marcharse de allí y seguir su camino. Investigar por otros lugares, buscar las respuestas en otro lado. Sin embargo algo se lo impidió. Aradia sintió los penetrantes y oscuros ojos del Aeon clavados en ella. Se quedó quieta, expectante, con el semblante sereno, viendo como el ser se acercaba a ella con movimientos suaves.

Cuando lo tuvo frente a frente se apartó ligeramente la capucha, mostrando el rostro. Escuchó su afirmación y una ligera sonrisa decoró su boca.

— Muy observador.... — dijo, con voz suave — No, no estoy del todo cómoda fuera de mi entorno.

Eso era demasiado obvio. Era ella frío, el hielo de las montañas, la nieve, la ventisca. Ella representaba el invierno eterno, los parajes helados de Gard y era la protectora de sus habitantes y de la magia blanca.
Allí hacía calor, mucho calor. Calor de las forjas. Aun así no era del todo insoportable, solo incómodo. Además estaba fuera de su entorno y de su gente.

Inclinó ligeramente el rostro ante el ofrecimiento del hombre. No notó falsedad en su voz o en su rostro, así que volvió a dedicarle una leve sonrisa antes de asentir. Después de todo tampoco quería pasar sola su estancia en las tierras de Miryathir.

— Sería una descortesía rechazar su amable ofrecimiento. Sería un honor si me escoltase en mi estancia en Excelsus  
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Mensaje por Daniel Hall Jue Ago 07, 2014 2:51 pm

-Y sería un honor el poder acompañarle -dijo el albino, inclinándose levemente ante la dama frente a él. Si algo había aprendido de su vida pasada, es que los buenos modales nunca están de mas. Y a nivel personal, le gustaba hacerlo. No lo admitiría, pero al infante que formaba la otra mitad de él le encantaba, porque le hacía sentir importante. Y eso no era falso del todo.

La observó cuidadosamente. Su piel era muy blanca, con leves tonos rosa, ligero sonrojo surgido de la sangre que recorría su cuerpo, pero también era claro que era por el calor presente. La región cálida no parecía ser de su agrado. Y cerca de las forjas era peor. El escultor de sueños miró a su alrededor con cuidado. No era completamente familiar con los alrededores del templo, pero no era dificil orientarse. Notó cual era el camino mas rápido. Después de todo, podía sentir los sueños de lo que había comenzado a buscar en ese instante.

-Hay... unos árboles en esa dirección. No hay asientos, pero bajo ellos nos sentiremos con mayor comodidad -señaló tras un grupo de personas. No se veía mucho debido a la multitud, pero prestando suficiente atención, se veía por momentos algo de follaje verde. En efecto, habían árboles tras aquella multitud. Amablemente, extendió su mano izquierda hacia la mujer rubia, para que tomar la de ella. Supuso que se sentiría mas cómoda si caminaba a través de la muchedumbre con alguien.

Sujetando la mano de la mujer suavemente, para no lastimarla, pero firmemente para no soltarla (por momentos apretaba con mas fuerza, pero no le preocupaba. Aunque sus manos eran delgadas, pudo percibir en ellas una gran fuerza. Percibió que apretar un poco mas su mano para que no se alejaran al cruzar no representaría molestia), de manera que después de no mas de 30 segundos atravesaron la muchedumbre de visitantes, tanto de fieles como de turistas.

La luz del sol se filtraba a través de los árboles, creando en la sombra de éstos pequeños círculos, sobre el pasto verde que ahora estaba bajo los pies de ambos. El hombre de blanco se agachó un momento para tomar entre sus manos una hoja que había caído del árbol bajo al que ahora estaban. Observó y acarició la hoja por unos segundos, como si fuera un objeto extremadamente raro y valioso, entonces, dejó que cayera de su mano, siendo movida en el aire por las leves corrientes que habían ahí.

-Lamento mi rudeza y descortesía. Normalmente, no fuerzo a las personas a seguirme, pero pensé... que se sentiría mejor con aire mas fresco -admitió, aunque mas que ello, probablemente había sido algo de impulsividad de su parte. En presencia de tantas personas, niños incluidos, quizás salía de él pensamiento irreflexivo de la juventud, sin meditación previa, pero si lleno de amabilidad y buena intención. Sueño de los Eternos puede haber existido desde hace miles de millones de años, pero su forma actual encarnó solo unos cuantos años atrás.

La alta figura blanca se sentó bajo el árbol, mirando el cielo azul. Las nubes recorrían lentamente el plano celeste, eclipsando por momentos al sol, pero obviamente solo bajaba la intensidad de los colores en tierra. Sin embargo, eventualmente el mismo mundo eclipsaría al sol, creando la noche. Un ciclo como cualquier otro. Había un cambio, pero no significaba que la luz desaparecería.

-¿Qué es lo que deseabas encontrar aquí? -habló de repente, lentamente volteando a mirarla-. Reconozco la mirada de curiosidad e inquietud... la veo seguido en mi rostro en estos últimos meses. No garantizo que pueda ayudarte, pero... puedo brindarte apoyo.

Toda historia inicia con alguien buscando algo, incluso cuando no sabe que lo hace. Siendo los sueños e historias en muchos sentidos lo mismo, era algo natural que la personificación de los Sueños interviniera en la creación de una. La diferencia radicaba en que en este caso, eran los sueños, de la forma mas literal posible, dando su apoyo, algo que de cualquier forma ocurre metafóricamente.
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