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Mensaje por Linh Dom Jun 14, 2015 3:40 pm

Llevaba algunos días viajando con una caravana, a Linh no le gustaba viajar acompañada por extraños, pero al parecer no quedaba otra cuando se debía caminar por los intrincados caminos de los enrevesados bosques externos de Avelynt. Lo había descubierto cuando la misma caravana de desconocidos la había encontrado vagando por el bosque y se lo habían hecho saber, porque, para ser sinceros, Linh no tenía ni idea de dónde se encontraba la mayor parte del tiempo.

Así pues, durante varios días, Linh se había dedicado a viajar con aquellas personitas que conocían el camino y cuando llegasen a su destino, se separarían y cada uno haría lo que fuese que quisiera hacer en la ciudad.

La caínita ayudaba a conseguir comida y hacer las guardias de la noche, pues se encontraba con mayor energía cuando ya había anochecido y prefería dormir durante las mañanas, aunque pudiese caminar tranquilamente bajo la luz del sol, seguía teniendo esa estúpida necesidad de mantenerse alejada de los rayos de la estrella.

Aquella mañana no había sido diferente, estaba escondida en el fondo del último carro, cubierta por varias mantas y una de sus capas, en la más completa oscuridad. Sus sueños eran una maraña de recuerdos que aún intentaba dilucidar y dividir, comprender cuales eran los suyos y cuáles pertenecían a sus difuntos hijos.

Linh, ¿estás durmiendo?

La de ojos color índigo se movió debajo de su montaña de mantas al reconocer la voz de quien se dirigía a ella, pertenecía a la esposa del líder de la caravana, ambos habían sido lo suficientemente amables como para permitir que les pagase a base de tareas que para ella eran simples.

Con un gesto perezoso, Lihn se incorporó un poco, dejando que las mantas cayeran a un lado y revelasen su figura. A Linh no le gustaba dormir con demasiada ropa, así que en aquel momento vestía un jubón de lino sin mangas y lo que parecían ser unos pantalones muy cortos. Sus compañeros de viaje estaban acostumbrados a la falta de pudor del vampiro y de su extraña necesidad de ir ligera de ropa y de usar una vestimenta algo diferente a la que estaban acostumbrados a ver.

Se talló un ojo y tras contener un bostezo épico, fijo la vista en la mujer que había sentada en la entrada del carro, en su regazo tenía un cuenco de lo que Linh supuso que era comida. Cuando el olor entró por sus fosas nasales, la caínita pareció perder gran parte del sueño y se acercó a la otra mujer, desplazándose a cuatro patas, para sentarse a su lado.

Ya estoy despierta —respondió, sonriendo cuando la mujer se rió con un gesto enternecido que Linh no entendió, se limitó a esperar a que le hiciera entrega del cuenco para disponerse a devorar lo que había en su interior. No sabía que era, pero estaba delicioso—. ¿Está todo bien? —preguntó Linh, algo extrañada porque hubieran interrumpido su descanso, pero la única respuesta que recibió fue un mimo en la cabeza y la sugerencia de que siguiera descansando, se lo merecía después de otra noche de buen trabajo.

Linh no lo discutió y una vez terminó de comer, volvió a esconderse debajo de su pila de mantas y durmió, todo lo que su cuerpo le pedía. Con el estómago algo lleno, le fue más fácil entregarse a un sueño más agradable e ignorar esos recuerdos que, ahora, no hacían más que empeorar su estado.

Notó como se detenían después de un par de horas de viaje, pero el olor del viento que se colaba en su habitación móvil le parecía que seguía siendo el mismo que el del bosque. A los pocos minutos, el murmullo de la gente jugando en el agua le indicó que pasarían otra noche en el bosque. No le gustaba alargar tanto el viaje, pero no iba a decir nada porque no era asunto suyo, sólo tenía prisas por salir de ahí.

Linh no sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había cerrado los ojos y sumido en otro sueño, pero aquella vez lo que la despertó fue un sonido que no le agradó. Era un grito, y pensaba que conocía aquella voz.

¿La conocía?

La caínita, que se había puesto de pie de un salto y por inercia ya buscaba sus botas, se detuvo. Durante unos segundos, pensó que lo había imaginado, como a veces había ocurrido.

Y entonces volvió a escucharlo.

Metió los pies en las botas y las ató usando magia, no tenía tiempo que perder. Salió de la caravana con mucha celeridad, provocando un sonido seco cuando tocó la tierra que tenía por suelo y algunos sobresaltos ajenos. Se ajusto el cinto dónde portaba sus armas, pero no hizo mención de colocarse su armadura de cuero, no había tiempo.

¿Quién falta? —preguntó después de activar con otro hechizo la armadura de su pierna izquierda. Y antes de escuchar la respuesta, movida por otro nuevo grito, Linh saltó al interior del bosque, alejándose del camino, guiándose simplemente por el sonido de aquella voz.
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Mensaje por Gokú Sáb Jun 20, 2015 2:06 pm

Hace relativamente poco tiempo que Gokú había comenzado su travesía por los reinos en el Oeste, mismos de lo que había escuchado unas que otras cosas, sin embargo desconocía mucho sobre los mismos, por más que le hubieran contado unas cosas, y se podía imaginar aunque fuera por poco como serían, no había nada como explorarlos por sí mismos, tener una aventura, conocer personas interesantes y pasar por situaciones divertidas, aunque mismas resultaran peligrosas para otras personas. Actualmente se encontraba merodeando por un espeso bosque y enorme… por días, sí, realmente él no sabía dónde se encontraba, ni siquiera si estaba ya en los terrenos en alguno de los tres reinos, prácticamente se había perdido, lo cual era lógico, considerando que él desconocía tales tierras, y aquel bosque era sumamente engañoso, era fácil de repente encontrarse caminando en círculos, sin embargo, él prácticamente se sostuvo por si solo viviendo en las montañas por un tiempo, estar en un torno salvaje no le suponía ninguna dificultad a la hora de sobrevivir, después de todo, ese ambiente era más de su estilo.

Mientras encontraba la manera de salir de allí, no estaba nada mal disfrutar un poco de la experiencia, la comida no era un problema, el bosque estaba lleno de animales salvajes, algunos más peligrosos que otros. Y el agua, tampoco lo era, hace días que él había localizado un lago en el lugar, así que era capaz de beber toda el agua dulce que desease.

Aunque la verdad, quedarse mucho más tiempo en el lugar no era una opción, por lo tanto, aun si no estuviera desesperado por salir de aquel laberinto forestal, tampoco deseaba permanecer mucho más tiempo allí ya que llevaba algunos días, así que había comenzado a marcar algunos árboles para ir reconociendo por los lugares que no había ido y por los que sí

Pero justo en estos momentos, lo que le tenía más pendiente que salir, era el de comer como siempre acostumbraba, por lo cual había estado buscando una presa, fue su suerte encontrar un grande y saludable oso, mismo que había confrontado directamente, si se  lo iba a comer, él pensaba que lo mínimo que podía hacer era mostrarle algo de respeto al pelear de frente con él y no limitarse a atacarle por la espalda, lo cual hubiera sido mucho más fácil y otros estarían de acuerdo que sería menos peligroso.

Tras haberle vencido y como tenía que suceder, quitarle la vida, tomo el gran cuerpo del animal y se lo hecho encima de la espalda, comenzando arrastrar el mismo, para llevarlo hasta un lago  y ahí cocinarlo, para luego degustarlo tranquilamente o más bien… frenéticamente.

-Me muero de hambre, más te vale que estés delicioso – Dijo al aire, con una gran sonrisa y ya con las ansías de llevarse algo para comer a la boca y a su estomago, todo un glotón como era costumbre ser de él.

Sin embargo, él nunca había contemplado la posibilidad de encontrarse con otras personas, más que nada porque desde que estaba por el bosque no había visto ni a una sola alma humana,  y claro, tampoco pensó que mientras arrastraba el gran cuerpo de la bestia que había derrotado, se encontraría con una pequeña niña que merodeaba por allí al haberse separado de su grupo por alguna u otra razón, posiblemente guiada por la curiosidad al ver un lindo animal o cualquier cosa que le hubiera parecido interesante  y le había hecho perder el rumbo.

-¿Eh? – Fue el sonido que produjo al ver salir a una pequeña entre los arbustos, aunque la verdad posiblemente no tenían mucha diferencia de edad y tampoco la había en estatura.

La niña se sorprendió y se quedó por unos segundos paralizada por la sorpresa, quedándose viendo directamente hacia donde estaba el pequeño niño con cola.

-¡Hey! H-ho… - En cuanto bien se había dispuesto a dar un energético saludo, fue interrumpido por un fuerte grito de parte de la chica, quien en realidad no estaba viendo a Gokú, pues seguramente ante su visión solo estaba ese gran oso pardo que él estaba cargando en su espalda, después de todo el mismo oso era mucho más grande que Gokú y seguramente este último paso por desapercibido lo mismo sumado al miedo y sorpresa que seguro había sentido la chica en cuanto los vio.

El grito se volvió a escuchar, la chica cayó al suelo a intentar retroceder torpemente hacia atrás y tropezarse con alguna piedra en el suelo.

-¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Estás bien?– Decía Gokú mientras se acercaba hacia la chica, preguntando curioso y con un rostro que indicaba que para nada entendía lo que estaba sucediendo.

Por su parte, la chica que seguramente tendría unos diez años de edad aproximadamente, había caído presa del pánico, mismo que se acrecentó en cuanto vio aquel gran oso acercarse hacia ella, sus ojos habían comenzado a llenarse de lágrimas, quería alejarse de él, pero en el suelo y con su cuerpo parcialmente paralizado por el miedo, era incapaz de intentar huir, así que…

-¡Auxilio! – Grito desesperada pidiendo que alguien la socorriera, mientras que el saiyajin por su parte aun ingenuo, se desconcertó por lo que estaba escuchado, sin entender que él la estaba asustando sin siquiera percatarse y quererlo.

-No entiendo que es lo que le pasa… ¿estará enferma de algo?  
Gokú
Gokú

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